Dos mujeres portando sombrillas. JJuste
El ideal de belleza femenina japonesa comporta una piel lo más blanca posible. No se trata de una moda pasajera, sino de un concepto muy enraizado en la cultura. “En la mujer de piel blanca, un punto de fealdad no se nota”, dice un refrán japonés. La piel morena en las mujeres se considera algo sucio y por eso la industria cosmética nipona obtiene gran parte de sus beneficios vendiendo productos que conservan o restauran la palidez natural del cutis. Prácticamente las únicas japonesas que escapan al deseo de tener una tez blanca son las ganguro, mujeres jóvenes que desde los años 90 siguen exactamente la tendencia contraria, es decir se caracterizan por lucir un moreno extremo, a menudo realzado gracias a la química.
Para la mayoría de japonesas la palidez de la piel, especialmente la de la cara, es una parte importantísima de su imagen. Para protegerla no se fían sólo de las cremas sino que también evitan exponerse al sol más de lo necesario. Para ello se valen de guantes larguísimos, gorras y sombreros con grandes alas y, sobre todo, de sombrillas. En la segunda mitad del siglo 20 estos objetos parecían condenados a la desaparición, relegados al uso por parte de mujeres de edad avanzada o poco conscientes de las últimas modas en el vestir. Sin embargo, en las últimas décadas la sombrilla ha vuelto y hoy en día las mujeres jóvenes no tienen reparos en usarla.
Al resurgir del parasol portátil ha contribuido sin duda el gran esfuerzo hecho por la industria japonesa para comercializar diseños adaptados a todas las modas y estilos. Pero otro factor determinante de la recuperación de su popularidad a finales de siglo 20 fue la aparición de los alarmantes informes sobre el agujero en la capa de ozono de la atmósfera y las noticias sobre el aumento del número de enfermos de cáncer de piel. Los fabricantes respondieron rápidamente con productos que filtran los rayos ultravioletas y por lo tanto protegen mejor la piel.
El fin del mes de las lluvias y la llegada del verano suponen la multiplicación de las sombrillas en las calles japonesas, pero estas se pueden ver durante todo el año. En días nublados, la visión de una mujer japonesa caminando bajo una de ellas confunde a algún viajero extranjero despistado, que se pregunta si ya han empezado a caer gotas y él todavía no se ha dado cuenta.
Esta obsesión por protegerse de la luz solar suele ser más fuerte entre las mujeres mayores, más preocupadas por la fragilidad del cutis y más convencidas desde niñas de la fealdad de su morenez. Las campesinas o las que trabajan en los jardines suelen cubrirse con enormes pañuelos y grandes sombreros de paja que casi no dejan ni un milímetro de piel al descubierto.
El uso de la sombrilla es algo tan normal en Japón que muchas mujeres se sorprenden cuando se les explica que en Europa o en América es casi inexistente. “Pero lo he visto en un cuadro de Goya”, se extrañaba recientemente una joven universitaria japonesa. Ella misma, una vez informada de que la protagonista de El quitasol es una dama del pasado, insistía en preguntar si en España no hay noticias sobre la proliferación del cáncer o si a las españolas no les importa quemarse la piel.
El ideal de belleza femenina japonesa comporta una piel lo más blanca posible. No se trata de una moda pasajera, sino de un concepto muy enraizado en la cultura. “En la mujer de piel blanca, un punto de fealdad no se nota”, dice un refrán japonés. La piel morena en las mujeres se considera algo sucio y por eso la industria cosmética nipona obtiene gran parte de sus beneficios vendiendo productos que conservan o restauran la palidez natural del cutis. Prácticamente las únicas japonesas que escapan al deseo de tener una tez blanca son las ganguro, mujeres jóvenes que desde los años 90 siguen exactamente la tendencia contraria, es decir se caracterizan por lucir un moreno extremo, a menudo realzado gracias a la química.
