miércoles, febrero 20, 2008

El país de los griposos enmascarados

19/2/2008 CRÓNICA DESDE KIOTO // JORDI JUSTE
Una pareja de japoneses con máscara en Osaka.
JORDI Juste
No es raro ver reportajes sobre contaminación en cadenas de televisión occidentales en los que se muestra a japoneses con la boca y la nariz tapadas por mascarillas quirúrgicas de color blanco o azul claro. Estas imágenes pretenden ilustrar la gravedad del problema de la polución y cómo los orientales intentan hacerle frente con soluciones individuales. Sin embargo, los japoneses no llevan las máscaras para protegerse de partículas de aire sucio, sino para evitar esparcir en lugares públicos virus como el de la gripe o para prevenir la entrada en las vías respiratorias de partículas de polen, a las que una parte creciente de la población es alérgica.
Al principio de estar en Japón, sobre todo en invierno o en primavera, una de las cosas que más choca a los extranjeros es la cantidad de gente que lleva las mascarillas en cualquier lugar público, como si se hubiera declarado una peligrosa epidemia. Las hay de diversos colores y con estampados que incluyen a varios personajes de dibujos animados, aunque las más abundantes son las lisas de color blanco. También hay variedad en cuanto a las formas y los tamaños, que van desde las que tapan justo las vías de entrada del aire hasta las que cierran toda la parte central de la cara a modo de bozal hermético. Además, algunas incluyen impregnaciones que desprenden un olor mentolado y que se supone que sirven para dilatar los bronquios y para mantener humedecidas las vías respiratorias.
Muchos japoneses desconocen que el uso generalizado de las mascarillas para evitar la propagación de la gripe está restringido a Japón y algún otro país de la zona, y se sorprenden de que en otros continentes los enfermos no eviten por este sistema que sus gérmenes asalten a otras personas a través de la tos o la simple respiración. Su incredulidad se debe en parte a que aquí una persona tiene que estar muy enferma para quedarse en casa, y si tiene unas décimas de fiebre generalmente acude a la escuela o al trabajo, a menudo en medios de transporte abarrotados. Además, en la cultura japonesa tradicional domina una obsesión por no causar molestias a los demás y la mascarilla sirve para avisar a los que están alrededor del peligro de contagio que conlleva acercarse al enmascarado.
A parte de tener ese carácter altruista de protección y aviso al prójimo, las máscaras evitan que el aire frío y seco entre directamente en la boca y en la nariz y ofrecen una sensación de protección a personas vulnerables por su físico frágil o a aquellos que no pueden permitirse ser víctimas de la gripe. En este grupo se encuentran los centenares de miles de estudiantes que en estos días preparan sus exámenes de ingreso en escuelas y universidades. Aprovechando su temor a sucumbir a los virus, este año un conocido fabricante ha repartido gratuitamente mascarillas a casi 5.000 alumnos de sexto de primaria de Tokio y Osaka que estudian en centros especiales de repaso para las pruebas de acceso a escuelas secundarias de prestigio. Con esta campaña la empresa reconoce tener la esperanza de estar asegurándose una clientela regular para el futuro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario