martes, agosto 31, 2021

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Tokio 2020 (en 2021), los Juegos de la resignación

Tenían que ser unos Juegos Olímpicos para sacar pecho, para mostrarle al mundo que Japón se había recuperado del mazazo del tsunami y del accidente nuclear de Fukushima de marzo de 2011. Y, en cambio, serán las olimpiadas de la resignación, aplazadas por primera vez en la historia y con la mayoría de la población anfitriona deseando que se vuelvan a aplazar o se cancelen definitivamente. Ya no hay marcha atrás y, a menos que se produzca otra catástrofe —cosa que en Japón nunca se puede descartar— el pebetero del estadio olímpico se encenderá el próximo día 21, un año después de la fecha inicialmente prevista.

«La ciudadanía de Tokio está en contra de la celebración. Dicen que existe la posibilidad de que la cantidad de personas infectadas aumente con la llegada de tantos atletas desde el extranjero; y que, en este momento, no tienen ganas de disfrutar de un festival como los Juegos. Yo, como persona que sintió en su piel la emoción previa al Mundial de fútbol de 2002, no puedo creer que vayan a empezar dentro de unos días»,explica Shingo Sugawara, periodista deportivo de la cadena JSports.

Sugawara tiene 44 años, pero el sentimiento es parecido entre los jóvenes. «Antes de la pandemia, todo el mundo hablaba de los Juegos: de la lotería para conseguir entradas, de ir a visitar las obras del estadio... Estábamos muy ilusionados", explica Shunsuke Nakamura, de 25 años, que actúa como DJ con el nombre Joii Hill en clubs del distrito de Shibuya. «Después del aplazamiento, la gente fue perdiendo interés. Y ahora solo se oyen comentarios negativos como '¿En serio se van a hacer?' o '¿Se van a poder contener los contagios?'», añade antes de manifestar su pesimismo: «No creo que los Juegos vayan a ser un éxito. Mucha gente ha trabajado para prepararlos, y tengo la sensación de que su esfuerzo habrá sido un desperdicio»

La oposición de la mayoría de tokiotas es pasiva y se expresa solo en conversaciones privadas o encuestas de opinión. En la publicada en el periódico Asahi Shinbunel 17 de mayo, un 46 % de los ciudadanos de la capital se mostraban partidarios de la cancelación definitiva, un 30 % de un nuevo aplazamiento y solo un 21 % de que los Juegos se celebren este verano. 

A pesar de la tradicional resistencia nipona a mostrar desacuerdo en público, durante los últimos meses se han convocado manifestaciones para reclamar la cancelación. La más significativa congregó a cientos de personas el 23 de junio frente a la sede del gobierno provincial, donde se pudieron ver pancartas que destacaban la contradicción de celebrar, en plena pandemia, un evento al que llegaron a calificar de «Satsujin Gorin», es decir, olimpiada asesina.

Paralelamente, en mayo se lanzó la campaña de recogida de firmas Cancel The Tokyo Olympics to Protect our Lives, liderada por el abogado Kenji Utsunomiya, que advirtió que «si se celebran los Juegos, tendrán que desviarse recursos médicos de gran importancia». Por su parte, la Asociación de Médicos de Tokio, que agrupa a unos 6.000 profesionales, dirigió una carta a los organizadores en la que se explica por qué el evento no debería celebrarse: "Los virus se expanden mediante el movimiento de la gente. Japón tendrá una gran responsabilidad en el incremento de infectados y de muertes".

La pandemia ha tenido una incidencia menor que en otros países, tanto en número de infectados como de víctimas mortales, aunque hay que tomar estas estadísticas con cierto escepticismo por la escasa realización de pruebas PCR y la reticencia de los japoneses a reconocer que están enfermos y coger la baja. El número oficial de infectados es de algo más de 800.000, con casi 15.000 muertos, en una población de 125 millones de habitantes. Sin embargo, en las últimas semanas, el número de casos ha aumentado de forma exponencial. También se ha acelerado la vacunación, pero la proporción de vacunados (29 %) sigue por debajo de lo que cabría esperar. Más allá de los números, el principal problema es que el sistema sanitario se basa en los hospitales privados, reacios a ingresar a enfermos de covid para no perjudicar al resto de su actividad. 

