jueves, septiembre 20, 2012

Japón y China, historia de una enemistad


La manera más sencilla de resumir la milenaria historia de las relaciones entre China y Japón es recordar que China ha aportado muchas cosas positivas a Japón mientras que las aportaciones niponas a la historia china han sido menores y mayoritariamente negativas. O esta es, como mínimo, la interpretación contemporánea y popular del pasado en común de los dos países. No hay que olvidar que por algo el nombre de China significa, también en japonés, país del centro (Chugoku) y que Japón es solo el origen del sol, el país del sol naciente (Nihon). Esa centralidad china es geográfica –al este de Japón está el inmenso océano– y ha sido también cultural y económica durante la la mayor parte de la historia.
Japón es un país insular, un archipiélago fomado por miles de islas, pero su historia se desarrolla a partir de la mayor de las cuatro islas principales, Honshu. Ahí llegan desde el continente los primeros pobladores de raza mongólica y desde allí desplazan hacia al norte a los anteriores habitantes. Los recién llegados del continente traen costumbres que luego desarrollan para trasnformarlas en algo singular, diferenciado del original. Y esa será una constante a lo largo de la historia nipona. La escritura, la religión o muchas costumbres culinarias llegarán a Japón desde China para transformarse en algo distinto, japonés. Por eso los japoneses escriben con carácteres chinos, muchos de ellos profesan ramas chinas del budismo y comen habitualmente una gran cantidad de platos surgidos en China, pero la lengua japonesa tiene poco más que ver con la china que la grafía, la religiosidad japonesa no se entiende sin la aportación del sintoísmo, la religión autóctona, y prácticamente no hay plato chino que los japoneses no hayan transformado, según ellos para mejorarlo.
Las primeras referencias escritas a Japón se encuentran en China en el primer siglo de nuestra era. Hablan de la entrega de un sello por parte del emperador chino al representante de Wa –Japón- que se considera un reino vasallo. A partir de ahí se establece una relación donde el flujo es casi siempre de China hacia Japón. El archipiélago sigue desarrollándose a base de adaptar aspectos de la organización china, como la administración imperial centralizada, pero lo hace de forma independiente. Al mismo tiempo, adopta importantes aspectos culturales que le llegan del continente, entre ellos la escritura antes hacia el siglo V o el budismo a partir del siglo VII. Además, no dejará de mandar estudiantes al continente que volverán a su país con el hatillo repleto de ciencia, filosofía o literatura y tendrán una gran influencia en la vida cultural nipona. Es más que probable que ellos dejaran también alguna huella en la cultura China, pero esta fue poco profunda o se borró con el tiempo.
La primera guerra en la que se ven involucradas China y Japón en bandos rivales se produce en el siglo VII en el contexto de las luchas por la supremacía en la península de Corea. Sin embargo, este conflicto parece un anécdota con la perspectiva de los siglos.  A partir de entonces se establece una relación comercial y cultural fluida entre ambos países con algunos sustos importantes como los intentos de invasión de Japón desde el continente en el siglo XIII por parte de los mongoles. Trescientos años más tarde el intento de ocupación fue en sentido inverso, protagonizado por Toyotomi Hideyoshi, envalentonado después de haber logrado la unificación de Japón.
Siguieron más de dos siglos de reclusión japonesa bajo el régimen feudal de los Tokugawa. Durante este período los intercambios con China fueron mínimos. Pero Japón se despertó de su letargo en 1868 con la Revolución Meiji y se encontró con una China que estaba siendo saqueada por las potencias occidentales. Los líderes nipones se ocuparon primero de asegurar que podían garantizar la independencia de su país; y cuando se sintieron suficientemente fuertes se lanzaron a conquistar la parte de Asia que consideraban que les correspondía. Así llegó la anexión de Taiwán tras la primera guerra sinojaponesa de 1894, la ocupación de Manchuria en 1931 y la guerra de invasión total del país en 1937, tras el incidente de Mukden, del que ayer se conmemoró el 81 aniversario. 
Japón logró subyugar gran parte de China a base de hacer correr mucha sangre, y China forjó su nacionalismo contemporáneo en la resistencia antijaponesa. Terminó la guerra con una enorme herida abierta entre los dos países. En los años 70, las conveniencias estratégicas de Pekín y Tokio, provocadas por la Guerra Fría, hicieron posible el restablecimiento de relaciones y el inicio de una época de colaboración económica. Sin embargo, nunca se ha producido una reconciliación verdadera. Japón y China tienen una fuerte dependencia económica mútua, pero también una desconfianza muy difícil de superar. 

