miércoles, marzo 18, 2009

La torre de los excesos tiene goteras


Sede del gobierno provincial. JORDI Juste
En 1991 se terminó en el distrito de Shinjuku, Tokio, el edificio que alberga el gobierno provincial. El complejo arquitectónico, cuya torre principal tiene 243 metros de altura, es obra de Kenzo Tange y costó 157.000 millones de yenes (unos 1.250 millones de euros). Ahora es noticia por el anuncio de que el presupuesto de las numerosas reparaciones que precisa alcanza los 78.000 millones de yenes (624 millones de euros); es decir, la mitad de lo que costó hace 18 años. Entre los problemas que tienen que soportar sus usuarios destacan las numerosas filtraciones de agua de lluvia y las pérdidas en las conducciones del aire acondicionado.
Hoy es conocido como Tocho, abreviatura de la sede del gobierno metropolitano, pero en su día fue bautizado popularmente como torre de los impuestos, por la carga que supuso para la arcas provinciales, o torre de la burbuja, en referencia a la época de crecimiento económico desbordado, que explotó cuando el edificio estaba siendo terminado.
Desde su concepción, la gran obra de Tange, causó polémica, no solo por su coste y sus dimensiones, sino también por su extravagante diseño. Su autor, premio Pritzker en 1987, se consideraba un discípulo de Le Corbusier y abanderó el estructuralismo en Japón. Entre sus obras más emblemáticas, se encuentran el gimnasio de los Juegos Olímpicos de 1964 y la catedral católica, que en el 2005 albergó su propio funeral.
Durante todos estos años, en que Japón ha estado intentando recuperar la senda del crecimiento económico, sus 48 pisos han sido un recordatorio de los excesos de la década de los 80, cuando la burbuja inmobiliaria y financiera hizo posibles sueños faraónicos que todavía hoy lastran las cuentas de muchos ayuntamientos y provincias del país. Entre los detalles que mejor representan el derroche de aquellos días está el granito de los muros que recubren el perímetro del complejo. Además, reparaciones a parte, el funcionamiento del edificio es muy caro y su coste para el medio ambiente se cuantifica en 28.000 toneladas de emisiones de CO2 al año.
La entidad que alberga el edificio administra 2.000 kilómetros cuadrados de territorio y da servicios a más de 12 millones de habitantes; es decir, un tercio de los que tiene el conjunto de la metrópolis, que abarca también las provincias de Chiba, Kanagawa y Saitama. Desde hace 10 años está al frente del gobierno provincial uno de los políticos más famosos y controvertidos del país, el nacionalista Shintaro Ishihara, un exnovelista que en su juventud se codeaba con el autor Yukio Mishima y que es padre de dos diputados nacionales, Nobuteru y Hirotaka, y del actor Yoshizumi, y hermano del que fuera uno de los actores y cantantes más populares del Japón de la posguerra, Yujiro Ishihara.
Una de las claves del protagonismo político del gobierno provincial es que la ciudad no tiene un solo municipio, sino 23 distritos independientes. Entre sus principales proyectos está la candidatura para los Juegos Olímpicos del 2016, que incluye la reutilización de muchas de las estructuras construidas para los de 1964, entre ellas el gimnasio de Tange.

lunes, marzo 09, 2009

A la búsqueda del aire del palacio imperial

Foso del palacio imperial.JORDI Juste
En el centro de la mayor metrópolis del mundo, habitada por alrededor de 30 millones de personas, hay una superficie verde de unos 3,5 kilómetros cuadrados rodeada de un foso con agua. Es el palacio imperial y sus jardines, sede de la residencia oficial de los monarcas japoneses desde que en 1868 la corte se trasladara desde Kioto a la antigua Edo y ocupara el castillo, hasta entonces utilizado por los shogun de la familia Tokugawa, auténticos caudillos del país durante casi tres siglos. El edificio principal de la antigua fortaleza fue pasto de las llamas en 1873 y los actuales monarcas habitan uno mucho más funcional, terminado en 1968. Las edificaciones que se ven desde el exterior y que muchos turistas usan como fondo de sus fotografías no son más que algunas estructuras de vigilancia situadas cerca de las murallas.
La mayor parte de los jardines solo es accesible para los privilegiados invitados que acuden a actos, como la fiesta de los cerezos en flor en primavera o para los ciudadanos que desean recibir el saludo de la familia imperial desde el balcón del palacio por Año Nuevo. Pero frente a la puerta principal y el pintoresco puente de dos arcos, hay una gran explanada abierta al público por donde muchos tokiotas pasean en sus días festivos, una delicia de parque urbano con cientos de pinos que son recortados periódicamente con la paciencia de un cuidador de bonsáis que tienen los jardineros japoneses.
También se puede disfrutar de este inmenso pulmón haciendo deporte en los cinco kilómetros de recorrido de la ancha acera que rodea el foso. Cualquier día, a casi todas las horas, es fácil ver a gente corriendo por Sakuradamon, la única puerta franqueable en la zona abierta al público. Una de las ventajas de correr por este circuito es que el tráfico es escaso y, además, toda el área está muy bien vigilada, ya que en las inmediaciones del palacio también se hallan la estación central de Tokio, el edificio de la Dieta, la residencia del primer ministro, la Agencia Nacional de Policía y muchos ministerios.
En los últimos años, el Ministerio de Medio Ambiente viene trabajando en un plan para que el viento que sopla desde el jardín beneficie al distrito de negocios que rodea la estación de Tokio y al área comercial de Ginza. El proyecto prevé crear, mediante la limitación de la altura en las construcciones, la plantación de árboles y el uso de asfaltos especiales, pasillos que hagan que el aire del palacio imperial, que en pleno verano es casi dos grados más frío que en la zona de los grandes edificios, mitigue el efecto de isla de calor que estos crean.
Sin embargo, recientemente, los técnicos del ministerio han descubierto que el foso que rodea el palacio actúa como un cinturón de calor que merma en buena medida el poder refrescante de la zona verde. El problema es que desde los años 60 el agua del foso está desconectada de cualquier fuente externa, por lo que se ha ido convirtiendo en un turbio estanque que absorbe el calor de día y lo mantiene durante la noche, por lo que ahora se está estudiando la mejor manera de hacer que el agua del foso imperial circule.