Sin aficionados

En marzo la situación obligó a anunciar que los Juegos se celebrarán sin aficionados extranjeros. En junio se decidió que solo se ocuparía el 50 % del aforo de las sedes, con un máximo de 10.000 espectadores en las de mayor capacidad.

Tampoco se espera ambiente olímpico en la ciudad. Solo pueden ir a Japón atletas, periodistas y otras personas acreditadas. A todos se les conminará a permanecer en sus lugares de alojamiento y salir solo para lo estrictamente necesario. Aunque salgan, la población local no parece dispuesta a arriesgar su salud para confraternizar.

«Lo que normalmente se sentiría en un país que va a celebrar unas olimpiadas, como ilusión, alegría de recibir a gente de fuera, ambiente internacional..., no lo noto, siento que la gente está más pendiente de los casos de covid, que aumentan a medida que van llegando los atletas», explica Midori López, coordinadora de publicidad en Barcelona. Ella ha podido visitar a la familia gracias a su pasaporte japonés, pero ha pasado un calvario de trámites y controles antes de llegar a destino. 

Tampoco percibe entusiasmo Sergio Nespral, de Ponferrada, que trabaja en la Cámara de Comercio de España. «Estaba ilusionado, pero, hoy por hoy, creo que no va a haber diferencia entre estar en España, viendo los Juegos por la tele, y estar en Tokio. No habrá turistas, habrá muy poco público en los estadios, conseguir una entrada será casi más difícil que en condiciones normales, los atletas estarán recluidos en sus respectivas burbujas y se ha anunciado la cancelación de los public viewing». 

El impacto económico 

La ausencia de aficionados y las medidas para adaptarlo a la pandemia supondrán una carga negativa extra en el balance del evento. Pero son un mal menor comparado con su cancelación definitiva. Según el Nomura Reasearch Institute, esta supondría para Japón una pérdida de 14.000 millones de euros, el 0,33 % del PIB.

En diciembre, los organizadores anunciaron que el coste total sería de 13.000 millones de euros (Río 2016 costó 11.000 millones; Londres 2012, 12.000 millones). Estas cifras no incluyen todo lo que se ha gastado, ya que a veces es difícil discernir si una inversión se habría producido sin los Juegos. El Kaikeikensain, organismo  encargado de fiscalizar el gasto del gobierno, suma 8.000 millones de euros adicionales, a los que hay que añadir los 6.000 que el gobierno provincial anunció para «proyectos directa e indirectamente relacionados con los Juegos». En total, 27.000 millones de euros.

«Se ha realizado una gran inversión para albergar los Juegos. Ya no es posible que se recupere toda, pero sí parte de ella, siempre y cuando se celebren», opina Hajime Takiguchi, productor de la cadena WOWOW, responsable de la señal del tenis, que añade otra de las claves para que las Olimpiadas sigan adelante: «si no se celebran, el COI no obtiene ingresos, así que posiblemente no han contemplado la opción de cancelarlos». Se calcula que más de un 90 % de los ingresos del COI proviene de la venta de derechos de emisión.

Otra fuente de ingresos es la venta de entradas. Se habían presupuestado en unos 670 millones de euros, pero la cifra se quedará en nada. Además, los Juegos tenían que suponer un impulso para la economía mediante el incremento de la llegada de turistas, tanto para presenciar el evento como atraídos por la gran campaña publicitaria que representan. Japón acogió en 2019 a casi 32 millones de visitantes, y aproximadamente la mitad pasaron por la capital. 

La importancia de la imagen

La esperanza en que los Juegos mejoren la reputación de Japón es un punto de coincidencia entre los que apoyan la celebración. Como Fumiko Kato, directora general de WAmazing, agencia especializada en viajes por Japón para extranjeros. «Aunque los Juegos se hagan sin público, aunque a última hora se declare el estado de emergencia, quedarán grabados en la memoria mundial como 'especiales, únicos'», justifica Kato,que se muestra optimista con el resultado final:«Desde el sector turístico, queremos sacar el máximo provecho para la marca Japón. Mediante la televisión, esperamos llegar a todo el mundo y volver a atraer a visitantes impresionados con Tokio».