Para la mayoría de japonesas la palidez de la piel, especialmente la de la cara, es una parte importantísima de su imagen. Para protegerla no se fían sólo de las cremas sino que también evitan exponerse al sol más de lo necesario. Para ello se valen de guantes larguísimos, gorras y sombreros con grandes alas y, sobre todo, de sombrillas. En la segunda mitad del siglo 20 estos objetos parecían condenados a la desaparición, relegados al uso por parte de mujeres de edad avanzada o poco conscientes de las últimas modas en el vestir. Sin embargo, en las últimas décadas la sombrilla ha vuelto y hoy en día las mujeres jóvenes no tienen reparos en usarla.
Al resurgir del parasol portátil ha contribuido sin duda el gran esfuerzo hecho por la industria japonesa para comercializar diseños adaptados a todas las modas y estilos. Pero otro factor determinante de la recuperación de su popularidad a finales de siglo 20 fue la aparición de los alarmantes informes sobre el agujero en la capa de ozono de la atmósfera y las noticias sobre el aumento del número de enfermos de cáncer de piel. Los fabricantes respondieron rápidamente con productos que filtran los rayos ultravioletas y por lo tanto protegen mejor la piel.
El fin del mes de las lluvias y la llegada del verano suponen la multiplicación de las sombrillas en las calles japonesas, pero estas se pueden ver durante todo el año. En días nublados, la visión de una mujer japonesa caminando bajo una de ellas confunde a algún viajero extranjero despistado, que se pregunta si ya han empezado a caer gotas y él todavía no se ha dado cuenta.
Esta obsesión por protegerse de la luz solar suele ser más fuerte entre las mujeres mayores, más preocupadas por la fragilidad del cutis y más convencidas desde niñas de la fealdad de su morenez. Las campesinas o las que trabajan en los jardines suelen cubrirse con enormes pañuelos y grandes sombreros de paja que casi no dejan ni un milímetro de piel al descubierto.
El uso de la sombrilla es algo tan normal en Japón que muchas mujeres se sorprenden cuando se les explica que en Europa o en América es casi inexistente. “Pero lo he visto en un cuadro de Goya”, se extrañaba recientemente una joven universitaria japonesa. Ella misma, una vez informada de que la protagonista de El quitasol es una dama del pasado, insistía en preguntar si en España no hay noticias sobre la proliferación del cáncer o si a las españolas no les importa quemarse la piel.
esto es toda una realidad en el mundo del occidente! el como la mujer es jusgada por su bellesa por un estereotipo especifico como el color de su piel es al paracer algo que se da desde las antiguas civilizaciones,tube la oportunidad de presentarme en la ciudad de Tokio para una confrencia de herpes infection y las nuevas formas de tratarse y fue toda una experiencia el mirar el uso de los accesorios que en nuestra cultura son casi opsoletos como esta hermosas sombrillas y los guantes!
ResponderEliminarBELLAZA OBSOLETOS (Importantr escribir correctamente ....mirar diccionarios y correctores ortográficos
EliminarExcelente el post, y excelente la idea!!!!
ResponderEliminarrepresentar. Faltan acentos en nungún y será (Importantr escribir correctamente ....mirar diccionarios y correctores ortográficos)
ResponderEliminarHola,
ResponderEliminardesde mi ciudad(Sevilla) España, les puedo decir que soy artesana y me dedico a realizar sombrillas, tanto pintadas a mano como estampadas con telas. Es verdad que con el calor que pasamos aquí las mujeres no ven este complemento como para llevarlo por la calle, aunque se van viendo paraguas en verano; ¡¡ lástima, porque con lo bonita que queda una sombrilla realizada especialmente para esto...!!!!.
Creo que podemos evitar los problemas en la piel que produce tantos rayos solares, si introducimos en nuestra indumentaria una preciosa sombrilla.
Les invito a que vean mi blog (el arte en sombrillas).Espero que les guste.
Saludos de: Mercedes Escobar Sánchez.