miércoles, marzo 04, 2009

El Oscar a Okuribito (Departures) rompe el tabú

Un pequeño cementerio rodeado de viviendas en Kioto. JJuste
La concesión a Okuribito del Oscar a la mejor película de habla no inglesa ha servido para atraer la atención internacional sobre la industria funeraria japonesa, un sector que factura unos 8.000 millones de euros al año y que tiene ante sí un futuro muy próspero gracias al envejecimiento de la población, que ha elevado ya a más de un millón las muertes anuales.
No es la primera vez que el cine nipón se inspira con éxito en los ritos mortuorios. En 1984, Itami Juzo dirigió Ososhiki (El funeral), que mostraba los preparativos y ritos budistas que siguen a la muerte. Ahora Okuribito, dirigida por Yojiro Takita, se centra en la figura de Daigo Kobayashi, un violoncelista que se ve empujado a trabajar en una funeraria preparando para los ritos los cuerpos de los difuntos. Al principio, el nuevo trabajo le supone el rechazo de sus más allegados por el tabú que considera la muerte algo impuro.

Reconocimiento mundial
Daisuke Yoneyama, de la funeraria Hart Full Ceremony de Tokio, afirma: "Me siento feliz y orgulloso de que una película que trata la muerte, un tema que tiende a ser tabú, y toma como motivo los funerales tradicionales japoneses sea acogida en el extranjero. Además, el título de Okuribito fuera de Japón, Departures, expresa que el reconocimiento de que la muerte no es el final sino un punto de partida está en la conciencia no solo de los japoneses, sino de todo el mundo".
El tabú de la muerte es una fuente de conflictos entre las instituciones locales, las funerarias y los residentes de las zonas donde están o quieren estar ubicadas. Una gran mayoría de los 128 millones de habitantes de Japón residen en las escasas zonas llanas del país, por lo que el espacio está muy disputado, tanto para los vivos como para los muertos. Más del 99% de los cadáveres se incineran, pero en muchos casos las cenizas acaban depositadas en tumbas que ocupan mucho espacio, a menudo en pequeños cementerios rodeados de viviendas.
En los últimos años se ha extendido algo la práctica de esparcir las cenizas, todavía muy minoritaria, en parte porque la ley especifica que los restos deben depositarse en cementerios. Mutsuhiko Yamada, presidente de la Asociación para la Promoción de la Libertad de Esparcir Cenizas, expresa sus recelos: "¿Por qué ignora el Gobierno los diversos valores y sentimientos religiosos de los ciudadanos? No puedo evitar preguntarme si no está protegiendo los intereses de ciertas organizaciones religiosas y negocios a cambio de trabajos lucrativos para burócratas jubilados en las compañías que gestionan cementerios".
La obligación de usar terrenos designados ha llevado a una funeraria de Tokio a comprar Kazurashima, una isla deshabitada de un kilómetro cuadrado, para que cada año 100 de sus clientes puedan esparcir cenizas. El límite se ha establecido con el fin de no dañar el medio ambiente, ya que la isla forma parte del parque nacional Daisen-Oki.
La preocupación por la contaminación ha motivado otras iniciativas, como la comercialización de ataúdes de cartón o el cálculo del CO2 emitido en todo el proceso funerario para que el usuario pueda compensar el daño mediante donativos. "Nosotros, los humanos, podemos vivir gracias al medio ambiente. Lo que proponemos es mostrar nuestra gratitud en el momento de marcharnos", explica Nyokai Matsushima, responsable de una organización que promueve funerales ecológicos.
Lo que de momento parece tener difícil solución es la escasez de incineradoras. Muchas de las más de 1.500 en funcionamiento en todo el país están al límite de su capacidad, pero su ampliación se enfrenta a la oposición de los vecinos. Por ello, en Tokio existe un proyecto para realizar las incineraciones en alta mar en un ferri que transportaría 10 hornos crematorios.

Coches fúnebres depresivos
En tierra firme, uno de los problemas es que, según el calendario tradicional, en Japón hay días considerados tomobiki, es decir que tiran de los amigos, y los japoneses los evitan para los funerales, lo que aumenta la saturación de los hornos en algunas fechas. Otro obstáculo son las condiciones que imponen los vecinos para permitir su funcionamiento. En algunos lugares del país, por ejemplo, asociaciones de vecinos han conseguido que se prohíba el uso de los miyagata, coches fúnebres tradicionales con extravagantes tejados que asemejan una pagoda. Argumentan que la visión de estos vehículos tiene un efecto depresivo. De todos modos, incluso en los municipios donde se permite su uso, cada vez circulan menos, posiblemente por la tendencia a tratar la muerte como un trámite que hay que cumplir sin hacer ostentación.
Pasaron los tiempos en que los trabajos funerarios se reservaban a los burakumin, la casta que hasta el siglo XIX vivía segregada, pero el trato con los muertos acarrea aún un estigma. "Estar presente en el lugar de la separación de los difuntos, y ayudar en su partida; este trabajo está lleno de cariño", dice Kobayashi, el protagonista de
Okuribito, que ya han visto más de tres millones de japoneses.