También defiende los Juegos Masahiro Yamamoto, empresario del sector de la alimentación:«no será posible recuperar directamente la inversión de capital y los gastos, el balance económico será negativo; pero servirán para que Tokio se promocione en todo el mundo; así que, si la llegada de visitantes se recupera después de la pandemia, el resultado acabará siendo positivo».

Más escéptico se muestra Takeshi Kawauchi, de 82 años, vinculado durante más de medio siglo a la telefónica NTT, donde entró en 1963, un año antes de los primeros Juegos de Tokio. Kawauchi recuerda la ilusión de 1964: «... los Juegos que experimenté fueron una época en la que Japón en su conjunto se inundó de energía joven». Más allá de la pandemia, esgrime razones para la desgana actual: «Ahora hay mundiales para cada deporte, y por la tele siempre se puede ver alguno. La emoción de las competiciones es extremadamente baja en comparación con 1964». Con todo, avisa de que la opinión de los japoneses es volátil: «Entonces también hubo oposición antes de la celebración, pero luego un 89,9 % dijo que habían sido un gran éxito».

Yuko Oda, profesora de costura tradicional japonesa, admite que ya es demasiado tarde para cancelar:«tendrían que haber tomado una decisión antes. Ya solo espero que terminen sin problemas». En 1964, Oda tenía 20 años, y recuerda el evento como «una gran celebración». «La tele entró en todos los hogares y aprendimos que el deporte era divertido», explica.«Esta vez, antes de la pandemia, estaba ilusionada. Cuando se decidió que se harían en Tokio, pensé que resucitaría la revitalizante sensación del 64. Pero ahora mi único sentimiento es de preocupación», reconoce con resignación.

 

 

Yoshihide Suga (72)

Primer ministro desde septiembre de 2020. Le ha tocado liderar el país durante la pandemia y la celebración de unos Juegos cuya organización ya seguía de cerca como jefe de gabinete de Shinzo Abe. Muestra poca paciencia con la oposición y con las preguntas de los periodistas.  Se le critica que no haya explicado claramente por qué no hay más remedio que celebrar los juegos.

Shinzo Abe (66)

Nieto e hijo de primer ministro y ministro, tenía que ser recordado por liderar el Japón que se recuperó del tsunami y el desastre nuclear de 2011. Los Juegos tenían que ser la guinda en su carrera. Pero se vio obligado a dimitir —por segunda vez— el año pasado, oficialmente debido a problemas de salud, que no escondieron que estaba asediado por diversos casos de corrupción.

Yuriko Koike (68)

Es la gobernadora de Tokio desde 2016. Tiene una larga carrera como política, y anteriormente como periodista e intérprete de árabe. Ha sabido mantener un alto índice de popularidad en los peores momentos de la pandemia, por lo que se hablaba de ella como futura primera ministra. El 30 de junio fue dada de alta después de una semana ingresada en un hospital por una crisis de fatiga.

Seiko Hashimoto (56)

Nació en 1964 y le pusieron Seiko por la similitud con seika,llama sagradaen japonés. Hizo su debut olímpico en patinaje de velocidad en Sarajevo 1984, y participó en Calgary 1988, Albertville 1992 (ganó el bronce) y Lillehammer. Como ciclista de velocidad, participó en Seúl 1988, Barcelona 1992 y Atlanta 1996. Está en política desde 1993. En 2019 la eligieron ministra encargada de Tokio 2020, y en 2021 sustituyó a Yoshiro Mori como presidenta del Comité Organizador de los Juegos. 

Yoshiro Mori (83)

Es una de las caras fijas de la política japonesa del último medio siglo. En abril de 2000 fue elegido primer ministro para sustituir a Keizo Obuchi cuando este sufrió un derrame cerebral. Un año después, tuvo que dimitir acosado por una bajísima popularidad ganada a base de constantes meteduras de pata. Se mantuvo como parlamentario hasta 2012. En 2014 fue elegido presidente del comité organizador de Tokio 2020, pero en 2021 se vio obligado a dimitir por decir que las mujeres hablan demasiado en las reuniones.


