miércoles, marzo 23, 2011

Tsunami. ¿Gobierno culpable?

Jordi Juste, El Periódico de Catalunya, 23 de marzo de 2011

El chiste habla de dos ciudadanos italianos que cuando ven que llueve exclaman “Porco goberno”. En Japón a nadie se le ocurrirá acusar al gobierno de la lluvia ni, mucho menos, de un terremoto de nueve grados, seguido de un tsunami devastador que arrasa pueblos enteros y deja una central nuclear de seis reactores tan dañados que se convierten en una amenaza internacional. Al actual gobierno ni siquiera se le puede acusar de no haber obligado a las compañías eléctricas a estar preparadas para lo peor, ya que la administración del Partido Demócrata no lleva ni dos años en el poder y solo han pasado ocho meses desde que Naoto Kan substituyera a su correligionario Yukio Hatoyama como primer ministro.

Otra cosa es la crítica a la gestión de la crisis. La primera semana de unidad nacional sin fisuras significativas ha terminado con la negativa del principal partido de la oposición a sumarse a un gobierno de concentración nacional para hacer frente a la hercúlea tarea de levantar el país. Aunque también dijo que colaboraría con el gobierno desde la oposición, el no del líder del Partido Liberal Democrático, Sadakazu Tanigaki, a convertirse en vice primer ministro y compartir responsabilidades con su principal adversario augura que pronto empezaremos a oír críticas a la acción de Kan. Ahora bien, tendrán que ser razonables y mesuradas para no ser vistas como anti patrióticas por la mayoría de la población, consciente de la necesidad de arrimar el hombro para salir del socavón.


Las palabras de algunos comentaristas políticos, los debates espontáneos en las redes sociales y la experiencia de otras crisis hacen pensar que las críticas al gobierno se centrarán en la falta de firmeza, transparencia y valor. Firmeza para obligar a Tepco, la compañía eléctrica propietaria de la central, a tomar medidas expeditivas más rápidamente para minimizar los daños a la población sin reparar en los perjuicios económicos que ello pudiera ocasionarle. Transparencia para dar a los ciudadanos todos los datos y dejar que fueran estos los que decidieran el grado de gravedad de la crisis y actuaran en consecuencia. Y valor para tomar medidas conservadoras de la seguridad de la población aún a riesgo de excederse.

En Fukushima parece que se ha evitado lo peor, pero aún habrá que dejar pasar algún tiempo para saber con certeza lo que ha pasado estos días y así poder evaluar justamente la acción del gobierno.

Cuando llegue el momento, habrá que ver si el ejecutivo ha dejado, en algún momento de la crisis, que Tepco ponderara sus intereses económicos al decidir las medidas a tomar con los reactores dañados, cuando lo que le tocaba era olvidarlos por una vez a favor del bien común. También necesitaremos averiguar si el gobierno ha dejado de informar a la población con la claridad y la celeridad oportunas, teniendo en cuenta la obligada necesidad de un margen de tiempo razonable para recoger los datos e interpretarlos antes de hacerlos públicos. Por último, querremos ver si realmente hemos estado al borde de una hecatombe, y por lo tanto lo correcto hubiera sido evacuar Tokio, o ha sido cierto en todo momento que la situación era grave pero no tanto como para organizar el éxodo de más de treinta millones de personas.


domingo, marzo 20, 2011

El milagro japonés

Hiroshima 2010. JJuste

Jordi Juste. Cuaderno del Domingo. El Peridico de Catalunya, domingo 20 de marzo de 2011

Un terremoto de nueve grados sacude el noroeste de Japón y hace temblar a Tokio, la metrópolis de más de treinta millones de habitantes; unos minutos después, el mar se abalanza sobre la costa de Miyagi, arrasa pueblos enteros y se lleva miles de vidas; se suceden las réplicas del seísmo y la devastación y el clima hacen que sea difícil atender y abastecer a los supervivientes; Tokio y su región viven apagones causados por la falta de suministro eléctrico; y, lo más terrible, una central nuclear de nueve reactores situada a unos 200 kilómetros de la capital permanece más de una semana en estado crítico.

En muchas áreas del planeta, cualquiera de esas circunstancias, extremamente graves, sería suficiente, por sí sola, para causar el pánico, la desesperación y el caos, y dar pie al pillaje y al sálvese quien pueda. Sin embargo, los japoneses reaccionaron con miedo pero con calma a la primera sacudida; se pusieron a trabajar en seguida para socorrer a las víctimas y reparar las infraestructuras; los supervivientes esperan ordenadamente a que les toque su turno para recibir la ración que les corresponde; los familiares lloran a sus muertos con pudor; los tokiotas ahorran obedientemente energía; y todos contemplan con preocupación, pero sin histeria, los esfuerzos por controlar la radiactividad en Fukushima.

