Los ocho piden la cooperación de India y China
El precio del petróleo y los alimentos también preocupan en Hokkaido
Los líderes de los siete países más industrializados del mundo y Rusia acordaron ayer en el lago Toya (Hokkaido, norte de Japón) un compromiso para reducir las emisiones de CO2 a la mitad hasta el año 2050 y tomando como base el nivel actual. Sin embargo, por el momento el acuerdo no es más que una declaración de intenciones por parte de unos líderes en algunos casos (Bush, Brown, Fukuda) cuestionados en sus propios países y que en gran parte no vivirán para ver si el compromiso se cumple. “Este es un reto global y sólo se puede afrontar con una respuesta global, en concreto por parte de las grandes economías”, dice el comunicado hecho público ayer.
El texto habla de las Naciones Unidos como el marco para concretar los objetivos a corto y medio plazo. “Tenemos que construir un marco en el que todos los países puedan participar. El G-8 ha dado el primer paso y tenemos que estar juntos para hacer que los países en vías de desarrollo y los países emergentes se nos unan”, declaró ayer el primer ministro de Japón, Yasuo Fukuda.
La referencia a la ONU parece un alegato en favor del multilateralismo, pero es sobre todo la consecuencia de la incapacidad de llegar a un acuerdo para implementar medidas concretas y a la voluntad de Estados Unidos de obligar a China e India a reducir sus emisiones. “Siempre he defendido que debe haber un entendimiento común y que eso comienza por poner un objetivo. Y también soy suficientemente realista para decir que si China e India no comparten esa misma aspiración, no vamos a resolver el problema”, explicó George Bush el pasado domingo, antes de comenzar la cumbre de Hokkaido.
La declaración del G-8 incluye elementos de compromiso entre la posición americana de responsabilizar a los países emergentes y la postura de los que desan que los países ya desarrollados den ejemplo comprometiéndose primero y en un grado superior. “Reconocemos que las economías más desarrolladas difieren de las economías en desarrollo, por lo que pondremos en marcha objetivos ambiciosos a medio plazo para conseguir reducciones absolutas de emisiones y, cuando sea posible, paralizar el aumento de las emisiones según las circunstancias de cada país”, dice el comunicado.
Preocupación por la economía
Igual de ambiguas son las referencias del G-8 a la economía, en concreto a la preocupación por los precios de los alimentos y la energía. “Estamos profundamente preocupados por que el súbito aumento del precio de los alimentos, acompañado de problemas de disponibilidad en algunos países en vías de desarrollo, está amenazando la segruidad alimentaria global”, dice la declaración conjunta.
Los ocho líderes, que hoy se reunirán con los mandatarios de otros países como India y China, se muestran de acuerdo en la necesidad de combatir las presiones inflacionistas causadas por el alza del precio del petróleo. Para conseguirlo proponen una serie de medidas que parecen sacadas de un manual de sentido de común: aumentar las inversiones en producción y capacidad de refinado, mejorar la eficiencia energética, promover fuentes de energía alternativas y desarrollar nuevas tecnologías.
El precio del petróleo y los alimentos también preocupan en Hokkaido
Los líderes de los siete países más industrializados del mundo y Rusia acordaron ayer en el lago Toya (Hokkaido, norte de Japón) un compromiso para reducir las emisiones de CO2 a la mitad hasta el año 2050 y tomando como base el nivel actual. Sin embargo, por el momento el acuerdo no es más que una declaración de intenciones por parte de unos líderes en algunos casos (Bush, Brown, Fukuda) cuestionados en sus propios países y que en gran parte no vivirán para ver si el compromiso se cumple. “Este es un reto global y sólo se puede afrontar con una respuesta global, en concreto por parte de las grandes economías”, dice el comunicado hecho público ayer.
El texto habla de las Naciones Unidos como el marco para concretar los objetivos a corto y medio plazo. “Tenemos que construir un marco en el que todos los países puedan participar. El G-8 ha dado el primer paso y tenemos que estar juntos para hacer que los países en vías de desarrollo y los países emergentes se nos unan”, declaró ayer el primer ministro de Japón, Yasuo Fukuda.
La referencia a la ONU parece un alegato en favor del multilateralismo, pero es sobre todo la consecuencia de la incapacidad de llegar a un acuerdo para implementar medidas concretas y a la voluntad de Estados Unidos de obligar a China e India a reducir sus emisiones. “Siempre he defendido que debe haber un entendimiento común y que eso comienza por poner un objetivo. Y también soy suficientemente realista para decir que si China e India no comparten esa misma aspiración, no vamos a resolver el problema”, explicó George Bush el pasado domingo, antes de comenzar la cumbre de Hokkaido.
La declaración del G-8 incluye elementos de compromiso entre la posición americana de responsabilizar a los países emergentes y la postura de los que desan que los países ya desarrollados den ejemplo comprometiéndose primero y en un grado superior. “Reconocemos que las economías más desarrolladas difieren de las economías en desarrollo, por lo que pondremos en marcha objetivos ambiciosos a medio plazo para conseguir reducciones absolutas de emisiones y, cuando sea posible, paralizar el aumento de las emisiones según las circunstancias de cada país”, dice el comunicado.
Preocupación por la economía
Igual de ambiguas son las referencias del G-8 a la economía, en concreto a la preocupación por los precios de los alimentos y la energía. “Estamos profundamente preocupados por que el súbito aumento del precio de los alimentos, acompañado de problemas de disponibilidad en algunos países en vías de desarrollo, está amenazando la segruidad alimentaria global”, dice la declaración conjunta.
Los ocho líderes, que hoy se reunirán con los mandatarios de otros países como India y China, se muestran de acuerdo en la necesidad de combatir las presiones inflacionistas causadas por el alza del precio del petróleo. Para conseguirlo proponen una serie de medidas que parecen sacadas de un manual de sentido de común: aumentar las inversiones en producción y capacidad de refinado, mejorar la eficiencia energética, promover fuentes de energía alternativas y desarrollar nuevas tecnologías.
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