 


 

miércoles, noviembre 09, 2016

El yakuza que inspiró a Bob Dylan




La concesión del Nobel de literatura a Bob Dylan ha servido para recuperar el endémico tema de los límites entre inspiración y plagio en la creación artística. La obra del cantautor de Minnesota está repleta de referencias explícitas a otros artistas, de homenajes y hasta de préstamos literales. Unas veces se trata de compases, otras de frases enteras incrustadas en las letras de sus canciones. Y no siempre han merecido el reconocimiento explícito de Dylan a sus deudores.
Las listas de acreedores de la inspiración de Dylan elaboradas por los conocedores de su obra son diversas, pero suelen coincidir en algunos autores, entre los que destacan Woody Guthrie, Jack Kerouac, Allen Ginsberg, William Burroughs, William Blake, Bertolt Brecht, Arthur Rimbaud, Ezra Pound, Lev Tolstoi y Junichi Saga. Los nueve primeros son conocidos por gran cantidad de lectores en todo el mundo; el último no es famoso ni entre los amantes de la literatura japonesa. Y, sin embargo, Saga es uno de las fuentes más indiscutibles de las que ha bebido Dylan.
Junichi Saga
Junichi Saga es un médico rural jubilado con sensibilidad y talento literario. En Memorias de un yakuza nos relata sus conversaciones con Eiji Ijichi, padrino de una familia clásica de la mafia japonesa dedicada al juego ilegal. El personaje tiene tanta fuerza que podría ser una creación ficticia, pero no lo es. Ijichi nos atrapa con su propio carácter y nos presenta un elenco de personajes secundarios de gran interés que pasan por su vida: otros jefes de la yakuza, esbirros, jugadores empedernidos, policías, carceleros, mineros revolucionarios, militares, fiscales despiadados, bandidos, asesinos de alma cándida, vendedores ambulantes, comerciantes ricos y pobres, barqueros, estibadores, jornaleros, traficantes de droga, geishas, hijas de buena familia, carabinas, concubinas, prostitutas, camareras, prestamistas, adivinos, vividores...
Se trata de un mundo fascinante y bastante apartado de la imagen de la yakuza que han forjado la literatura y el cine. El moribundo Ijichi no es un asesino despiadado. Tampoco un bandido arrepentido. Simplemente es una persona consciente de haber tenido una vida excepcional. Y que la cuenta con autenticidad, sin ganas de embellecerla ni de justificarla. Eso es lo que atrapa de un libro repleto de frases memorables que suenan con naturalidad. Tantas que es fácil imaginarse a un gran lector como Dylan doblando sus páginas, subrayando frases y añadiendo comentarios al margen. Su uso posterior en su álbum Love and Theft es innegable, más allá de que se pueda considerar legítimo o espurio desde un punto de vista artístico.
Love and Theft     
Love and Theft es el álbum número 43 en la discografía de Dylan. Apareció en 2001 y fue bien recibido por la crítica especializada. David Fricke dijo en el resumen del año para la revista Rolling Stone que «la agresiva claridad de Dylan en Love and Theft es el arte de un hombre embravecido, no amenazado, por la edad y la crisis»; y añadía que su sonido, «en una nación de repente redefinida por la pérdida» (estamos en la América del 9/11), era «un gran consuelo, inspiración y entretenimiento».
Nadie habló entonces de Junichi Saga. Tuvieron que pasar un par de años para que Chris Johnson, un profesor de inglés originario también de Minnesota y residente en Japón, leyera Confessions of a Yakuza, la traducción de John Bester de Asakusa bakuto ichidai. Al parecer, a Johnson, fan de Dylan, le llamó la atención la descripción que el protagonista hace de su padre en una de las primeras páginas del libro: «My old man would sit there like a feudal lord». Rápidamente le recordó la frase «My old man, he’s like some feudal lord» que aparece en el tema Floater, del álbum de su paisano.  A partir del hallazgo, Johnson se dedicó a escrutar el álbum y el libro en busca de otras semejanza y llegó a identificar hasta doce bastante obvias que hizo públicas en la página web Dylanchords.
Deuda no reconocida
El descubrimiento tuvo repercusión en algunos medios japoneses y estadounidenses, generó la polémica que todavía dura y sirvió para que se relanzara el interés por la obra de Saga. Dylan nunca ha querido comentar específicamente el caso. Mikal Gilmore se lo planteó explícitamente en la entrevista que le hizo en 2012 para Rolling Stone, pero el cantante respondió de forma genérica, explicó que la cita es algo común en el mundo de la música y trató de cobardes a los que le acusan de plagio.