Estas actitudes ejemplares sorprenden a quienes no conocen la historia y la realidad presente de Japón. El miércoles, en su alocución a la nación, hasta el emperador se hizo eco de la admiración internacional: “En el extranjero se comenta que los japoneses se ayudan mucho sin perder la calma en medio de esta tristeza tan grande. Espero que, a partir de ahora, todos se ayuden y cuiden unos de los otros y superen esta desagradable etapa”, dijo Aki Hito.

Para los japoneses y los extranjeros que hemos vivido o estudiado su cultura, las reacciones de estos días son las que cabe esperar de un pueblo preparado por la naturaleza y la historia para sufrir desastres de todo tipo y vencer a la adversidad desde el sacrificio individual puesto al servicio del bien colectivo.

Claves culturales

La conciencia milenaria de la inestabilidad del territorio y la mutabilidad de los elementos ha tenido por respuesta eso que parece resignación y que es más bien entereza. Se puede rastrear la historia de ese sentimiento desde el Man'yoshu (la colección más antigua de poesía nipona). La disciplina cívica japonesa se formó en épocas más recientes: data de la época de Edo, pero también es, en parte, una respuesta a los accidentes naturales”, explica el poeta mexicano Aurelio Asiain, profesor en la Universidad de Estudios Extranjeros de Kansai.

La mayoría de japoneses son conscientes de esos rasgos que caracterizan su cultura y su sociedad y que hacen que respondan a los acontecimientos de una forma particular. Un ejemplo de esa consciencia es Kenji Shinohara, realizador de televisión en Tokio y buen conocedor de las culturas española y coreana. “En Japón el budismo y el confucianismo, llegados desde Corea y China, se sumaron al sintoísmo preexistente y de ahí surgieron el bushido (código del samurái) y la moral japonesa, con la mentalidad de auto-sacrificio y consideración hacia el prójimo. En esa mentalidad, a diferencia de lo que pasaba en otros países, en lugar de buscar el propio interés, se sacrificaba todo por el feudo (las provincias de la época de Edo) o el líder. De ahí surge la consideración de la modestia y la generosidad como virtudes”, explica Shinohara.

Para el portorriqueño Roberto Negrón, profesor de español y de comunicación intercultural en la Universidad de Estudios Extranjeros de Kioto, la explicación es sencilla: “Japón es una sociedad que aprecia la armonía y los japoneses evitan a toda costa las confrontaciones. Esa siempre ha sido su filosofía de vida desde tiempos antiguos y es lo que ha permitido al pueblo japonés unirse en situaciones difíciles, como durante la Segunda Guerra Mundial o el terremoto de Kobe, y ahora también”.

Aceptación de la fuerza de la naturaleza y aprecio de la armonía son, sin duda, características culturales del pueblo japonés. Pero, según la catalana Montse Marí, presidenta del Centre Català de Kansai, cuando hablamos de su reacción ante las adversidades, tenemos que contemplar dos perspectivas: “Una es la personal, la capacidad de contener, de perseverar y de tener paciencia. La otra es la de la relación con los demás. La lengua japonesa tiene como mínimo ocho caracteres chinos o combinaciones de estos que expresan la idea de paciencia, perseverancia, sacrificio y entereza. Una de les más utilizadas es la palabra “nintai” 忍耐, que evoca la virtud de perseverar y tener una paciencia activa, no derrotista o llorona”.

Los precedentes

Los japoneses están acostumbrados a las calamidades. En 1923 un gran terremoto mató a más de cien mil personas y destruyó parte de Tokio y en 1995 otro mató a más de cinco mil y asoló el centro de Kobe. Pero es que el país tiembla casi todos los días en algún punto de sus más de cuatro mil islas; cada año es azotado por tifones; y sufre, periódicamente, erupciones volcánicas, lluvias torrenciales y grandes incendios forestales. Además, en 1945 –después de haber causado grandes daños a sus vecinos asiáticos en su afán imperialista– sufrió severos bombardeos aéreos que causaron centenares de miles de víctimas civiles y arrasaron sus principales ciudades, los dos últimos con bombas atómicas que asolaron Hiroshima y Nagasaki.

Kobe, 1995

¿Preparados para las catástrofes?

