CRÓNICA DESDE OSAKA // JORDI JUSTE
JORDI Juste
Este año muchos comercios japoneses instalaron las decoraciones de Navidad en pleno mes de noviembre, tal vez para paliar la caída de las ventas por el retraso en la llegada del frío. Lo normal es que a principios de diciembre, en la mayoría de las zonas comerciales del país, el paisaje se parezca al de muchas ciudades del mundo por la profusión de figuras de Santa Claus, árboles de Navidad y objetos deseando Merry Christmas a la clientela. Además, en galerías y grandes almacenes acompaña la música de villancicos, casi siempre en sus versiones inglesas.
JORDI Juste
Este año muchos comercios japoneses instalaron las decoraciones de Navidad en pleno mes de noviembre, tal vez para paliar la caída de las ventas por el retraso en la llegada del frío. Lo normal es que a principios de diciembre, en la mayoría de las zonas comerciales del país, el paisaje se parezca al de muchas ciudades del mundo por la profusión de figuras de Santa Claus, árboles de Navidad y objetos deseando Merry Christmas a la clientela. Además, en galerías y grandes almacenes acompaña la música de villancicos, casi siempre en sus versiones inglesas.
Todo ello sucede a pesar de que menos del 1% de los 127 millones de japoneses se declaran cristianos. Desde la segunda guerra mundial, la Navidad se ha ido consolidando como una especie de celebración satélite de la fiesta verdaderamente importante aquí, el cambio del año.
Las familias que tienen niños pequeños han adoptado la tradición de que Santa Claus les traiga regalos la noche del 24. En muchos hogares hay árboles de navidad (artificiales casi siempre) e incluso se pueden ver bastantes casas con las fachadas iluminadas con lucecitas de colores. La televisión suele programar películas de Hollywood de tema más o menos navideño y en las noticias aparecen referencias a las celebraciones que tienen lugar en el mundo cristiano, pero para la mayoría de japoneses la Navidad no tiene ningún significado religioso o espiritual.
La estrella de la celebración es el christmas cake, un pastel de nata con fresas que cualquier familia que se tenga por normal debe comprar para comer en casa durante la Nochebuena. Lo más curioso es que la mayoría de japoneses tiene asumido que la Navidad es una tradición foránea y por eso muchos se muestran incrédulos cuando se les dice que lo del pastel es cosecha del ingenio comercial de los pasteleros del país. El pastel de Navidad es ya una parte tan sustancial de la cultura popular nipona que hasta hace unos años servía para hacer una metáfora de dudoso gusto sobre la boda de las mujeres japonesas, que se tenía que celebrar antes de los 24 años o ya era casi tan difícil como vender ese postre pasado el 24 de diciembre. Hoy en día, con las mujeres casándose alrededor de los 30 el chiste fácil ha perdido vigencia, pero no así el omnipresente pastel, que se vende en pastelerías, supermercados y tiendas de conveniencia.
Otro clásico son las cenas románticas en hoteles y restaurantes. Entre los jóvenes está tan extendida esa costumbre que muchas chicas confiesan que se emparejan durante el mes de diciembre para no pasar la vergüenza de no tener a nadie con quien vivir la experiencia. Pero lo más sorprendente de la Navidad japonesa sucede precisamente el día 25, jornada que, por supuesto, es laborable. Como por arte de magia, Santa Claus, árboles, villancicos y Merry Christmas desaparecen. El país, que se había disfrazado de cristiano consumista durante casi un mes, se quita la máscara y reaparece el viejo Japón sintoísta, con sus cañas de bambú, sus ramas de pino y sus cuerdas sagradas para preparar la llegada del Omisoka (Nochevieja) y el Shogatsu (Año Nuevo).
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