El doctor Junichi Saga admitía ya en 2003 al Wall Street Journal que le gustaría que Dylan reconociera su influencia. También que no tenía ninguna intención de demandarlo. Al contrario, Saga siempre se ha mostrado «halagado» por el uso que Dylan hizo de Memorias de un yakuza en Love and Theft. Seguramente, sin este disco, el relato de la vida del oyabun Eiji Ijichi habría pasado sin pena ni gloria, nos hubiéramos perdido un libro excelente y casi nadie sabría quién es Junichi Saga. Dylan y Saga tienen deudas cruzadas. El doctor ha reconocido la suya, esperemos que el cantautor no tarde en hacerlo (ambos tienen ya 75 años).

martes, julio 19, 2016

Los samuráis enseñan historia de Japón.


Ya he podido leer el excelente Historia de los samuráis, del profesor Jonathan López-Vera, autor de la web http://www.historiajaponesa.com. Es un libro que recomiendo a todos los interesados en la historia de Japón, no sólo a los que se sientan atraídos por la figura de la clase guerrera. Los bushi son el pivote alrededor del cual giran los acontecimientos de la vida del país, pero el autor les da justo la importancia que tienen, basándose en datos y en lo aceptado por la comunidad académica internacional. Es un libro riguroso, pero no sólo para eruditos. Se le nota la voluntad pedagógica y está bien escrito. Dicho de otro modo, es una lectura agradable y con la que se aprende. Se puede comprar directamente en Satori: http://satoriediciones.com/libros/historia-de-los-samurais/.

lunes, marzo 07, 2016

Fútbol, comunicación, pancartas y glocalización

Fútbol, comunicación, pancartas y glocalización

La globalización del fútbol es un fenómeno de especial interés desde el punto de vista de la comunicación. El FC Barcelona y el RCD Espanyol de Barcelona sirven para explicar la importancia de la comunicación en la repercusión mundial de dos entidades deportivas de origen local. 
El último derbi entre el Espanyol y el Barça será recordado, probablemente, como el de las pancartas, una forma de comunicación más o menos espontánea, poco estudiada y posiblemente condenada a la marginalidad por el exceso de celo. La afición del Estadio del RCD Espanyol Cornellà-El Prat exhibió varias, y no todas eran ofensivas. Entre las que no lo eran, había dos referidas al origen de los fundadores de los dos clubes, suizos los culés, catalanes los pericos. Lo cierto es que entre los aficionados al deporte que en 1899 crearon el Football Club Barcelona había extranjeros y catalanes; en cambio, los fundadores, en 1900, de la Sociedad Española de Football eran catalanes o de otras partes de España. Eran los tiempos en que el fútbol era sólo un juego, expandido siguiendo la estela del poder británico y que apenas comenzaba a institucionalizarse en Cataluña. 

Con el paso de los años, a uno y otro club se le fueron sumando aficionados locales, primero como practicantes y luego como espectadores. El fútbol fue creciendo en importancia social y cada entidad fue asumiendo una significación diferente, marcada tanto por los propios actos como por la interpretación que la sociedad fue haciendo de los mismos. En este sentido, no se puede ignorar la carga simbólica asociada al nombre de uno u otro club: no es lo mismo llevar el nombre de la capital de Cataluña que recordar con el nombre que ésta forma parte de España. 

En las últimas décadas, el fútbol no sólo se ha globalizado, sino que se ha convertido en un ejemplo paradigmático del aumento de la interconexión real y de la conciencia del mundo como lugar compartido por toda la humanidad. Aunque de forma desigual en unos y otros países, el fútbol es ahora un fenómeno social importante que afecta a casi todo el mundo. Y si es así es gracias a la comunicación. Quizás es una obviedad pero, desde el punto de vista de la comunicación, conviene recordarlo. En Barcelona contamos con dos clubes que son claros ejemplos de cómo lo local y lo global se afectan mutuamente. Nos interesa explotar esta circunstancia y convertir la comunicación en el eje de una investigación académica sobre la globalización y el fútbol que, aun así, conviene que sea multidisciplinaria. 