La conciencia de vivir en un país azotado por la naturaleza y por la estupidez humana tiene que haber marcado por fuerza el carácter de este pueblo. Además, los japoneses no necesitan ver desgracias en los libros de historia o en los telediarios para recordar que tienen que estar preparados para lo peor: Cada año, en cualquier centro educativo, de trabajo o residencial, tienen lugar ejercicios de evacuación en los que la disciplina, el orden y la calma son esenciales, y por todo el país están señalizadas las áreas a las que hay que acudir en caso de emergencia. A eso hay que añadir que es difícil desplazarse unos quilómetros en cualquier dirección sin tropezar con una garita de policía o una estación de bomberos.

Con todo, esta vez la previsión no ha podido evitar el embate del océano. Pero quizás ha servido para evitar males mayores. Porque no es difícil imaginar la proporción del desastre si los más de cuarenta millones de personas afectadas desde Miyagi hasta la capital hubieran salido despavoridos de sus casas, se hubieran lanzado a robar comestibles o hubieran aprovechado la ocasión para vengarse de un vecino ausente o desprevenido.

Lecciones de la historia

La situación actual guarda similitudes y diferencias con los precedentes del siglo pasado. “En cuanto a la extensión de los daños a la ciudadanía, el terremoto de Tokio y de Kobe son distintos a la Segunda Guerra Mundial. Los daños de este se parecen a los de la guerra. Pero el perjuicio causado por la energía nuclear será para todos los países sobre la faz de la tierra. Y no se puede decir que sea un daño causado por la naturaleza”, explica Teru Shimamura, profesor de literatura japonesa en la universidad Ferris, de Yokohama, quien también recuerda que tras el terremoto de 1923 no todo el mundo mantuvo la calma: “Se produjeron asesinatos de ciudadanos coreanos y chinos a manos de la turba (tras difundirse rumores que los acusaban de provocar incendios). Se aprendió la lección de la historia y en esta ocasión no han sucedido cosas de ese tipo”.

No han sucedido porque la sociedad japonesa es muy distinta a la de principios de siglo XX. A pesar de las llamadas de sectores nacionalistas a que el país adopte una actitud más desafiante en política exterior, la mayoría de japoneses se han acostumbrado a la paz y al orden, detestan el descontrol y desean recuperar cuanto antes unos niveles de prosperidad que el profesor Shimamura califica de forma crítica como “una realidad hecha sobre una central nuclear construida sobre la arena”.

Salir adelante

¿Qué va a pasar a partir de ahora? ¿Podrá ese carácter de los japoneses hacer que el país salga fortalecido? ¿Perderán la fe en esa técnica que los ha convertido en una potencia económica? Creo que Japón también saldrá adelante en esta ocasión, y que la gente no perderá la confianza en la capacidad del país, responde el historiador Yukitaka Inoue, profesor de la universidad Senshu, de Tokio.

Por su parte, el catedrático emérito de la Universidad de Estudios Extranjeros de Kioto Àngel Ferrer, ve la catástrofe como una oportunidad: “El 200 por ciento del PIB en deuda pública, el problema de los jóvenes que se encierran en sus casas y otros desastres actuales han situado el país en una especie de marasmo. Estoy seguro de que este enorme latigazo será una vez más el acicate que les hará, recordando las palabras del emperador Hiro Hito, soportar lo intolerable”.

También lo tiene claro Kenji Shinohara: “Por supuesto, Japón saldrá adelante. Pero, para que eso ocurra, los que no hemos sufrido daños tenemos que ser muy conscientes. Depende de cuánto podamos esforzarnos los que estamos bien para tirar de los que no pueden. Por contra, si nos acomodáramos y nos aprovecháramos de la situación para ganar dinero o para mejorar nuestra posición, sería el fin de Japón. Persiste la tristeza por la gente que ha sufrido daños y sus familias y se mantendrá quizás por más de una década. Cuando ellos se levanten y miren hacia el futuro podremos decir que Japón se encamina hacia la recuperación.”


La escritora Yuiko Asano ilustra con un ejemplo la reacción japonesa típica ante una calamidad:

“La mayoría de la gente, si está en un restaurante o en una tienda, hay un terremoto y los empleados dicen que salgan a refugiarse sin pagar, lo hacen. Pero más tarde vuelven para pagar.

Su explicación del civismo nipón: “El que estemos juntos, que compartamos este espacio, forma parte de nuestro destino. Por eso somos considerados con los demás y nos ayudamos unos a los otros. Yo me siento orgullosa, como japonesa, de haber sido educada así”.


El profesor Àngel Ferrer, testigo de la recuperación de Japón tras la guerra, recortó el otro día una foto y la pegó en su diario. En ella se ve a una chica japonesa triste sentada, con la mirada perdida entre los escombros dejados por el tsunami. Al lado de la imagen, el profesor añadió el siguiente comentario en verso:

T S U N A M I T I D E

Vaig veure un país que pujava a la glòria

Després d’una guerra inhumana i cruel :

Alerta i conscient d’assolir la victòria

Si la pau compartia amb constància i anhel.

