martes, octubre 28, 2008

Lunes felices para que la gente gaste

La bolsa de Tokio. Jordi Juste
Algunos lectores se habrán dado cuenta, gracias a la información bursátil, de que en Japón hay muchos lunes festivos. Esto es así desde el año 2000. Entonces habían pasado ya casi diez años desde el hundimiento de la burbuja inmobiliaria y la economía no terminaba de salir del agujero, así que el gobierno decidió trasladar una serie de celebraciones para que la gente tuviera fines de semana más largos y gastara más. En Japón los fines de semana y casi todos los días festivos nacionales todos los comercios están abiertos y son muchos los que no cierran más que dos o tres días al año.
Durante los años 80 los precios de las propiedades no pararon de subir, el índice Nikkei de la bolsa de Tokio rozó los 40.000 puntos, los potentados nipones compraron símbolos de Occidente, como el Rockefeller Center de Nueva York, y los japoneses de a pie se lanzaron a llenar sus casas de electrodomésticos nacionales y productos de lujo de importación. Pero a finales de la década la burbuja explotó, mucha gente se quedó atrapada por hipotecas impagables, el Nikkei comenzó su caída hacia los 7.000 puntos y miles de empresas redujeron sus plantillas. Y los japoneses dejaron de gastar.
Las cuentas de los grandes bancos fueron reparándose poco a poco, a base de fusiones y ayudas del gobierno. Pero los japoneses habían recobrado su devoción por las hormigas y se dedicaban a guardar para el día de mañana, con lo que la economía, cada vez más basada en el consumo interno, no acababa de ponerse a andar. Entonces el gobierno decidió forzar a los trabajadores a descansar con la esperanza de que gastaran más.
Se cambiaron fiestas como el Día de los Nuevos Adultos, el del Mar, el de Mostrar Respeto a los Ancianos o el del Deporte, que pasaron de celebrarse en un día fijo del mes a hacerlo en uno de sus lunes. En cambio, se salvaron del nuevo orden celebraciones marcadas por el calendario natural, como Año Nuevo y los equinoccios, o las que conmemoran efemerides, como la fundación del país, la aprobación de la Constitución o el cumpleaños del Emperador (en caso de caer en domingo se recuperan también con un lunes festivo).
Para entender la importancia de la medida hay que tener en cuenta que muchos japoneses no toman vacaciones casi nunca. Por ley tienen derecho a un mes pagado, pero muchos usan, a lo sumo, una tercera parte, y siempre en períodos de menos de cinco días, a menudo a principios de enero o a mediados de agosto, coincidiendo con la fiesta budista de los difuntos.
Los motivos de esta conducta son variados y van desde el rechazo cultural a la vagancia hasta la escasa fuerza de los sindicatos, pasando por la gran identificación del japonés con su lugar de trabajo y su aversión a causar dificultades al grupo para satisfacer sus propios deseos. Muchos usan los días de vacaciones cuando están enfermos para no tener que pedir la baja (aunque para que un japonés normal se ausente de su lugar de trabajo tiene que estar muy mal de salud).
Por cierto, se desconoce el impacto económico de la medida, aunque el consumo terminó por aumentar –eso sí, sin la alegría de antaño– cuando la economía volvió a crecer y se habló de nuevo de la falta de mano de obra.

jueves, octubre 16, 2008

LA ESTAFA DEL CAJERO

16/10/2008 INCREMENTO DE LA ACTIVIDAD DELICTIVA EN EL LEJANO ORIENTE
En Japón, los timadores se ceban en amas de casa y ancianos haciéndose pasar por funcionarios
• Les engañan telefónicamente para que les transfieran todo su dinero
La vía del delito Cajeros automáticos en una sucursal del banco Mitsubishi Tokyo UFJ, en Kioto. Foto: JORDI JUSTE