Hasta ahora, la investigación de la globalización en general y del fútbol en particular se ha llevado a cabo, sobre todo, desde la sociología. En el caso del deporte, destaca la aportación de Robertson y Giulianotti que, en el artículo que lleva por título The globalization of football: a study in the glocalization of the 'serious life', sitúan el deporte como "epicentro de los procesos de globalización contemporáneos" y utilizan el concepto de glocalización para referirse a transformaciones locales, al desarrollo de identidades particulares y a las diversas formas de organización institucional, en este caso, del fútbol. A Giulianotti le debemos, además, el artículo que, bajo el título Supporters, followers, fans, and flâneurs: a taxonomy of spectator identities in football, propone una de las clasificaciones más exitosas de los aficionados, en la que sitúa las cuatro categorías en un eje en que los supporters son los más ligados a las tradiciones y los clubes locales y los flâneurs son los más desligados de lo local y orientados al consumo. 

La comunicación juega un papel fundamental en la relación de todos los aficionados con su equipo favorito, diferente según el vínculo que mantengan: no es el mismo en el caso del abonado que ve los partidos directamente en el estadio que en el del espectador situado en otro continente y que sólo los puede ver por televisión. En todo caso, en el fútbol globalizado, los equipos profesionales no pueden permitirse renunciar a ningún tipo de aficionado; y para encontrarlos, atraerlos, hacérselos suyos o conservarlos, la comunicación es esencial. 

En los últimos años, el FC Barcelona ha sido uno de los clubes más exitosos del mundo en sumar y mantener followersfans y flâneurs sin perder a sus supportersnaturales. La última fase de la globalización, la que ha convertido el fútbol de élite europeo en un espectáculo mundial, ha coincidido con una etapa exitosa del equipo, que ha sabido comunicar al mundo la idea de una identidad deportiva basada en un estilo de juego caracterizado tanto por la efectividad como por la belleza. Sin renunciar a su identidad sociocultural, el FC Barcelona ha sabido abrirse al mundo, tal como ejemplifica su página web multilingüe. Actualmente, el Barça tiene más adeptos fuera que dentro de Cataluña y también depende en gran medida de los ingresos que obtiene en el extranjero, pero sigue siendo un club que pertenece a sus socios, mayoritariamente catalanes. 

Por su parte, el RCD Espanyol de Barcelona pertenece ahora, mayoritariamente, a un ciudadano chino. En cambio, no ha sido capaz, de momento, de dar el salto que requiere competir en el fútbol global, a pesar de realizar algún intento de entrar a vender su marca en mercados extranjeros de aficionados, como el fichaje de Shunsuke Nakamura en 2009, decidido más con criterios de marketing que deportivos. Además del capital, al Espanyol de Barcelona hasta ahora le ha faltado una idea futbolística que pueda resultar atractiva tanto para el supporter local españolista de toda la vida como para el potencial flâneur que consume fútbol televisado desde cualquier lugar del mundo. 

Ya han pasado más de ciento quince años de la fundación del Barça y el Espanyol y no hay duda de que ambos son clubes catalanes aunque dependan del extranjero para captar capital (en forma de patrocinadores o de accionistas), jugadores y aficionados. No debemos olvidar que el fútbol ya no es sólo un juego, ahora es, sobre todo, un espectáculo que aspira a captar audiencia en todo el mundo, un show televisivo en que el plató es todo el estadio. Por eso es tan importante lo que se comunica desde el césped como lo que se hace en la grada: hablan tanto los goles como las pancartas. 

COMeIN, revista de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC, Número 53 (marzo de 2016)
http://comein.uoc.edu/divulgacio/comein/es/numero53/articles/Article-Jordi-Juste-Garrigos.html#.Vt1N2enopUs.blogger

Para saber más:

Giulianotti, R. and Robertson, R. (2004) The globalization of football: a study in the glocalization of the 'serious life'. The British Journal of Sociology, 55(4), 545-568. doi: 10.1111/j.1468-4446.2004.00037.x 