miércoles, septiembre 19, 2012

Mucho más que unas islas



Las manifestaciones anti japonesas en China no son nada nuevo. Quizás ahora son más nutridas en participación y más violentas que en otras ocasiones, pero ya se han producido antes y por motivos similares. Esta vez la espoleta que ha hecho explotar la ira patriótica china ha sido la compra de las islas Senkaku por parte del Estado japones al ciudadano japonés que hasta ahora ostentaba su propiedad. No es que Japón haya decidido instalar misiles o una base militar, ni que haya decidido acelerar la explotación económica de este territorio, solamente ha pasado a ser de titularidad pública lo que hasta ahora era privado.
Desde Japón se tiene la sensación de ser el chivo expiatorio que usan las autoridades de Pekín para permitir que una parte de su ciudadanía suelte periódicamente la tensión acumulada por el hecho de vivir bajo un régimen dictatorial. Además, tampoco ayuda a que los japoneses comprendan las reclamaciones chinas el hecho de que el interés por este pequeño territorio haya aumentado a medida que ha ido creciendo la certidumbre de que esconde un tesoro en forma de materiales de gran importancia económica.
Muchos japoneses entienden que en China, y en otros países de la región, haya un resentimiento hacia su país por el imperialismo de la primera mitad del siglo XX, una herida que no se ha sabido cerrar definitivamente, bien por ceguera patriótica bien por la conveniencia de mantener viva la presencia de un enemigo externo. Lo que ya entienden pocos es que se les responsabilice a ellos de actos que cometieron sus abuelos o bisabuelos y por los que sus padres ya recibieron el castigo de millones de muertos civiles al final de la guerra y de una ocupación extranjera que todavía no ha terminado totalmente.
Porque Japón es un país con una fuerte presencia de tropas estadounidenses. Los americanos llegaron en 1945 para vigilar a los japoneses y luego dijeron que se quedaban para prtotegerlos. Si el emperoramiento de las relaciones entre China y Japón hace plausible un enfrentamiento armado –más o menos localizado–Estados Unidos podrá mostrar ante los japoneses que su presencia en el archipiélago es imprescindible para garantizar su seguridad, y que las molestias que causan sus bases, sobre todo en Okinawa, son un mal menor que no tienen más remedio que aceptar, para siempre o hasta que su país vuelva a tener suficiente músculo para hacer frente a la gran potencia continental.
De momento, lo que parece seguro es que la presente oleada de manifestaciones violentas contra Japón acelerará el proceso de deslocalización de muchas industrias niponas. Después de décadas usando el territorio chino como base para su expansión mundial, muchos empresarios japoneses han visto la necesidad de trasladar sus intalaciones a los países del sur de Asia, donde encuentran una mano de obra más barata que la China, menos burocracia y una actitud más receptiva por parte de la población.

lunes, septiembre 17, 2012

Diada con buen humor japonés


Este año viví la Diada pegado a un simpático señor vestido con chaqueta blanca de cantante de orquesta de entoldado de verano que llevaba un micrófono en la mano. Se trata de Tsuyoshi Yanagawa, guionista y reportero del programa Waratte Koraete, del canal Nippon TV, uno de los de mayor audiencia en Japón. Waratte Koraete es un espacio semanal presentado por el popularísimo cómico George Tokoro. Se inscribe dentro del género de variedades pero incluye videos grabados por sus equipos en distintas partes de Japón y del mundo, pequeñas ventanas alejadas de Tokio que muestran otras realidades con buen humor y sin demasiada frivolidad.
Yanagawa-san y dos realizadores están en Barcelona para abrir durante todo un año una de esas ventanas y mostrar aspectos interesantes, curiosos o divertidos de la ciudad, de Catalunya y del resto de España. Ya han enseñado a sus compatriotas las fiestas de San Fermín, algunas joyas de la arquitectura de Gaudí y los encantos de las tapas de la Barceloneta. Y a partir de ahora tienen una larga lista de temas a tratar, entre ellos los castellers y el cava en Catalunya, la pesca de atunes en Canarias o el flamenco en Andalucía.
El 11 de Setembre no era uno de sus objetivos originales, pero les ha venido al pelo para explicar a sus espectadores el hecho diferencial catalán. A la mayoría de japoneses todavía les sorprende que haya ciudadanos españoles que anteponen a esa condición el hecho de ser catalanes o bascos, y Waratte Koraete no ha querido hacer oídos sordos al clamor que lo rodeaba.
Su Diada comenzó la víspera en el Fossar de les Moreres y siguió por la mañana con las ofrendas de flores ante el monumento a Rafael de Casanova y la ceremonia institucional de la Ciutadella, donde los sorprendió el contraste entre los elegantes sombreros y las populares alpargatas de los Mossos d’Esquadra. Por la tarde, por supuesto, estuvieron entre la multitud que ocupó el centro de Barcelona, y como tantas otras personas tuvieron que cambiar varias veces de planes por la imposibilidad de moverse o comunicarse con normalidad.
Además de vivir de cerca todos estos actos, quisieron conocer los orígenes de tanta exaltación patriótica visitando el Museu d’Història de Catalunya de la mano de su director, Agustí Alcoberro, historiador experto nada más y nada menos que en la Guerra de Sucesión. No hay que olvidar que Waratte Koraete es un programa de variedades, y el Museu les permitió también tomarse la licencia lúdica de sopesar la armadura de un guerrero medieval o emularlo sobre un hermoso caballo de cartón piedra. Luego insistieron en ir al Parlament atraídos sobre todo por la ironía que encierra el edificio, construido como arsenal para sojuzgar Catalunya y hoy lugar de trabajo de los representantes de su pueblo.
“Como la mayoría de japoneses, no conocía la historia de la Diada. Ahora sé lo que significa y he tenido la impresión que muchos catalanes comparten un mismo sentimiento de identidad”, explicaba Yanagawa-san terminado el Onze de Setembre. Como va a estar meses entre nosotros y viajará fuera de Catalunya, tendrá  tiempo de elaborar un cuadro más completo de esta interesante y complicada realidad llamada España.