En los últimos años han aumentado en Japón los casos de personas mayores y amas de casa engañadas por timadores profesionales. Los estafadores consiguen que transfieran dinero a sus cuentas corrientes mediante el uso de teléfonos móviles para comunicarse con sus víctimas, y cajeros automáticos para realizar las transacciones. La policía calcula que entre enero y junio se defraudaron así más de 16.000 millones de yenes (unos 100 millones de euros). El aumento del número de ancianos que viven solos hace más fácil para los timadores encontrar víctimas al azar.
Una de las modalidades más frecuentes de timo la protagonizan personas que se hacen pasar por empleados de la Seguridad Social o de la oficina de recaudación de impuestos. Los falsos funcionarios comunican a sus víctimas que se les ha cobrado dinero de más y que para podérselo devolver es necesario que acudan a un cajero automático. Una vez allí, los incautos ciudadanos son guiados mediante el teléfono móvil en el uso del teclado del cajero, y los timadores consiguen que den la orden de transferir fondos a sus cuentas, pensando que lo que hacen es el trámite para recibirlos.
De manera simple
"Parece increíble que sea posible engañar a la gente de una manera tan simple, pero las víctimas cuentan que los timadores eran muy convincentes y que, una vez delante del cajero automático, seguían sus instrucciones prácticamente con la mente en blanco", explicó un agente de policía.
La magnitud del problema llevó recientemente al Ministerio de Justicia y a la Agencia Nacional de Policía a recomendar a los bancos la prohibición del uso de gafas de sol o de teléfonos móviles en las inmediaciones de los cajeros. "Los estafadores solo se dejan ver para sacar dinero en los cajeros. Así esperamos ponerles más difícil el acercarse a ellos", declaró recientemente un portavoz de la policía. Asimismo, las autoridades han hecho más estricto el control sobre los propietarios de teléfonos móviles y ya está en curso una iniciativa legal para mejorar la identificación de las personas que usan aparatos de alquiler, una de las vías preferidas por los delincuentes para evitar ser localizados.
Por su parte, las entidades financieras también están aplicando medidas para proteger a sus clientes. El Chiba Bank, una entidad regional de los alrededores de Tokio, ya ha situado junto a algunos de sus cajeros distorsionadores de la señal telefónica que se activan fuera de horas de oficina. Otra institución financiera, el Godo Bank, ha optado por instalar un mecanismo que detecta la presencia de los móviles en las inmediaciones y hace que no se pueda operar con los cajeros.
La estrategia de engaño de los timadores se ha ido modificando en los últimos años debido a las campañas de concienciación llevadas a cabo por las autoridades. Hasta hace poco, una de las más usadas era hacerse pasar por un pariente en apuros y con necesidad urgente de dinero. Era el conocido como ore, ore sagyo (el timo del soy yo, soy yo). Los timadores llamaban y simplemente decían: "Hola, soy yo" y, si la víctima caía en la trampa y decía algo así como "ah, eres tú, Akira", ya tenían el enganche necesario para colar una historia para pedir dinero, a menudo un accidente o una amenaza mafiosa.
Cambio de táctica
El esquema fue tan utilizado y se le dio tanta publicidad en los medios de comunicación que los timadores tuvieron que cambiar de táctica. Una de las alternativas es llamar a las mujeres para amenazarlas de difundir una noticia vergonzosa sobre su esposo. "A mí no me ha pasado nunca, pero si me llaman para decirme que a mi marido lo han sorprendido tocando a mujeres en el tren y que ingrese dinero en una cuenta si no quiero que lo denuncien, tal vez lo haría", dice una ama de casa de 43 años.
La policía sigue dando a conocer periódicamente los últimos datos sobre estos fraudes como modo de poner en guardia a la población. Recientemente, la televisión pública difundió las imágenes de dos presuntos timadores que habrían estafado varios millones de yenes. Por otra parte, para resarcir en parte a las víctimas, en junio entró en vigor una nueva ley que prevé distribuirles los más de 5.000 millones de yenes (30 millones de euros) que la Corporación de Garantía de Depósitos ha identificado en cuentas bancarias usadas por delincuentes para estas estafas y que han sido congeladas.

viernes, octubre 10, 2008

Basureros voluntarios a orillas del Obata

La señora Nozaki y su grupo. JJuste
A muchos extranjeros les sorprende ver lo limpio que está el suelo en los lugares públicos en Japón. Especialmente al ver la escasez de papeleras en las calles. Si uno compra una lata de bebida en una de las abundantes máquinas, posiblemente solo podrá deshacerse de ella de un modo cívico en los contenedores que encontrará junto a cualquier otro aparato expendedor. Para papeles y plásticos no queda a veces más remedio que llevárselos a casa y tirarlos junto a la basura doméstica. Y en cuanto a las colillas, lo mejor es usar los ceniceros que hay en los espacios reservados para fumar o llevar encima uno de los ceniceros portátiles que se venden.
Es cierto que los japoneses echan pocas cosas al suelo. Pero otra explicación de la limpieza es que la basura se recoge. En estaciones, universidades, centros comerciales y otros edificios públicos el personal de limpieza es abundante y meticuloso. Además, los comercios no han perdido la sana costumbre de barrer el trozo de calle frente al lugar que ocupan. Los barrenderos municipales son casi inexistentes, pero en muchos barrios se organizan salidas de voluntarios para recoger basura, arrancar malas hierbas o retirar las hojas muertas en otoño.
Lo escrito hasta aquí es la cara de la moneda, la única que alcanzan a ver la mayoría de visitantes. Desgraciadamente, a poco que se adentre uno por carreteras de montaña o por la orilla de ríos alejados de los centro históricos, verá una realidad bien distinta. En la misma ciudad de Kioto, a pocos minutos del Templo Dorado hay una hermosa carreterita de montaña infestada de vertederos ilegales donde muchos desaprensivos se dedican a arrojar electrodomésticos y muebles viejos.
Para lo bueno y para lo malo, Japón es un país en el que mucha gente actúa sin hacer ruido. Igual que hay desalmados que aprovechan lugares apartados para ensuciar, también hay individuos que, sin pedir nada a nadie, salen a pasear con unos guantes de trabajo, unas pinzas largas y una bolsa de plástico y aprovechan el ejercicio para recoger la basura.Una de estas personas es la señora Nozaki. Ella lleva tiempo paseando junto al río Obata y llenando bolsas de basura. Un día decidió formar el grupo de voluntarios Nankin-haze para unir fuerzas y poder limpiar más a fondo. Ahora, un sábado al mes se juntan unas 30 personas y en tres horas recogen más de 100 kilos de basura en poco más de un kilómetro de río. "Si se preguntase a los japoneses si está bien tirar basura al río, seguro que todos dirían que no, pero el río está lleno de basura. Tal vez el ayuntamiento podría hacer más, pero tendríamos que pagar más impuestos", explica Nozaki.
La acción de Nankin-haze tiene además la función de concienciar de la importancia de respetar la naturaleza. La señora Shimizu, una profesora de escuela jubilada que forma parte del grupo, explica que un exalumno se le acercó recientemente para darle las gracias por invitarlo a participar y le dijo: "Si no hubiera sido por usted, yo ahora estaría jugando en casa con unos videojuegos y no sabría lo divertido e interesante que es el río".