La película de 2013 Eien no Zero (Zero eterno) de Takashi Yamazaki, basada en la novela homónima de Naoki Hyakutaka de 2006, narra la historia de un piloto suicida durante la Segunda Guerra Mundial. Miyabe es un hábil aviador que insiste en su deseo de volver sano y salvo junto a su mujer y su hija, por lo que es acusado de cobarde por muchos de sus compañeros. Finalmente, termina presentándose voluntario para un ataque suicida contra un portaaviones estadounidense.
En Japón tanto la novela como la película generaron controversia entre los que las acusaban de glorificar la guerra y justificar a los kamikaze y aquellos que veían todo lo contrario. Yo me decanto por la segunda opción; no creo que intentar entender las circunstancias que llevan a alguien, en un momento de su vida, a tomar una decisión sea equivalente a condonarla.
La trama se construye a partir de la investigación que hace el nieto de Miyabe, Kentaro, en 2004 para entender las razones que llevaron a su abuelo a inmolarse. Hay una escena en la que los amigos de Kentaro, cuando éste les habla de lo que pretende, le dicen que los pilotos kamikaze japoneses hacían lo mismo que hacen hoy en día los terroristas suicidas, y él reacciona con enfado. También para nosotros las semejanzas son tan evidentes que hemos dado en llamar kamikaze a cualquier atacante suicida, pero siempre es bueno ir más allá de las apariencias.
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