El año 2009 es en Japón el año 21 de la era de Heisei; es decir, del reinado del emperador Ahi Hito. Esto significa que en el 2008 cumplió los 20 años y alcanzó la mayoría de edad, la primera generación de japoneses nacidos en la era actual. En concreto fueron 1.330.000 nuevos adultos, la cifra más baja de las dos décadas, un dato que recuerda la tendencia al envejecimiento de la sociedad japonesa, debido a la combinación de una altísima esperanza de vida con un bajísimo índice de natalidad.
La entrada en la edad adulta se celebra en todo el país con ceremonias organizadas por los ayuntamientos el segundo lunes de enero, seijin no hi (día de los nuevos adultos), que es festivo nacional. Los jóvenes acuden a los actos, presididos por las autoridades locales, vestidos formalmente. Una gran mayoría de chicas van con quimono y los chicos, normalmente, con traje occidental. Se trata de eventos muy serios, con discursos de los alcaldes y de los representantes de los jóvenes, que muchos soportan estoicamente esperando que terminen rápido para poder reunirse con sus antiguos compañeros de escuela, sacarse infinidad de fotos e irse a beber. Sin embargo, ya casi forma parte de la tradición que, en muchas de las ceremonias, los más alborotadores de cada generación lleguen borrachos y saboteen los discursos de las autoridades.
En Kioto, ciudad de más de un millón de habitantes, la ceremonia reunió este año a 10.000 nuevos adultos en dos sesiones marcadas, como siempre, por el afán local de resaltar su condición de antigua capital y custodia de las tradiciones. El alcalde, vestido con hakama (quimono de dos piezas) lo recordó en su discurso, y los actos se abrieron con la actuación de un grupo de wadaiko (tambores japoneses). Las medidas de seguridad hicieron que los jóvenes con ganas de armar jaleo se tuvieran que conformar con exhibirse frente al pabellón donde se celebraban los actos.
A los actos, organizados por el Ayuntamiento, solo se puede asistir con invitación, pero mucha gente acude a la puerta para ver a los jóvenes. Como en casi todas las celebraciones japonesas, no falta una considerable cantidad de fotógrafos, aficionados locales con equipos que son la envidia de muchos profesionales extranjeros, a la caza de las chicas con aspecto más espectacular. Un gran número luce peinados sofisticados y la mayoría lleva un quimono conocido como furisode, cuyas mangas son tan anchas que casi tocan al suelo y que solo pueden vestir las solteras, por lo que muchas mujeres no se lo ponen más que ese día y para su graduación universitaria. También se pueden ver a jóvenes pertenecientes a la minoría coreana con su vestido tradicional, el chima jeogori.
Tampoco pierden la ocasión los partidos políticos, que acuden con camiones con la parte superior convertida en estrado a ganarse a los nuevos votantes. De vez en cuando resurge en Japón el debate sobre si hay que rebajar la edad mínima para votar a los 18 años pero, a juzgar por el poco interés que muestran los nuevos adultos, no parece que se trate de una demanda urgente de los supuestos interesados.
La entrada en la edad adulta se celebra en todo el país con ceremonias organizadas por los ayuntamientos el segundo lunes de enero, seijin no hi (día de los nuevos adultos), que es festivo nacional. Los jóvenes acuden a los actos, presididos por las autoridades locales, vestidos formalmente. Una gran mayoría de chicas van con quimono y los chicos, normalmente, con traje occidental. Se trata de eventos muy serios, con discursos de los alcaldes y de los representantes de los jóvenes, que muchos soportan estoicamente esperando que terminen rápido para poder reunirse con sus antiguos compañeros de escuela, sacarse infinidad de fotos e irse a beber. Sin embargo, ya casi forma parte de la tradición que, en muchas de las ceremonias, los más alborotadores de cada generación lleguen borrachos y saboteen los discursos de las autoridades.
En Kioto, ciudad de más de un millón de habitantes, la ceremonia reunió este año a 10.000 nuevos adultos en dos sesiones marcadas, como siempre, por el afán local de resaltar su condición de antigua capital y custodia de las tradiciones. El alcalde, vestido con hakama (quimono de dos piezas) lo recordó en su discurso, y los actos se abrieron con la actuación de un grupo de wadaiko (tambores japoneses). Las medidas de seguridad hicieron que los jóvenes con ganas de armar jaleo se tuvieran que conformar con exhibirse frente al pabellón donde se celebraban los actos.
A los actos, organizados por el Ayuntamiento, solo se puede asistir con invitación, pero mucha gente acude a la puerta para ver a los jóvenes. Como en casi todas las celebraciones japonesas, no falta una considerable cantidad de fotógrafos, aficionados locales con equipos que son la envidia de muchos profesionales extranjeros, a la caza de las chicas con aspecto más espectacular. Un gran número luce peinados sofisticados y la mayoría lleva un quimono conocido como furisode, cuyas mangas son tan anchas que casi tocan al suelo y que solo pueden vestir las solteras, por lo que muchas mujeres no se lo ponen más que ese día y para su graduación universitaria. También se pueden ver a jóvenes pertenecientes a la minoría coreana con su vestido tradicional, el chima jeogori.
Tampoco pierden la ocasión los partidos políticos, que acuden con camiones con la parte superior convertida en estrado a ganarse a los nuevos votantes. De vez en cuando resurge en Japón el debate sobre si hay que rebajar la edad mínima para votar a los 18 años pero, a juzgar por el poco interés que muestran los nuevos adultos, no parece que se trate de una demanda urgente de los supuestos interesados.
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