Tsunamítide trista, del somni desperta!

Si ara és la Natura que us ha bandejat

Mantindreu amb dolor l’esperança incerta

Fins a fer del somni una realitat.

¿Seguidismo o responsabilidad?

Jordi Juste. El Periódico de Catalunya, domingo 20 de marzo de 2011
Esta semana han abandonado el área de Tokio miles de ciudadanos extranjeros, mientras que eran muy pocos los japoneses que se movían hacia el sur o el exterior en busca de refugio ante una posible nube radiactiva proveniente de Fukushima. Esta diferencia de actitud no ha respondido a una resignación suicida de los japoneses, sino a que la información que les llegaba en general hablaba de una situación preocupante, pero ni mucho menos de un estado de cosas que pusiera el país a un paso de la hecatombe. Muchos de ellos veían por internet los anuncios apocalípticos que se hacían en el extranjero, pero ante la disonancia con el discurso de los medios nacionales, se quedaban con este.
En cambio, los extranjeros residentes en Tokio veían por internet cómo los gobiernos y medios de comunicación de sus países anunciaban la inevitabilidad de un nuevo Chernóbil y cómo sus familias los conminaban a salir con lo puesto de la capital de Japón, y muchos han acabado por hacerles caso y marcharse. Algunos de ellos, indignados al ver en los medios extranjeros que en Japón había caos y un éxodo masivo, algo que con sus propios ojos comprobaban que no era cierto. Se preguntaban si esos mismos medios tenían credibilidad para anunciar el apocalipsis, pero cedían para tranquilizar a familiares y amigos.
En España, la colonia japonesa asistía perpleja a la enorme preocupación de sus vecinos, que los consolaban antes de hora por la tragedia que estaba a punto de acontecer, mientras sus familiares y amigos les decían desde Japón que no se preocuparan, que la situación en Fukushima era grave pero no para caer en la histeria, y menos en el caso de aquellos que viven en Japón a distancias de la central dañada iguales o superiores a la que hay entre Barcelona y Cádiz.
Los medios japoneses se han consagrado a la cobertura de los efectos del tsunami, primero mostrando la devastación y luego retransmitiendo casi en directo la crisis de Fukushima, cediendo gran parte de su espacio a transmitir tal cual las palabras del portavoz del Gobierno y de los representantes de la compañía eléctrica o a explicarlas para hacerlas más comprensibles para la audiencia. ¿Han actuado de forma irresponsable al contribuir a calmar a la población? ¿Deberían haber preparado a los ciudadanos para un desastre que si se llega a evitar habrá sido por muy poco? Aún tendremos que esperar algún tiempo para poder responder a esta pregunta. Pero, aunque podemos imaginar el dilema al que se han enfrentado, no tenían casi más remedio que fiarse de su Gobierno, de Tepco y de la mayoría de los expertos en centrales nucleares, que apostaban por mantener la calma.
Es cierto que también en Japón se han oído, aunque con sordina, algunas voces de científicos antinucleares conminando al Gobierno a «decir la verdad» y evacuar Tokio cuanto antes, pero para creerles era necesario también un acto de fe. Y, puestos a creer, los medios japoneses han optado por la obediencia, la actitud recomendable en caso de crisis con potencial para terminar en caos.

sábado, marzo 19, 2011

Muertos invisibles

Jordi Juste
Análisis
El Periódico de Catalunya, sábado 19 de marzo de 2011

Una semana después de que la tierra temblara y el mar se abalanzara sobre el noreste de Japón, el número de muertos por la catástrofe confirmados alcanza casi los siete mil. Los primeros días fueron apareciendo cadáveres a centenares entre los escombros o en las playas y dicen las crónicas locales que las funerarias de la zona no dan todavía abasto y los hornos crematorios no dejan de echar humo. Sin embargo, apenas se han visto fotografías o imágenes de televisión de cadáveres, y en las que hay se hace necesario imaginar que aparece un cuerpo humano sin vida.

Esta invisibilidad de los muertos no es nada nuevo en Japón, donde los medios de comunicación de masas casi nunca muestran imágenes de restos mortales. En parte, se puede explicar la ausencia de cadáveres por el antiguo tabú existente en la sociedad nipona y en su religión ancestral, el sintoísmo, que consideraba impuros los cuerpos sin vida de personas y animales, y reservaba las labores funerarias y el trabajo con reses muertas a su casta más baja, que vivía segregada del resto de la población.

