lunes, enero 28, 2008

Reclamo publicitario en los pañuelos de papel


28/1/2008 CRÓNICA DESDE OSAKA // JORDI JUSTE
Cuatro mil millones de paquetes de pañuelos de papel se reparten cada año gratis en las calles de las ciudades japonesas. No se trata de ninguna acción altruista sino de una forma de distribuir publicidad que funciona desde hace más de tres décadas. Es raro entrar o salir de alguna estación de ferrocarril japonesa y no encontrar a uno o varios repartidores de clínex, por lo que, si uno no se resiste en alguna ocasión, es fácil acabar con los bolsillos o el bolso llenos de celulosa. En horas punta, en las estaciones más transitadas, es un espectáculo ver la destreza con que distribuyen los pañuelos sin interrumpir a los peatones.

Los paquetes son de plástico transparente, miden unos 7 por 10 centímetros y contienen 10 pañuelos cada uno. Están diseñados para que se abran por una de las dos caras y en la otra se puede ver un anuncio impreso en una lámina de papel más duro. Los anunciantes que eligen este soporte para distribuir su mensaje publicitario son muy variados, y pueden incluir desde bares o restaurantes locales hasta grandes empresas de crédito al consumo, pasando por gimnasios, casas de masajes o promociones inmobiliarias y, a veces, van acompañados de cupones de descuento.

En los supermercados y droguerías se vende una gran cantidad de paquetes de cartón de clínex para la casa, pero a veces es difícil encontrar en las tiendas pañuelos de bolsillo, por lo que la gente confía en encontrarse en su camino con algún repartidor. Sin embargo, sucede que algunos tienen órdenes de entregar pañuelos solo al público al que va destinado el anuncio, por lo que si uno no está dentro de ese segmento puede encontrarse sin qué sonarse. Pero, además de para limpiarse la nariz, los clínex resultan muy útiles en Japón en bares y restaurantes, donde a menudo no hay servilletas de ningún tipo, o en alguno de los abundantes váteres públicos, casi siempre limpios pero a veces mal surtidos de papel.

Por otra parte, no es nada raro oír el relato de algún visitante extranjero susceptible, que se toma la ignorancia del repartidor de pañuelos (que tal vez llevan un anuncio de una escuela de inglés o de una academia para ingresar en la policía japonesa) como una discriminación imperdonable que le deja sin lo que constituye un original y económico recuerdo de su viaje a Japón.

El éxito de los pañuelos de papel con publicidad se debe a su efectividad. Según un estudio de una consultora de mercado, tres de cada cuatro japoneses aceptan los clínex que les ofrecen por la calle, una proporción mucho mayor a la de los que admiten simples octavillas publicitarias sin regalo. Además, el estudio refleja que más de la mitad leen la publicidad que acompaña a los pañuelos, en muchos casos por una especie de sentimiento de obligación, una forma de agradecer el presente recibido. Si el anuncio tiene por objetivo principal el reconocimiento de la marca, ponerlo en los paquetes de pañuelos de papel tiene la ventaja de que el usuario la verá prácticamente cada vez que necesite uno. Y todo por un precio escaso, equivalente a menos de 10 céntimos de euro.

domingo, enero 20, 2008

Compra a ciegas para empezar el año

20/1/2008 CRÓNICA DESDE KYOTO // JORDI JUSTE JORDI Juste
El fukubukuro, o bolsa de la suerte, es una de las costumbres japonesas de Año Nuevo. El día 2 de enero, cuando la mayoría de los negocios reemprenden su actividad mercantil, se ponen a la venta bolsas en las que los comerciantes incluyen surtidos de sus productos. El precio es bastante más barato que la suma del valor de los artículos que contienen, pero las bolsas son opacas y el comprador no sabe de antemano qué es exactamente lo que hay en el paquete que se lleva.
Esta práctica comercial viene de finales del siglo XIX y tiene su origen en el barrio de Ginza, en Tokio, donde se encuentran los grandes almacenes, las joyerías y las tiendas de diseñadores más lujosas del país. Hoy en día está extendida a prácticamente todos los rincones del país. Muchas tiendas ponen puestos especiales de venta en la calle y hasta los supermercados tienen su sección de fukubukuro en un lugar destacado durante los primeros días del año. También, cómo no, ya se pueden comprar bolsas de la suerte hasta por internet.
Algunos comercios van rebajando el precio de los paquetes en los días posteriores hasta que los agotan, pero los más exitosos no tienen que esperar tanto para deshacerse de sus bolsas, ya que los clientes forman colas, que a veces duran toda la noche, en la calle y con temperaturas bajo cero, para estar entre los primeros afortunados. Aunque las más abundantes no suelen pasar de 10.000 yenes (unos 62 euros), existen bolsas de todo precio. Este año, por ejemplo, los grandes almacenes Takashimaya de Yokohama ofrecían por 20 millones de yenes (unos 125.000 euros) una bolsa de la suerte con joyas por valor de 30 millones. En algunos casos lo de la bolsa es solo simbólico, porque lo que se vende, utilizando el seguimiento mediático de la tradición, son cosas tan poco adecuadas a ese envoltorio como coches o viajes a lugares exóticos.

