miércoles, octubre 21, 2009

Kawabata Yasunari en catalán

Este post es para recomendar a los amantes de la buena literatura japonesa que lean en catalán las ediciones de estas dos excelentes novelas de Kawabata publicadas en El cercle de Viena (Viena Edicions).
http://www.vienaeditorial.com/mostrarllibre.asp?ididioma=1&idllibre=657




lunes, octubre 19, 2009

¿Fin de régimen?

Jordi Juste
La casi segura derrota del Partido Liberal Democrático (PLD) en las elecciones a la Cámara Baja de la Dieta que se celebran hoy en Japón puede significar algo muy similar a un cambio de régimen. No cambiará el sistema de monarquía parlamentaria, ni es probable que se reforme a corto o medio plazo la constitución pacifista, pero dejará de gobernar la fuerza política que lo ha hecho, de forma casi ininterrumpida, desde 1955.
A pesar de su nombre, el PLD, conocido en Japón como jiminto, es un conglomerado de fuerzas conservadoras y nacionalistas que se constituyó para frenar el avance de la izquierda en plena guerra fría. Muchos de sus cuadros provenían del régimen que condujo al país a la aventura imperialista y a la derrota en la segunda guerra mundial, y su característica más definida ha sido siempre su capacidad de aglutinar a grupos diversos para mantenerse en el poder. Ha sido el elemento central que ha vinculado a los funcionarios de rango medio y alto de la administración central, a la gran industria y a muchas asociaciones gremiales y profesionales que correspondían con millones de votos fieles a la protección que les ofrecía desde el gobierno.
El sistema electoral vigente hasta 1994, consistente sólo en circunscripciones uninominales donde el candidato más votado era el elegido en primera vuelta, aun sin contar con mayoría absoluta, fue uno de los elementos que contribuyeron a mantener al jiminto tanto tiempo en el poder, en detrimento de la izquierda, que se presentaba siempre muy dividida. En la actualidad, de los 500 diputados 300 se eligen todavía por el viejo sistema y 200 por listas en 11 distritos.
Paradójicamente, la última victoria del PLD, por abrumadora mayoría, en 2005 bajo el mando de Junichiro Koizumi supuso el principio del final de su era de dominio. Koizumi rescató de un fracaso electoral casi seguro a su partido gracias a su carisma y a una campaña que lo vendía como el único capaz de reformar el sistema clientelista que llevaba medio siglo funcionando. Bajo su mandato atacó el funcionamiento del partido, basado en las facciones, y puso en marcha la privatización del sistema de correos y caja postal, base de una forma de gastar que favorecía descaradamente a sus bases electorales.
El paso de Koizumi por el poder dejó a un jiminto con menos cohesión interna y con mucha mayor dificultad de mantener a sus electores más fieles. Luego, Shinzo Abe intentó un giro de vuelta al conservadurismo, pero no aguantó más de un año; lo mismo que su sucesor, Yasuo Fukuda, que se conformó con pasar doce meses en el cargo sin que la situación del partido y del país empeorase demasiado. Cuando Taro Aso llegó al poder en septiembre de 2008 algunos quisieron ver en él a otro líder carismático parecido a Koizumi, pero menos de un año ha bastado para descubrir a un actor histriónico al que el papel le viene muy grande
Esta vez, ni la ayuda del Nuevo Komeito, partido vinculado a la secta budista Soka Gakkai, que durante la última década aportaba el puñado de votos para inclinar la balanza, le va a servir al viejo jiminto para mantenerse en el poder.

