Jordi Juste. El Periódico de Catalunya, domingo 20 de marzo de 2011
En cambio, los extranjeros residentes en Tokio veían por internet cómo los gobiernos y medios de comunicación de sus países anunciaban la inevitabilidad de un nuevo Chernóbil y cómo sus familias los conminaban a salir con lo puesto de la capital de Japón, y muchos han acabado por hacerles caso y marcharse. Algunos de ellos, indignados al ver en los medios extranjeros que en Japón había caos y un éxodo masivo, algo que con sus propios ojos comprobaban que no era cierto. Se preguntaban si esos mismos medios tenían credibilidad para anunciar el apocalipsis, pero cedían para tranquilizar a familiares y amigos.
En España, la colonia japonesa asistía perpleja a la enorme preocupación de sus vecinos, que los consolaban antes de hora por la tragedia que estaba a punto de acontecer, mientras sus familiares y amigos les decían desde Japón que no se preocuparan, que la situación en Fukushima era grave pero no para caer en la histeria, y menos en el caso de aquellos que viven en Japón a distancias de la central dañada iguales o superiores a la que hay entre Barcelona y Cádiz.
Los medios japoneses se han consagrado a la cobertura de los efectos del tsunami, primero mostrando la devastación y luego retransmitiendo casi en directo la crisis de Fukushima, cediendo gran parte de su espacio a transmitir tal cual las palabras del portavoz del Gobierno y de los representantes de la compañía eléctrica o a explicarlas para hacerlas más comprensibles para la audiencia. ¿Han actuado de forma irresponsable al contribuir a calmar a la población? ¿Deberían haber preparado a los ciudadanos para un desastre que si se llega a evitar habrá sido por muy poco? Aún tendremos que esperar algún tiempo para poder responder a esta pregunta. Pero, aunque podemos imaginar el dilema al que se han enfrentado, no tenían casi más remedio que fiarse de su Gobierno, de Tepco y de la mayoría de los expertos en centrales nucleares, que apostaban por mantener la calma.
Es cierto que también en Japón se han oído, aunque con sordina, algunas voces de científicos antinucleares conminando al Gobierno a «decir la verdad» y evacuar Tokio cuanto antes, pero para creerles era necesario también un acto de fe. Y, puestos a creer, los medios japoneses han optado por la obediencia, la actitud recomendable en caso de crisis con potencial para terminar en caos.
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