Posiblemente, ese prejuicio se interiorizó en la cultura y ha automatizado una prevención hacia los cuerpos muertos en generaciones que ya no conocen de castas. Lo cierto es que la exposición de cadáveres en que se prodigan los medios occidentales es algo que deja perplejos a los japoneses de hoy en día. “¿Por qué ponen esta fotografía?” “¿La gente quiere ver esto?” “¿Qué aporta?” “¿Qué pensaran los familiares o amigos al verla?” “¿Te gustaría que te mostraran así?”, te preguntan los japoneses ante una imagen de una masacre o un accidente con víctimas en un periódico occidental.

La última cuestión –¿Te gustaría que te mostraran así? – es importante. Porque en Japón la muerte no se oculta: Quien haya visto la película Despedidas, ganadora de un Oscar en 2009, sabrá que en los ritos funerarios nipones el cuerpo del finado tiene una presencia mucho más central que en los occidentales. Pero el aspecto del fallecido es esencial, ya que la ceremonia es una oportunidad de mostrarle respeto y despedirlo con la dignidad que merece. Ese es el motivo por el que no hemos visto despojos humanos y por el que sí hemos visto a familiares y amigos llorando, pero casi siempre sin desesperación, sin perder el decoro.

viernes, marzo 18, 2011

Mangueras contra la radiactividad

JORDI JUSTE
Japón posee abundante tecnología de vanguardia, pero ayer los esfuerzos para lograr refrigerar el núcleo y las barras de combustible de los reactores de la central nuclear Fukushima Daiichi se hacían a base de lanzar agua desde tierra y aire con helicópteros militares, una tanqueta antidisturbios de la policía y camiones de bomberos del Ejército. Los militares lograron hacer llegar el agua hasta el reactor número tres, pero no el vehículo policial, cuya potencia de chorro no alcanzó al objetivo. Al término de las operaciones, militares y policías no presentaban dosis de radiación preocupantes, pero es indudable que su intervención tuvo una gran dosis de heroicidad.
Si hubiéramos imaginado un accidente nuclear en Japón, posiblemente habríamos predecido el uso de sofisticados robots en las tareas para controlar una posible fuga radiactiva. No en vano, Japón es una potencia en el mundo de la robótica desde hace décadas.
Androides
En los últimos años, hemos visto perfeccionadas versiones de máquinas androides que bailan o sirven café o de robots con forma de animal que supuestamente hacen el papel de mascotas. Anécdotas, comparadas con la gran cantidad de máquinas japonesas con gran autonomía que se usan hoy en día en la industria, en todo el mundo, para hacer trabajos pesados o peligrosos que antes exigían la fuerza y el riesgo humanos.
Una explicación al hecho de recurrir a métodos que parecen rudimentarios, en lugar de los tecnológicamente más avanzados, es que los robots modernos se usan en instalaciones modernas, que ya han sido diseñadas para que eso sea posible.
La central nuclear de Fukushima fue construida en los años 70. Pero, aunque fuera una instalación moderna, parece que los daños, provocados por el tsunami primero y luego por las explosiones de hidrógeno, hubieran hecho igualmente difícil el acceso de humanos, humanoides o robots de otra forma.
No es raro ver en Japón la tecnología punta conviviendo con métodos de toda la vida. Al lado de escaleras de aleaciones muy sofisticadas es posible ver otras hechas de bambú, un material abundante y apreciado por su fuerza y ductilidad, y en templos o palacios catalogados como patrimonio de la humanidad, además de extintores y sistemas de aspersión, casi siempre están presentes los cubos rojos preparados para arrojar agua sobre las llamas.
Cultura del esfuerzo
En la cultura japonesa el esfuerzo es muy valorado y tiene un componente sobre todo físico cuyo máximo exponente es el del sacrificio de la propia vida para salvar al grupo. Esta vez, aún no ha sido necesario llegar a tal extremo, pero sí confiar en la pericia de héroes de carne y hueso para tratar de evitar una fuga radiactiva que podría afectar a sus compatriotas y a gente de otros países.
*PERIODISTA

Señor del cielo y padre de la gran familia japonesa

Emperor Akihito and Empress Michiko console sufferers of Great Hanshin-Awaji Earthquake.(1995)
(Photo: Mainichi)http://www.kunaicho.go.jp/eindex.html

Muchos japoneses no saben ni que el emperador de Japón se llama Aki Hito ni que su padre se llamaba Hiro Hito. De hecho, muchos ni siquiera tienen consciencia de que el símbolo viviente de su nación sea un emperador. Pero no es porque desconozcan su existencia sino porque, en vida, se refieren a él como “Tenno”, que literalmente significa “señor del cielo”, y una vez muerto le añaden el nombre que recibe su era. Así, Hiro Hito es el Showa Tenno (tenno de la armonía ilustrada) y Aki Hito será un día Heisei Tenno (tenno de la paz generalizada).