Giulianotti, R. (2002) Supporters, followers, fans, and flâneurs: a taxonomy of spectator identities in football. Journal of Sport & Social Issues, 26(1), 25-46. doi:10.1177/0193723502261003

domingo, noviembre 22, 2015

El kamikaze que no quería morir

La película de 2013 Eien no Zero (Zero eterno) de Takashi Yamazaki, basada en la novela homónima de Naoki Hyakutaka de 2006, narra la historia de un piloto suicida durante la Segunda Guerra Mundial. Miyabe es un hábil aviador que insiste en su deseo de volver sano y salvo junto a su mujer y su hija, por lo que es acusado de cobarde por muchos de sus compañeros. Finalmente, termina presentándose voluntario para un ataque suicida contra un portaaviones estadounidense.
En Japón tanto la novela como la película generaron controversia entre los que las acusaban de glorificar la guerra y justificar a los kamikaze y aquellos que veían todo lo contrario. Yo me decanto por la segunda opción; no creo que intentar entender las circunstancias que llevan a alguien, en un momento de su vida, a tomar una decisión sea equivalente a condonarla.
La trama se construye a partir de la investigación que hace el nieto de Miyabe, Kentaro, en 2004 para entender las razones que llevaron a su abuelo a inmolarse. Hay una escena en la que los amigos de Kentaro, cuando éste les habla de lo que pretende, le dicen que los pilotos kamikaze japoneses hacían lo mismo que hacen hoy en día los terroristas suicidas, y él reacciona con enfado. También para nosotros las semejanzas son tan evidentes que hemos dado en llamar kamikaze a cualquier atacante suicida, pero siempre es bueno ir más allá de las apariencias.

miércoles, marzo 26, 2014

Memorias de un yakuza: Un descubrimiento

Artículo aparecido en Altaïr.
Cuando me trajeron el libro Memoires d'un yakuza para que estudiara la posibilidad de publicar una versión española, reaccioné con una gran prevención. Un título tan atractivo y la espectacular espalda de mujer tatuada que aparecía en la portada de aquella edición francesa me hicieron temer que aquél fuera un producto con mucho atractivo comercial pero escaso valor literario. Imaginé una historia simple y llena de guiños al lector aficionado a los estereotipos, con unos malos muy malos enzarzados constantemente en sangrientas reyertas entre clanes rivales o en exóticos e incomprensibles rituales iniciáticos. Tampoco me ayudó a afrontar el libro con un espíritu positivo ver que no era una traducción directa del japonés, sino una versión de la inglesaConfessions of a Yakuza que yo recordaba haber visto alguna vez en las estanterías de la librería Kinokuniya de Osaka.
Bastaron, sin embargo, unas páginas de lectura para que me diera cuenta de mi error y admitiera que estaba frente a una obra de gran calidad literaria y enorme interés para alguien deseoso, como yo, de conocer la realidad japonesa desde nuevos ángulos. Rápidamente vi que la narración hecha por Junichi Saga, un médico rural con sensibilidad y talento artístico, de sus conversaciones con Eiji Ijichi, el paciente más apasionante que jamás haya pasado por su consulta, tiene la sangre y los rituales justos y necesarios para ser fiel a los recuerdos del padrino de la Dewaya, una familia clásica de la yakuza, la mafia japonesa dedicada a la explotación de garitos de juego ilegal.
El doctor Saga juega en esta obra, con maestría, los papeles de notario y consejero. Fedatario del anciano delincuente que nos cuenta su historia en primera persona; y consuelo del lector, al que ayuda a comprender su propia fascinación por una vida nada edificante. Saga juega esos dos roles a partir de una renuncia previa a hacer de moralista para condenar o justificar la forma de vida del mafioso; deja, en cambio, que sea él mismo quien explique un destino que «comenzó a torcerse cuando tenía quince años» y que narre, con sus propias palabras, acciones que no es necesario que el lector admita como correctas para que llegue a comprenderlas en el contexto en el que se producen.
El personaje tiene tanta fuerza que podría ser una creación ficticia de la mente del doctor Saga. Pero no lo es, y eso todavía le confiere un mayor magnetismo. Eiji Ijichi nos atrapa con su propio carácter y nos presenta un elenco de personajes secundarios de gran interés: otros jefes de layakuza, esbirros, jugadores empedernidos, policías, carceleros, mineros revolucionarios, militares, fiscales despiadados, bandidos, asesinos de alma cándida, vendedores ambulantes, comerciantes ricos y pobres, barqueros, estibadores, jornaleros, traficantes de droga, geishas, hijas de buena familia, carabinas, concubinas, prostitutas, camareras, prestamistas, adivinos, vividores...
A través de la historia de su vida y de las de esas muchas otras personas que conoció, Eiji Ijichi construye un mosaico del Japón de la primera mitad del siglo XX. Nos muestra la vida en Utsunomiya, una pequeña villa de provincias, y sobretodo en Asakusa, lo más parecido a un casco antiguo de ciudad europea en el Tokio de principios de siglo XX. Pero también nos enseña otros ambientes, como Oiso, una zona residencial para gente bienestante en los alrededores de la gran ciudad; o los confines del imperio, en lo que hoy en día es Corea del Norte.
En esos lugares transcurren las vidas de los personajes, con el telón de fondo de acontecimientos que marcaron la historia del Japón contemporáneo: las luchas obreras, el ascenso al trono de Hirohito, el gran terremoto de Kanto, la expansión del imperio, los bombardeos durante la guerra, la dura posguerra... Este es el decorado histórico ante el que se suceden vidas de personas cuyos nombres no suelen aparecer en los libros de historia.
Una gran parte pertenecen a los bajos fondos. No podría ser de ningún otro modo tratándose de gente que se cruzó directamente con Eiji Ijichi. Pero el suyo es un submundo bastante distinto al que nos han transmitido el cine de Hollywood y las películas de Takeshi Kitano. Sobretodo porque Ijichi era un jefe de una familia tradicional de la yakuza, que no se dedicaba a gestionar burdeles, a traficar con drogas o a colocar en el mercado moneda falsa. Los yakuza auténticos como los de la Dewaya se limitaban entonces a gestionar, con rigor e ingeniosas técnicas demarketing, pero sin trampas, los garitos donde se tiraban los dados y se apostaba a par o impar. Los otros mafiosos, los que fuera de Japón se ha terminado por creer que eran los clásicos, también aparecen en este libro, en muchas ocasiones porque su protagonista se afana en dejar claras las diferencias con los suyos.
Todo esto y más está en las versiones inglesa y francesa, pero la edición de Memorias de un yakuza que ahora publica Altaïr en España tiene valores que no tienen aquellas. Como la inglesa, esta es una traducción directa del japonés; pero, a diferencia de aquella, se trata de una versión íntegra, donde no se han suprimido ni descripciones escabrosas ni expresiones de difícil traducción ni pasajes que a alguien quizá le pudieron parecer digresiones innecesarias para conocer la vida de Eiji Ijichi pero que nosotros consideramos de gran valor literario y testimonial del mundo en el que vivió. 

