La señora Nozaki y su grupo. JJuste
A muchos extranjeros les sorprende ver lo limpio que está el suelo en los lugares públicos en Japón. Especialmente al ver la escasez de papeleras en las calles. Si uno compra una lata de bebida en una de las abundantes máquinas, posiblemente solo podrá deshacerse de ella de un modo cívico en los contenedores que encontrará junto a cualquier otro aparato expendedor. Para papeles y plásticos no queda a veces más remedio que llevárselos a casa y tirarlos junto a la basura doméstica. Y en cuanto a las colillas, lo mejor es usar los ceniceros que hay en los espacios reservados para fumar o llevar encima uno de los ceniceros portátiles que se venden.
A muchos extranjeros les sorprende ver lo limpio que está el suelo en los lugares públicos en Japón. Especialmente al ver la escasez de papeleras en las calles. Si uno compra una lata de bebida en una de las abundantes máquinas, posiblemente solo podrá deshacerse de ella de un modo cívico en los contenedores que encontrará junto a cualquier otro aparato expendedor. Para papeles y plásticos no queda a veces más remedio que llevárselos a casa y tirarlos junto a la basura doméstica. Y en cuanto a las colillas, lo mejor es usar los ceniceros que hay en los espacios reservados para fumar o llevar encima uno de los ceniceros portátiles que se venden.
Es cierto que los japoneses echan pocas cosas al suelo. Pero otra explicación de la limpieza es que la basura se recoge. En estaciones, universidades, centros comerciales y otros edificios públicos el personal de limpieza es abundante y meticuloso. Además, los comercios no han perdido la sana costumbre de barrer el trozo de calle frente al lugar que ocupan. Los barrenderos municipales son casi inexistentes, pero en muchos barrios se organizan salidas de voluntarios para recoger basura, arrancar malas hierbas o retirar las hojas muertas en otoño.
Lo escrito hasta aquí es la cara de la moneda, la única que alcanzan a ver la mayoría de visitantes. Desgraciadamente, a poco que se adentre uno por carreteras de montaña o por la orilla de ríos alejados de los centro históricos, verá una realidad bien distinta. En la misma ciudad de Kioto, a pocos minutos del Templo Dorado hay una hermosa carreterita de montaña infestada de vertederos ilegales donde muchos desaprensivos se dedican a arrojar electrodomésticos y muebles viejos.
Para lo bueno y para lo malo, Japón es un país en el que mucha gente actúa sin hacer ruido. Igual que hay desalmados que aprovechan lugares apartados para ensuciar, también hay individuos que, sin pedir nada a nadie, salen a pasear con unos guantes de trabajo, unas pinzas largas y una bolsa de plástico y aprovechan el ejercicio para recoger la basura.Una de estas personas es la señora Nozaki. Ella lleva tiempo paseando junto al río Obata y llenando bolsas de basura. Un día decidió formar el grupo de voluntarios Nankin-haze para unir fuerzas y poder limpiar más a fondo. Ahora, un sábado al mes se juntan unas 30 personas y en tres horas recogen más de 100 kilos de basura en poco más de un kilómetro de río. "Si se preguntase a los japoneses si está bien tirar basura al río, seguro que todos dirían que no, pero el río está lleno de basura. Tal vez el ayuntamiento podría hacer más, pero tendríamos que pagar más impuestos", explica Nozaki.
La acción de Nankin-haze tiene además la función de concienciar de la importancia de respetar la naturaleza. La señora Shimizu, una profesora de escuela jubilada que forma parte del grupo, explica que un exalumno se le acercó recientemente para darle las gracias por invitarlo a participar y le dijo: "Si no hubiera sido por usted, yo ahora estaría jugando en casa con unos videojuegos y no sabría lo divertido e interesante que es el río".
Es realmente importante y digno de alabar e imitar lo que hace ese grupo de japoneses.
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