Por ahora, Aki Hito es, según la Constitución, “símbolo del Estado y de la unidad del pueblo”, y no tiene ninguna atribución política más allá de la representación nacional en el exterior y la legitimación de las leyes mediante su rúbrica. Un papel similar al de cualquier monarca constitucional europeo, con la gran diferencia de su legitimidad histórica, que no se remonta a ningún cambio de dinastía más o menos reciente sino al momento mítico del nacimiento de Japón. Hoy en día solo queda un puñado de fanáticos que se crean el origen mítico del país o que consideren a Aki Hito un semi-dios, pero él sigue estando en la cúspide simbólica del sintoísmo, la religión ancestral del país, basada en el culto a la naturaleza y a la familia.

Akihito es jefe del Estado por ley y padre de la gran familia japonesa por costumbre. Por supuesto, entre los 128 millones de japoneses hay muchos que cuestionan ambos roles, pero para la mayoría el tenno es una figura positiva, como mostraban ayer mismo las redes sociales de internet en los muchos mensajes de reacción a su alocución de apoyo a los damnificados por el terremoto: “Muchas gracias. Las palabras de su majestad infunden coraje y ayudan a mucha gente”; “Su majestad se preocupa más que nadie por la felicidad de los japoneses”; “Sus palabras me han calado en el corazón. Estoy orgulloso de ser japonés”.

Más allá del grado de adhesión a su figura, las apariciones públicas de Aki Hito, marcadas siempre por la ceremonia y un estricto sentido de la dignidad de su cargo, sirven a los japoneses para recordarles su pertenencia al grupo, a esa gran familia que es Japón, y hacer que se sientan apoyados frente a la adversidad.

lunes, marzo 14, 2011

El tsunami asesta un golpe muy duro a la economía japonesa

Tokio ve frustradas sus posibilidades de sanear las finanzas a corto plazo
El freno a la actividad en el noreste afectará a la producción en otras zonas del país
El primer ministro de Japón, Naoto Kan, discutía el viernes en el Parlamento la necesidad de un presupuesto austero para el año que viene cuando la tierra se puso a temblar bajo sus pies. Pocos minutos después, el tsunami que arrasó el noreste del país engulló las posibilidades de sanear a corto plazo sus finanzas públicas. Japón, que ya tiene una deuda de casi nueve billones de euros (más del 200% de su Producto Interior Bruto) necesitará ahora dedicar ingentes cantidades para reconstruir parte de su infraestructura.
El precedente histórico más inmediato, el terremoto de Kobe de 1995, supuso un coste de unos 70.000 millones de euros para el Estado nipón. Aún es pronto para establecer con precisión el coste económico del seísmo del viernes, el mayor de la historia del Japón contemporáneo. De momento, la empresa de cálculo de riesgos Air Worldwide hizo pública ayer la cifra de más de 34.000 millones de dólares (unos 25.000 millones de euros) como primera estimación de los gastos a los que tendrán que hacer frente las aseguradoras por los bienes dañados sobre los que existían pólizas de seguro.
La cuantía de los daños sobre el conjunto de la economía japonesa dependerá, en buena medida, de cómo se solucione la presente crisis nuclear y del tiempo que se requiera para devolver al máximo de su potencial la capacidad productiva del país. Los obligados cortes eléctricos que se sucederán durante algún tiempo afectan ya al área de Tokio, la más importante para la economía japonesa. Además, todos los grandes conglomerados industriales japoneses tenían plantas de producción en la región afectada más directamente por el terremoto, por lo que deberán derivar parte de sus presupuestos a la reconstrucción de instalaciones. También es de esperar que la paralización económica del noreste produzca problemas de suministros que afectarán la producción industrial en otras zonas del país.
El Gobierno reconoció ayer, por boca del jefe de gabinete, Yukio Edano, la necesidad de aprobar un paquete extraordinario de gasto para hacer frente a las consecuencias del desastre. «Es de esperar que el terremoto tenga un impacto considerable en un amplio abanico de las actividades económicas del país», declaró Edano. Por su parte, el líder de la oposición, Sadakazu Tanigaki, se mostró abierto a la posibilidad de apoyar la creación de impuestos especiales para financiar el esfuerzo. «El primer ministro debe tomar en consideración si la financiación puede obtenerse solo mediante la emisión de bonos gubernamentales», dijo Tanigaki.
ESTABILIZAR LOS MERCADOS / La elaboración de un presupuesto extraordinario y la fórmula para financiar el gasto suplementario tendrán que esperar a finales de mes, según explicó el ministro de Economía, Yoshihiko Noda. De momento, el Banco de Japón se dispone ya a inyectar cantidades suplementarias de dinero para estabilizar los mercados financieros. «Vamos a estudiar las condiciones de los mercados y tenemos previsto aportar liquidez desde primera hora de mañana», dijo ayer el gobernador Masaaki Shirakawa.
Además de la inundación pública de liquidez, es de esperar que empresas, bancos y fondos de inversión japoneses hagan desinversiones en el extranjero para poder repatriar fondos. Por eso es probable que el yen sufra una presión alcista a corto plazo, hecho que perjudicaría la capacidad exportadora de su industria pero supondría un alivio para lasoposición, Sadakazu Tanigaki, se mostró abierto a la posibilidad de apoyar la creación de impuestos especiales para financiar el esfuerzo. «El primer ministro debe tomar en consideración si la financiación puede obtenerse solo mediante la emisión de bonos gubernamentales», dijo Tanigaki.
ESTABILIZAR LOS MERCADOS / La elaboración de un presupuesto extraordinario y la fórmula para financiar el gasto suplementario tendrán que esperar a finales de mes, según explicó el ministro de Economía, Yoshihiko Noda. De momento, el Banco de Japón se dispone ya a inyectar cantidades suplementarias de dinero para estabilizar los mercados financieros. «Vamos a estudiar las condiciones de los mercados y tenemos previsto aportar liquidez desde primera hora de mañana», dijo ayer el gobernador Masaaki Shirakawa.
Además de la inundación pública de liquidez, es de esperar que empresas, bancos y fondos de inversión japoneses hagan desinversiones en el extranjero para poder repatriar fondos. Por eso es probable que el yen sufra una presión alcista a corto plazo, hecho que perjudicaría la capacidad exportadora de su industria pero supondría un alivio para las necesidades de importación de gas para la producción eléctrica que se derivarán de la paralización de algunas plantas nucleares.
[ +INFO ]
> El Gobierno nipón se verá obligado a modificar su política y reducir el gasto.
El Gobierno ya se encontraba antes del terremoto ante la hercúlea tarea de recortar el déficit y al mismo tiempo ampliar el estado del bienestar e impulsar la descentralización administrativa. Rebajas en las autopistas, ayudas directas a las familias, gratuidad del bachillerato y aumento de la autonomía presupuestaria de las provincias son algunas de las medidas y proyectos con los que el primer Gobierno de centroizquierda del Japón contemporáneo ha intentado ganarse el favor de la población. Ayer, muchos japoneses se mostraban escépticos sobre la posibilidad de mantener políticas de país sobrado cuando han surgido necesidades más perentorias.