El autor, Junichi Saga.
Nuestra versión sigue, en cuanto al título, la senda correcta marcada por las ediciones inglesa y francesa. En japonés se titula Asakusa Bakuto Ichidai, outlaw ga mita Nihon no yami, que se podría traducir al español como Una vida de jugador en Asakusa, los bajos fondos japoneses vistos por un fuera de ley. Es un título muy descriptivo y apropiado para el mercado japonés, donde la palabra yakuza es poco menos que tabú y, en contextos formales, se prefiere el términoboryokudan, que significa «grupo violento» y puede servir para referirse a un amplio abanico de asociaciones de malhechores. Para el publico español es mucho más claro Memorias de un yakuza.
En cuanto a la imagen de la portada, en lugar del bello pero engañoso cuerpo de una mujer, se ha preferido la espalda tatuada de un hombre, mucho más próxima a la que aparece descrita por el autor en la primera página del libro. Desgraciadamente, Junichi Saga nunca se atrevió a pedirle permiso a Eiji Ijichi para fotografiar el dragón a punto de comerse a una mujer de pie sobre una flor que decoraba la parte trasera de su torso. Es una lástima, como también que el doctor no tuviera más tiempo para escucharle. Solo nos queda lamentar con él que Eiji Ijichi «se fue a otro mundo, y ya no hay nada que hacer».
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Memorias de un yakuza ha sido traducido por Jordi Juste Garrigós y Shizuko Ono (Juste Ono), está ya a la venta y tendrá su presentación oficial el próximo 29 de abril en el Espai Fòrum de la librería Altaïr de Barcelona.