En un principio el fukubukuro era una forma de sacarse de encima las existencias que no se habían podido vender durante la temporada, es decir, un tipo de rebajas con gancho. En cambio, hoy en día, muchos establecimientos programan de antemano qué es lo que van a vender mediante esta fórmula y preparan conjuntos de productos de diversos precios. Aunque el contenido exacto sea desconocido, uno puede preguntarle al dependiente qué es lo que incluye y obtener una buena idea, que ya deja poco margen para la imaginación. Por ejemplo, en una tienda de artículos relacionados con el fútbol de Kioto el vendedor explicaba recientemente que las bolsas para niños de 5.000 yenes (unos 31 euros) incluían "un chándal de una marca famosa, un cuello polar, una toalla con el estampado de la selección japonesa y una muñequera". Para entrar en la lotería de las bolsas con camisetas de los grandes equipos de Europa había que que doblar o triplicar la apuesta.
Aunque no se conoce el total de bolsas de la suerte vendidas, la cifra tiene que ser astronómica a juzgar por la enorme cantidad de gente con dos o más de ellas que se ven paseando por las calles más comerciales de Kioto y de todas las grandes ciudades japonesas.

“Falso” elegida la palabra del 2007




CRÓNICA DESDE KIOTO
Jordi Juste. Kioto
Cada año, a mediados de diciembre, el abad del templo budista de Kyomizu, en Kioto, escribe en público, en tinta negra y con un grueso pincel sobre un lienzo blanco, el caracter chino elegido como representativo del año que termina. El acontecimiento se convierte, invariablemente, en tema de informativos televisivos y portada de periódicos. Este año, el caracter escogido se lee “nise”, que significa falso. En la elección han participado unas 100.000 personas. Casi un 20% optaron por “nise”, mientras que el segundo clasificado fue “shoku” (comida), con un 2%.
Y es que este año en Japón se han producido numerosos escándalos relacionados con engaños en la industria de la alimentación, como hacer pasar por carne de una denominación de origen de prestigio otra de menor calidad o cambiar la fecha de productos caducados para volverlos a poner en el mercado. De especial transcendencia, por su simbolismo, fue el caso de los dulces Akafuku, el souvenir más famoso de Ise, donde se encuentra el santuario que acoge a la diosa Amaterasu, cúspide del panteón del sintoísmo, la religión ancestral de Japón. La empresa Akafuku, que en 2007 ha cumplido 300 años produciendo dulces para los peregrinos y turistas que acuden a Ise, fue denunciada por colocar etiquetas nuevas a productos que habían quedado sin vender. El escándalo provocó la suspensión de las actividades de Akafuku y un aumento espectacular de ventas para su competidor, Ofukumochi-Honke, hasta que se descubrió que esta empresa compartía la práctica fraudulenta de su rival.
Pero el “nise” para el 2007 podría referirse también al mundo de la política, donde Japón ha vivido la vergonzosa salida de escena del primer ministro, Shinzo Abe, que tras ser incapaz de solucionar el escándalo por la pérdida de archivos de las pensiones y dedicarse, en cambio, a tratar de imponer su agenda nacionalista, fue castigado por los electores en las elecciones al Senado de julio. Abe se negó a dimitir, pero sólo resisitió en el cargo hasta septiembre. Entonces puso como motivo para su partida las negativas del jefe de la oposición a pactar la prórroga de la misión de apoyo de la marina japonesa a la intervención militar en Afganistán. Sin embargo, a las pocas horas, fue ingresado en un hospital por dolencias intestinales agravadas por el estrés y no reapareció hasta semanas más tarde, cuando ya había sido relevado por Yasuo Fukuda.
La elección del carácter chino del año sirve, además de para resumir el año, para recordar la importancia de la caligrafía en la cultura japonesa. El japonés se escribe con una combinación de caracteres chinos y de los silabarios hiragana y katakana. Los caracteres chinos se conocen como kanji, o “letras de los Han”, en alusión a la dinastía que imperó en China durante 400 años. Representan conceptos y se usan para la raíces de las palabras, mientras que las terminaciones se escriben en hiragana, y el katakana se usa para transcribir palabras que no son de origen japonés ni chino.
Según las fuentes, existen entre 50.000 y 80.000 kanji, pero los que se usan habitualmente en Japón no pasan de los 3.000. Para aprender a leerlos y escribirlos, los niños dedican una enorme cantidad de horas, que además les sirven para convertirse en personas ordenadas y amantes de los detalles.