domingo, marzo 13, 2011

“Cuando vi que la autopista se balanceaba...

“Cuando vi que la autopista se balanceaba, me di cuenta de que era un seísmo fuerte”

El aeropuerto japonés de Sendai, anegado por el agua tras el tsunami que provocó el terremoto.

El aeropuerto japonés de Sendai, anegado por el agua tras el tsunami que provocó el terremoto. REUTERS

zoomIngenieros inspeccionan una carretera resquebrajada en la localidad japonesa de Satte.

Ingenieros inspeccionan una carretera resquebrajada en la localidad japonesa de Satte. AP / SAITAMA SHIMBUN

zoomVista aérea de Natori, en el norte de Japón, donde varios incendios se desataron tras el seísmo.

Vista aérea de Natori, en el norte de Japón, donde varios incendios se desataron tras el seísmo. AP / YASUSHI KANNO

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Jordi Juste

“Estaba en un edificio del centro de Tokio; sentimos que comenzaba a temblar y pensamos que sería simplemente uno más, pero el temblor fue creciendo y salimos a la calle. Cuando vi que la autopista elevada que pasa enfrente se balanceaba, me di cuenta de que era un seísmo fuerte. Entonces vi con el móvil que el epicentro estaba en Miyagi, muy lejos de ahí, y comprendí que se trataba de un gran terremoto”, explica Albert Mateo, un ingeniero de 29 años de Barcelona que trabaja en la capital de Japón diseñando, precisamente, edificios resistentes a los seísmos.

Albert es licenciado en ingeniería geológica por la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) y estudió su maestría en Miyagi. En el momento del terremoto estaba participando en una reunión tratando sobre la resistencia de unos edificios. Tras el terremoto el transporte público quedó paralizado, así que para volver a su casa tuvo que caminar durante tres horas. Al llegar se encontró una gran cantidad de objetos caídos por el suelo, puso la tele y se quedó impresionado con las imágenes que la televisión japonesa ofrecía de la ciudad donde estudió.