Una relación incestuosa entre política, administración y economía

Jordi Juste
Las relaciones entre el gobierno, la administración y la industria japonesa son tan estrechas que algunos analistas han querido ver en ellas uno de los principales motivos de la resurrección de Japón después de la segunda guerra mundial y de su posterior ascenso hasta convertirse en una de las principales potencias del planeta. Asimismo, a menudo se cita como uno de los motivos de las dificultades de las empresas extranjeras para establecerse en el país.
Los lazos se establecen de formas diversas, pero una de las más eficientes es la práctica conocida como amakudari, según la cual los altos funcionarios de la administración aterrizan después de su jubilación en grandes empresas que habían estado bajo su tutela. Esto garantiza un vínculo muy fuerte que hace que las empresas tengan vías de comunicación privilegiada con el gobierno. El círculo se cierra con el apoyo económico que han ofrecido siempre las organizaciones empresariales a las campañas del PLD.

Un partido resistente a los escándalos

Taro Aso Foto Shizuo Kambayashi; AP

Jordi Juste
Después de sobrevivir a infinidad de escándalos de corrupción y ejemplos de ineptitud clamorosa durante más de medio siglo de existencia, los electores japoneses han apeado del poder al Partido Liberal Democrático (PLD). La desunión de la oposición, un sistema electoral que primaba el voto rural, una poderosa maquinaria de favores a cambio de votos y una población mayoritariamente deseosa de estabilidad política y crecimiento económico han sido algunos de los factores importantes para permitir al partido mantenerse al mando del país, de forma casi ininterrumpida, desde 1955 hasta 2009.
Japón ha tenido 30 primeros ministros desde 1945, de los cuales sólo 2 fueron miembros del partido socialista; los 28 restantes pertenecían o habían sido miembros del PLD o de alguno de los partidos que lo constituyeron en 1955. Curiosamente, el primer jefe de gobierno que tuvo la formación que ahora Yukio Hatoyama aparta del poder fue su abuelo, Ichiro, elegido en 1954 como líder del antiguo Partido Democrático (PD) y sustituido en 1956 ya como jefe del PLD, formado para frenar al Partido Socialista mediante la unión del PD y el Partido Liberal de Shigeru Yoshida, formaciones conservadoras que ya se venían alternado el gobierno desde el fin de la segunda guerra mundial.
En estos 54 años, lo que ha primado en la política japonesa ha sido la capacidad del PLD de satisfacer los intereses de campesinos, grandes industriales, profesionales liberales y otros grupos en que se cimentaba su fuerza. El nombre del primer ministro importaba poco o nada. Los líderes eran devorados periódicamente por escándalos o meteduras de pata; pero dimitían, pedían perdón por sus errores y eran sustituidos por un colega de partido que seguía aplicando más o menos la misma política. Y en las siguientes elecciones el PLD volvía a ganar, fuera quien fuera su cabeza de cartel.
Entre los escándalos más sonados que han afectado al PLD se cuentan los sobornos recibidos de la compañía aeronáutica estadounidense Lockheed por parte de la oficina del primer ministro Kakuei Tanaka y los regalos de acciones de la empresa de trabajo temporal Recruit a los primeros ministros Yasuhiro Nakasone y Noboru Takeshita.
Una buena muestra de cómo el desfile de primeros ministros ha sido una de las características de la era del PLD en el gobierno la da la comparación con España. Si desde la aprobación de la Constitución en 1978 hasta ahora España ha tenido sólo cinco presidentes de gobierno, con la elección de Yukio Hatoyama Japón contará 18 primeros ministros en el mismo período. De ellos sólo tres fueron elegidos para el cargo como líderes de formaciones distintas al Partido Liberal Democrático (PLD). Morihiro Hosokawa en 1993 y Tsutomu Hata en 1994, llegaron a la jefatura de gobierno al frente de partidos escindidos del mismo PLD y sólo duraron ocho y dos meses, respectivamente, en el cargo; por su parte, Tomiichi Maruyama, líder del Partido Socialista, fue elegido en 1994 después de un pacto por el que se repartía la legislatura con el líder de los liberal-demócratas, Ryutaro Hashimoto, un abrazo del oso que hundió electoralmente a los socialistas y sirvió al PLD para recuperar el poder en 1996 y mantenerlo hasta ahora.