29 de noviembre. El Periódico de Catalunya
Nueva oleada de suicidios pactados por Internet
Kioto. Jordi Juste
Los cuatro cadáveres hallados ayer en el interior de un coche en la provincia de Shizuoka, a 180 kilómetros de Tokio, y los tres que se encontraron dentro de otro vehículo en Gunma, a unos 100 kilómetros de la capital, constituyen los ultimos casos conocidos de una macabra serie de suicidios colectivos pactados a través de Internet. Según la policía japonesa, los siete suicidas, de edades comprendidas entre los 17 y los 29 años, se habrían quitado la vida usando pequeños quemadores de carbón para producir monóxido de carbono, el mismo método utilizado por los cuatro jóvenes cuyos cadáveres aparecieron el pasado domingo en un apartamento de Tokio.
Con estas once últimas muertes se eleva ya a 26 el número de suicidas nipones juramentados en la red en los últimos dos meses, y a más de 60 en los últimos dos años. La espectacularidad de sus muertes ha hecho que tengan una repercusión importante, a pesar de que Japón es uno de los países industrializados con un número más elevado de suicidios, más de 34.000 en 2003. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, en 1999 la proporción de suicidios en Japón era de 25,3 por cada 100.000 habitantes, mientras que en España era de 8,2, es decir, sólo una tercera parte.
Esta diferencia se explica en gran medida por razones culturales, ya que en Japón no existe el tabú del suicidio y su historia está festonada de ejemplos en que quitarse la vida es visto como una honorable asunción de responsabilidad o un bello acto de sacrificio. Con todo, los expertos explican que los últimos años han visto aumentar las cifras de suicidios sobre todo entre hombres de mediana edad debido a fracasos personales relacionados con la crisis económica, que dejó en la calle o en la bancarrota a muchos hombres para los que el trabajo era su principal razón para vivir. De todos modos, la causa más común (más de 15.000 casos) sigue siendo los problemas graves de salud.
En cuanto al suicidio juvenil, algunos comentaristas señalan como motivo principal la pérdida del sentido de gravedad del óbito causada por la escasez de fallecimientos en la familia japonesa actual, combinada con la ominpresencia de la realidad virtual, que podría haber convertido la muerte en algo intrascendente. Y todo ello en una cultura en que la exteriorización de los sentimientos no se produce con la franqueza y frecuencia de sociedades como la española y donde existe un gran número de jóvenes, los conocidos como hikikomori, que se encierran en su casa y prácticamente sólo se conectan con el exterior mediante los ordenadores.
Precisamente, la cadena de suicidios colectivos pactados por Internet reaviva la polémica sobre las páginas dedicadas en la red al intercambio de impresiones e incluso de técnicas entre suicidas. Sus detractores se refieren al efecto de impulso hacia la muerte que producen entre los visitantes, mientras sus defensores afirman que poder compartir el deseo de abandonar la vida puede convertirse en una tabla de salvación para quienes se sienten solos en su deseo de dejarlo todo. Según estas voces, son más los suicidios que se evitan gracias a Internet que los que este medio hace posibles.
Nueva oleada de suicidios pactados por Internet
Kioto. Jordi Juste
Los cuatro cadáveres hallados ayer en el interior de un coche en la provincia de Shizuoka, a 180 kilómetros de Tokio, y los tres que se encontraron dentro de otro vehículo en Gunma, a unos 100 kilómetros de la capital, constituyen los ultimos casos conocidos de una macabra serie de suicidios colectivos pactados a través de Internet. Según la policía japonesa, los siete suicidas, de edades comprendidas entre los 17 y los 29 años, se habrían quitado la vida usando pequeños quemadores de carbón para producir monóxido de carbono, el mismo método utilizado por los cuatro jóvenes cuyos cadáveres aparecieron el pasado domingo en un apartamento de Tokio.
Con estas once últimas muertes se eleva ya a 26 el número de suicidas nipones juramentados en la red en los últimos dos meses, y a más de 60 en los últimos dos años. La espectacularidad de sus muertes ha hecho que tengan una repercusión importante, a pesar de que Japón es uno de los países industrializados con un número más elevado de suicidios, más de 34.000 en 2003. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, en 1999 la proporción de suicidios en Japón era de 25,3 por cada 100.000 habitantes, mientras que en España era de 8,2, es decir, sólo una tercera parte.
Esta diferencia se explica en gran medida por razones culturales, ya que en Japón no existe el tabú del suicidio y su historia está festonada de ejemplos en que quitarse la vida es visto como una honorable asunción de responsabilidad o un bello acto de sacrificio. Con todo, los expertos explican que los últimos años han visto aumentar las cifras de suicidios sobre todo entre hombres de mediana edad debido a fracasos personales relacionados con la crisis económica, que dejó en la calle o en la bancarrota a muchos hombres para los que el trabajo era su principal razón para vivir. De todos modos, la causa más común (más de 15.000 casos) sigue siendo los problemas graves de salud.
En cuanto al suicidio juvenil, algunos comentaristas señalan como motivo principal la pérdida del sentido de gravedad del óbito causada por la escasez de fallecimientos en la familia japonesa actual, combinada con la ominpresencia de la realidad virtual, que podría haber convertido la muerte en algo intrascendente. Y todo ello en una cultura en que la exteriorización de los sentimientos no se produce con la franqueza y frecuencia de sociedades como la española y donde existe un gran número de jóvenes, los conocidos como hikikomori, que se encierran en su casa y prácticamente sólo se conectan con el exterior mediante los ordenadores.
Precisamente, la cadena de suicidios colectivos pactados por Internet reaviva la polémica sobre las páginas dedicadas en la red al intercambio de impresiones e incluso de técnicas entre suicidas. Sus detractores se refieren al efecto de impulso hacia la muerte que producen entre los visitantes, mientras sus defensores afirman que poder compartir el deseo de abandonar la vida puede convertirse en una tabla de salvación para quienes se sienten solos en su deseo de dejarlo todo. Según estas voces, son más los suicidios que se evitan gracias a Internet que los que este medio hace posibles.