Sus conocimientos y su experiencia de trabajo en una empresa constructora en Tokio lo han convencido de que un terremoto de la magnitud del de ayer con el epicentro en la capital habría sido devastador: “En Japón la legislación es muy estricta, sobre todo después del terremoto de Kobe de 1995, y los edificios nuevos aguantan muy bien, pero todavía quedan muchas estructuras anteriores y algunas no habrían resistido. Además, parte de Tokio es tierra ganada al mar y el terreno es muy blando y eso agranda el efecto. Habría muerto mucha gente”.

Albert sabe que la destrucción de los terremotos se produce a menudo de forma diferida. “No es sólo el daño que produce la caída de edificios. Están los tsunamis. Y un problema común es la rotura de tuberías de gas y la facilidad con que se propagan los incendios entre edificios muy pegados los unos a los otros. Además, después de la gran tensión que se vive con un temblor importante, la gente se relaja y baja la guardia, y entonces las réplicas causan estragos”.

Acabado de llegar a Tokio

Más impresionado si cabe estaba el colombiano Juan Carlos Villamizar, responsable de inmigración de Iniciativa per Catalunya-Verds, que ayer mismo aterrizó en Tokio para pasar una semana. “Acababa de registrarme en el hotel y estaba en mi habitación dejando las maletas cuando un fuerte movimiento empezó a lanzarme de una esquina a otra de la habitación. Bajé las escaleras buscando la cara de los japoneses, esperando que estuvieran tranquilos, pero solo veía caras de pánico. Todo el mundo salió y empezaron a caer baldosas de la fachada principal. Luego, la cosa se fue calmando, pero hubo un segundo temblor que todavía me pareció más fuerte, y entonces otros cada vez más suaves”.

Con calma tensa, Juan Carlos regresó a su habitación -en la tercera planta de un edificio de siete- para recabar información sobre lo que había ocurrido: “Vi que los medios de comunicación empezaron a informar enseguida y me impresionó que un país con tanta tecnología punta no pudiera hacer más que quedarse viendo por televisión como el mar se tragaba barcos y carreteras. Creo que estaban bien preparados para el terremoto, pero no para el agua”.

Ayer la embajada española recomendó a los españoles de paso por el país que fueran a la sede del Instituto Cervantes, en el distrito de Chiyoda, y facilitó unos números de teléfonos de contacto de escasa utilidad dadas las dificultades para establecer comunicación por este medio. “Hemos tenido suerte de Internet para comunicarnos”, explicaba Villamizar.

Preparados para los terremotos

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Japón se encuentra en una zona de gran actividad sísmica, por lo que los terremotos son algo frecuente y las medidas de prevención y reacción son abundantes, rápidas y casi automáticas.Las normas de construcción son mucho más estrictas que en otros países. “Simplificando, se puede decir que la mayoría de edificios son más resistentes y tienen más amortiguadores que en otros lugares; y los más altos están hechos de forma que se balancean pero no se rompen. Algunos se construyen aislados del suelo en la base mediante una especie de gomas que hacen que estén como sobre un monopatín”, explica Albert Mateo, ingeniero especializado en resistencia de edificios.

En el momento de producirse un gran desastre, la reacción de los medios de comunicación es unánime e inmediata. Los canales de televisión y de radio suspenden casi inmediatamente sus programaciones para dar información útil y los equipos de rescate, repartidos por todo el territorio, se movilizan muy rápidamente.

Por su parte el responsable principal de la Administración –el alcalde, el gobernador provincial o el primer ministro, según la extensión geográfica y la magnitud– aparece, generalmente al cabo de poco tiempo, en la televisión vestido con ropa de trabajo para ofrecer una imagen de liderazgo y apoyo.

Además, la población está preparada para hacer frente a las emergencias. Las áreas de evacuación a las que hay que acudir en caso de desastre están bien señalizadas y en barrios, centros educativos y lugares de trabajo se realizan periódicamente sesiones informativas y ejercicios en los que participan desde niños pequeños a ancianos. A pesar de estas medidas, los desastres siempre cogen a gente desprevenida y un problema creciente es el de las personas que viven solas, a menudo ancianos que no pueden huir sin ayuda.

Otra asignatura pendiente de Japón es la de la previsión. El país invierte una gran cantidad de esfuerzos y dinero en la investigación de sistemas que permitan detectar los terremotos y las olas gigantescas que se producen en el mar. Todavía no se ha logrado pronosticar los temblores en tierra con suficiente antelación y precisión como para que el aviso sea de utilidad. Más margen dan a veces los tsunamis, aunque aquí el problema es que la repetición de pronósticos que no se confirman produce un efecto de desconfianza en la población.