jueves, mayo 10, 2012

Crónica desde el pueblo de The Cove

Para los que vieron ayer en Televisió de Catalunya The Cove, aquí abajo va la crónica que escribí hace un año y medio desde el pueblo para El Periódico de Catalunya.

 Por cierto, recuerdo que unos días antes de ir estuve hablando sobre la película con Fernándo Sánchez Dragó en Kyoto e hizo uno de sus impactantes comentarios:
"Dejar jugar a niños con delfines ahí es como poner a niños judíos a jugar delante de un campo de concentración nazi".
 Ahora dicen que en Taiji quieren usar una parte del lugar donde se produce la masacre anual precisamente para que la gente pueda nadar con los delfines.
A mí me repugna lo que hacen en Taiji, pero tampoco puedo dejar de preguntarme: ¿vale más la vida de un delfín que la de un cerdo?


Fachada del museo de las ballenas de taiji. Jordi Juste
CRÓNICA DESDE taiji
Información publicada en la página 11 de la sección de Mundo de la edición impresa de El Periódico del día 21 de julio de 2010

Miércoles, 21 de julio del 2010
Jordi Juste
Hace falta viajar tres horas en tren, desde Osaka, para llegar a Taiji, una idílica aldea de pescadores en la costa de Wakayama, en el sur de Honshu, la isla más grande de Japón. Solo llegar a la pequeña estación, tomada por el moho y el óxido, uno se da cuenta de porqué la vida de la gente de Taiji dependió durante siglos de la caza de cetáceos. La costa es agreste, la montaña está muy cerca del mar y los campos de arroz y otros cultivos son escasos y pequeños.
Para muchos japoneses, Taiji era conocido por ser el puerto desde donde muchos compatriotas habían emigrado en los siglos XIX y XX hacia América y por albergar parte de la flota ballenera del país. Tras la segunda guerra mundial, Japón era un país en ruinas y la carne de ballena una de las pocas fuentes de proteína animal para la población. Taiji vivió entonces una época de esplendor y fue la envidia de sus vecinos.
Ahora, a la aldea se la conoce por la matanza de delfines que tiene lugar cada año entre septiembre y marzo, mostrada en la película-documental The Cove. Cientos de delfines son empujados cada día hacia la costa por una flotilla armada con barras de hierro para crear un muro de sonido. Ahí son encerrados en una cala para que los compradores de todo el mundo escojan el animal con mayor potencial para el mundo del espectáculo. Los que no consiguen comprador son llevados a una recóndita cala donde son arponeados hasta la muerte, tiñiendo el mar de rojo.
El filme, ganador de un Oscar, ha podido ser finalmente proyectado en seis cines de Japón, provocando una gran variedad de respuestas. La extrema derecha cree que se trata de propaganda antijaponesa y pidió su prohibición; otros destacan su valor de denuncia de la venta de carne de delfín, que tiene un alto contenido en mercurio; también se han oído críticas al planteamiento como una aventura heroica, o se ha pedido pidiendo una mayor contextualización en el ámbito del sufrimiento animal.
En las calles de Taiji, monumentos, esculturas, mosaicos o dibujos en el mobiliario urbano, recuerdan a delfines y ballenas. La mitad de los menús que ofertan las cartas de los restaurantes son de carne de cetáceo. Hay un viejo barco ballenero varado para las visitas y un museo con delfinario y espectáculos que recuerdan lo entrañables que pueden ser estos mamíferos. Nadie parece querer hablar de la película o de la matanza que tiene lugar a escasos metros de ahí. Este es un pueblo que ha cazado cetáceos desde tiempo inmemorial y no cree que haya ninguna razón para dejar de hacerlo.
«Si hay cuestiones de salud o de conservación de la naturaleza es distinto, pero no puede ser que se critique la caza de delfines y ballenas porque dan lástima, también sufren otros animales que se sacrifican para comer» , comenta un turista que no verá la película. «El problema es que aquí la matanza es espectacular y el mar se llena de sangre, y por eso han podido hacer un documental muy dramático, pero cosas parecidas pasan en todo el mundo», añade una mujer de mediana de edad a las puertas del museo.




3 comentarios:

  1. Fernando Pérez5:29 a. m.

    Yo tampoco sé si vale más la vida de un delfín o la de un cerdo, pero si algo debe distinguir a nuestra especie es eso que llamamos humanidad. La manera de masacrar esos animales lleva aparejado un padecimiento para los mismos que no es justificable. Sea cual sea nuestra fuente de alimentación nunca deberíamos perder de vista que la manera de sacrificar al animal debería provocar el menor sufrimiento posible. Deberíamos mostrar un gran respeto por un animal que va a dar su vida para servirnos de alimento.

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  2. Anónimo3:08 a. m.

    y por que no te preguntas si vale menos la vida de un cerdo que la de un delfín?
    y a Fernando, ningún animal va a dar su vida para que otro se alimente, o has visto algún herviboro correr hacia un depredador? que entre dar y quitar hay mucha diferencia.

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