martes, octubre 02, 2007

Bodas japonesas del siglo XXI

2/10/2007 CRÓNICA DESDE TOKIO // JORDI JUSTE Pasear por los grandes santuarios sintoístas reporta a veces la recompensa de presenciar la entrada o la salida de una comitiva nupcial. La visión es siempre impactante, especialmente en Meiji Jingu, el principal recinto sintoísta de Tokio, situado en el corazón de la metrópolis, a poca distancia de Harujuku, la meca de la moda juvenil, y del parque de Yoyogi, donde se dan cita músicos callejeros y estrafalarios aficionados.
La arquitectura sintoísta no es espectacular, ya que busca más la armonía con la naturaleza que el lucimiento de los edificios, al interior de los cuales solo se accede para participar en ceremonias. Por eso, las visitas a los santuarios se parecen más bien a un paseo por un parque. Uno está admirando algún gran árbol sagrado o leyendo las tabletas votivas colgadas por los feligreses cuando de repente se percibe algo especial en el ambiente, las voces se aquietan y las miradas se concentran en el lugar por donde avanza una hilera de personajes con semblante grave que parecen salir del túnel del tiempo. Y siempre hay turistas que se apresuran a aprovechar la ocasión de llevarse un recuerdo fotográfico único.
A la cabeza va un sacerdote con un imponente quimono y tocado con un largo gorro ceremonial, seguido de sus monaguillas, vestidas con falda roja y blusa blanca. En el corazón del cortejo están los contrayentes, la novia con quimono blanco o de colores y el novio con un sobrio hakama, compuesto por una falda pantalón gris y una chaqueta negra. Acompaña a la novia su madre o una amiga para ayudarla a desplazarse con un vestido de seda pesadísimo, que solo permite dar pasitos diminutos. Detrás de los novios puede haber un sacerdote o ayudante sosteniendo una gran sombrilla de papel. Y, finalmente, desfilan los familiares, los hombres con traje negro y camisa y corbata blancas y las mujeres con quimono o vestidas a la occidental, pero con colores poco llamativos. Todos se dirigen al honden, el edificio donde está el altar dedicado a la deidad principal del santuario. Allí, apartados de las miradas curiosas por tabiques de madera que sí dejan escapar las notas de los instrumentos tradicionales, tiene lugar una ceremonia de purificación y luego el rito del compromiso.
Hasta los años 80 estas escenas tenían poco de extraordinario, ya que la mayoría de los japoneses se casaban en algún santuario sintoísta. Sin embargo, la mayoría de las bodas siguen ahora algún rito más o menos cristiano. No importa que menos de un 1% de los japoneses declaren seguir el cristianismo en alguna de sus formas. La mayoría de los novios quieren vivir una boda al estilo de las que aparecen en las películas occidentales, con la novia más en el papel de emperatriz austríaca que de sumisa ama de casa japonesa. Se calcula que las bodas al estilo occidental son aproximadamente un 70%. En muchas ocasiones ni tan siquiera se celebran en iglesias reales o con curas de verdad, sino en las capillas con que cuentan los hoteles o grandes locales de banquetes y presididas por profesores extranjeros de idiomas que los fines de semana se enfundan la sotana y sueltan unos latinajos para sacarse un sobresueldo.

1 comentario:

  1. Anónimo8:48 a. m.

    by gerard:::
    bayaaa kon ke asi se casan los japos hmmm muy bonito yo kisiera kasarame asi , se me hace que le dan un poko de mas importancia al momento ke estan viviendo y no komo al estilo cristiano

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