5 de marzo de 2005. El Periódico de Catalunya
De más rico del mundo a la picota
Jordi Juste
Yoshiaki Tsutsumi, el hombre más rico del mundo a finales de los 80, según la revista Forbes, fue detenido el jueves en Tokio acusado de falsificación de documentos y uso de información privilegiada. Tsutsumi, amigo personal del primer ministro Koizumi, dejó todos sus cargos en el grupo Seibu en 2004, tras destaparse un escándalo que se ha cobrado ya el sucidio de dos de sus altos ejecutivos.
Las imágenes televisiva del magnate, de 70 años, custudiado por la policia suponen una humillación para el hombre que a los 31 años tomó el mando de uno de los principales imperios empresariales del Japón. El grupo, controlado desde la empresa Kokudo, incluye una compañía de ferrocarril, una cadena de grandes almacenes, hoteles de lujo, un equipo de béisbol profesional, campos de golf y numerosos intereses en el sector turístico.
Yoshiaki Tsutsumi es hijo de una de las dos amantes reconocidas de su padre, el fundador de la compañía ferroviaria Seibu, Yasuhiro Tsutsumi, que llegó a ser presidente de la cámara baja del parlamento nipón. El patriarca dejó al morir en 1964 una inmensa fortuna y un sistema férreo de control del imperio familiar. Las compañías del grupo cotizaban en la bolsa, pero el clan retenía las riendas a través de una empresa que no estaba en el mercado, Kokudo. Ésta se mantuvo siempre como máximo accionista de sus participadas, donde copaban la dirección parientes y compañeros de Tsutsumi en la universidad Waseda.
La expansión del grupo en los años setenta y ochenta, a base de comprar y desarrollar terrenos para explotarlos como zonas turísticas, le reportó a Tstsumi una notoriedad que culminó con la compra de un equipo de béisbol profesional y con su llegada a la presidencia de la federación japonesa de esquí. Desde este puesto logró la concesión a Nagano de la organización de los Juegos Olímpicos de invierno de 1998, operación que reportó importantes beneficios a sus empresas.
Sin embargo, a finales de los noventa Tstsumi ya había bajado más de 150 puestos en el ránquing mundial de riqueza, en gran parte debido al pinchazo, en 1991, de la burbuja immobiliaria japonesa. Las distintas recesiones de los últimos años han puesto en aprietos financieros al grupo y han permitido que aflorasen las disensiones entre Yoshiaki y sus hermanastros y arreciaran las críticas a su control autocrático.
Las dificultades se transformaron en problemas legales en 2003, cuando se conoció que en el listado de accionistas que facilitaban los ferrocarriles Seibu figuraban empleados que en realidad no tenían acciones. Así se ocultaba que Kokudo y sus dueños controlaban más del ochenta por ciento de las sociedades del grupo, algo prohibido por la ley y sancionado con la salida de bolsa. Además, la fiscalía acusa a Tsutsumi de vender acciones por valor de 22.000 millones de yenes (unos 150 millones de euros) justo antes de reconocer públicamente el fraude.
La pena máxima por falsificación es de cinco años de cárcel y cinco millones de yenes (37.000 euros) de multa, mientras el uso de información privilegiada le puede costar tres millones (22.000 euros) y tres años entre rejas.
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