16/5/2007 IMPACTO DE UNA PROPUESTA SINGULAR EN EL LEJANO ORIENTE
• La campaña mundial 'Abrazos gratis' recala en las principales ciudades de Japón, el país donde el saludo habitual es la reverencia
• La iniciativa se ha extendido por internet
JORDI JUSTE.TOKIO
Cualquier fin de semana o día festivo se los puede ver en Harajuku (Tokio), Shinsaibashi (Osaka), Okazaki (Kioto) y en muchas otras áreas recreativas de las principales ciudades de Japón. Suelen ser chicos o chicas veinteañeros que van en grupos reducidos, blandiendo letreros que rezan Free Hugs (abrazos gratis) y escrutando, con una sonrisa de oreja a oreja, a los viandantes, en busca de almas dispuestas al contacto pecho contra pecho con un desconocido.Se trata de los seguidores japoneses de una campaña que se ha extendido por todo el mundo, gracias a internet y, en particular, a Youtube, la popular página de intercambio de vídeos, donde se pueden encontrar muchos ejemplos locales de abrazadores desinteresados.
Sin ánimo de lucro
Los abrazadores japoneses dejan claro que su acción es anónima y que no esconde ninguna pretensión comercial, aunque afirman que más de un viandante les ha preguntado si están haciendo publicidad de algún negocio relacionado con el sexo. Una abrazadora de unos 25 años explica que el efecto de su acción se ve inmediatamente. "No solo sonríe la gente a la que abrazas, sino también la que pasa por al lado y lo ve", cuenta con satisfacción, antes de reconocer que no todos los que pasan ven la acción con buenos ojos.
En Harajuku, en una gran acera que hay sobre la autopista, entre la calle Omotesando, la preferida por los jóvenes con interés por la moda, y el acceso al santuario sintoísta Meiji Jingu, los abrazadores, vestidos algunos con llamativos disfraces, esperan pacientemente a sus medias naranjas sin salirles al encuentro.
Al parecer la iniciativa de la campaña Free Hugs parte de un australiano que se hace llamar Juan Mann (porque, en inglés, ese nombre suena como "un hombre") y pretende mostrar cómo esta muestra desinteresada de afecto puede hacer sentirse mejor a la gente en sociedades donde la información cada vez es más abundante a la vez que escasea más la comunicación interpersonal. "Todo el mundo tiene problemas y seguro que los míos no se pueden comparar. Pero ver sonreír a una persona que estaba frunciendo el ceño, aunque solo sea por un instante, merece cada vez la pena", afirma Mann en la página oficial de la campaña en internet.
Poca gente informada pondría en duda que Japón es uno de esos países donde muchas personas viven cada vez más faltas del calor de sus congéneres. Sin embargo, que la iniciativa de dar muestras calurosas de afecto por las calles tenga algún éxito, por mínimo que sea por el momento, no deja de ser una sorpresa en este país.
Alos niños y en el fútbol
En realidad, que dos japoneses se abrazasen por la calle ya sería por sí solo una noticia. En Japón, con la excepción quizá de las celebraciones de los goles en la liga de fútbol profesional, el abrazo es una acción reservada a la intimidad de la alcoba. Las parejas japonesas no se abrazan ni delante de sus hijos. A los niños sí se los abraza, pero solo cuando son muy pequeños, y raramente delante de extraños."Los japoneses también se abrazan en la niñez, pero llega un momento en que los padres dejan de hacerlo", recuerda un joven abrazador, con la aparente esperanza de que sus compatriotas hagan una recesión a la infancia.
Con lo escrito hasta aquí, algún lector puede estar pensando que los japoneses nunca se tocan en público. Lo cierto es que no lo hacen voluntariamente, o no con consentimiento mutuo, pero muchos sí por obligación, en los trenes y metros abarrotados con los que cada día acuden millones de ellos a su trabajo o centro de estudios, y donde no escasean los que aprovechan la ocasión para tocar más de lo permitido.
Normas no escritas
Aparte de esas aglomeraciones, los japoneses apenas se tocan. Darse la mano se ha convertido en una acción relativamente normal en el mundo de los negocios, pero todavía sigue siendo la reverencia la forma normal de saludarse y existen unas normas no escritas que marcan incluso el grado de inclinación de la cabeza según la ocasión y la posición social de las personas involucradas.
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