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Información publicada en lapágina 7 de la sección deTema del día de la edición impresa del día 12 de marzo de 2011VER ARCHIVO (.PDF)
Japón se encuentra en una zona de gran actividad sísmica, por lo que los terremotos son algo frecuente y las medidas de prevención y reacción son abundantes, rápidas y casi automáticas.Las normas de construcción son mucho más estrictas que en otros países. “Simplificando, se puede decir que la mayoría de edificios son más resistentes y tienen más amortiguadores que en otros lugares; y los más altos están hechos de forma que se balancean pero no se rompen. Algunos se construyen aislados del suelo en la base mediante una especie de gomas que hacen que estén como sobre un monopatín”, explica Albert Mateo, ingeniero especializado en resistencia de edificios.
En el momento de producirse un gran desastre, la reacción de los medios de comunicación es unánime e inmediata. Los canales de televisión y de radio suspenden casi inmediatamente sus programaciones para dar información útil y los equipos de rescate, repartidos por todo el territorio, se movilizan muy rápidamente.
Por su parte el responsable principal de la Administración –el alcalde, el gobernador provincial o el primer ministro, según la extensión geográfica y la magnitud– aparece, generalmente al cabo de poco tiempo, en la televisión vestido con ropa de trabajo para ofrecer una imagen de liderazgo y apoyo.
Además, la población está preparada para hacer frente a las emergencias. Las áreas de evacuación a las que hay que acudir en caso de desastre están bien señalizadas y en barrios, centros educativos y lugares de trabajo se realizan periódicamente sesiones informativas y ejercicios en los que participan desde niños pequeños a ancianos. A pesar de estas medidas, los desastres siempre cogen a gente desprevenida y un problema creciente es el de las personas que viven solas, a menudo ancianos que no pueden huir sin ayuda.
Otra asignatura pendiente de Japón es la de la previsión. El país invierte una gran cantidad de esfuerzos y dinero en la investigación de sistemas que permitan detectar los terremotos y las olas gigantescas que se producen en el mar. Todavía no se ha logrado pronosticar los temblores en tierra con suficiente antelación y precisión como para que el aviso sea de utilidad. Más margen dan a veces los tsunamis, aunque aquí el problema es que la repetición de pronósticos que no se confirman produce un efecto de desconfianza en la población.
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