domingo, octubre 29, 2006

Los prestamistas japoneses cobran hasta de los muertos

Jordi Juste
A primeros de octubre se supo que las empresas de crédito no bancario de Japón cobraron el año pasado 30.000 millones de yenes (200 millones de euros) de casi 52.000 seguros de vida que tenían suscritos para sus clientes. Aunque sólo se conoce la causa de la muerte para la mitad de las polizas afectadas, se sabe con certeza que casi 5.000 fueron suicidios.

Las polizas se suscriben a veces sin el consentimiento de los asegurados y se han usado en diversos casos para presionar a los clientes diciéndoles que si no podían pagar sería mejor que se suicidaran para saldar sus deudas. La japonesa es una cultura donde el sentido del deber y la responsabilidad colectiva tienen todavía una gran importancia, por lo que es común el suicidio para lavar la honra o para liberar a la familia de una carga.

Prestamistas a la defensiva
A pesar de los ingresos obtenidos por este sistema, en las últimas semanas las compañías más importantes han anunciado que dejarán de asegurar a sus clientes, debido a la publicidad negativa que ha generado el caso que se une a los escándalos por las presiones para recuperar los impagados. En mayo, la Agencia de Servicios Financieros sancionó a Aiful, la tercera compañía más grande del sector, con una suspensión de sus actividades durante 25 días.

En muchos casos los préstamos al consumo, originariamente concedidos por bancos, van a parar a las carteras de las compañías de crédito, que figuran como avaladoras, por lo que los asumen cuando los clientes dejan de pagar sus cuotas y se encargan de cobrarlos con unos recargos de usura y con técnicas de presión claramente ilegales. En la actualidad el límite máximo de los tipos de interés llega casi al 30 por ciento, a pesar de que el tipo oficial del Banco de Japón no llega al uno por ciento. El gubernamental Partido Liberal Democrático (PLD) aprobó este més rebajar el tope al 20 por ciento. En un principio, el proyecto contemplaba un período de transición de cinco años durante los cuales los prestamistas podrían seguir cobrando el 25 por ciento de interés, pero la presión de la opinión pública ha obligado a eliminar la provisión, vista como una concesión a la industria.

Un importante grupo de presión
Por su parte, dentro de su campaña de lavado de imagen, siete de las empresas de crédito más importantes anunciaron en marzo su idea de dedicar 25.000 millones de yenes (166 millones de euros) a “ayudar” a sus clientes más endeudados, pero el primero de octubre anunciaron que suspendían el proyecto por los planes del gobierno para controlar el sector.
Los prestamistas son un grupo de presión muy importante, que contribuye a campañas de partidos políticos y gasta al año unos 70.000 millones de yenes (466 millones de euros) en publicidad agresiva para incitar al consumo fácil. Dentro de sus prácticas comerciales está la concesión de créditos de hasta medio millón de yenes (más de 3.000 euros) en sus miles de cajeros automáticos, sin ningún tipo de garantía y con solo identificarse mediante el carnet de conducir o la tarjeta de la seguridad social. Algunas compañías destacan en su publicidad que el tipo de interés es cero si el dinero se devuelve antes de una semana. "Muchos que toman prestado de las compañías de crédito al consumo no piensan sobre lo altos que son los tipos de interés, y los prestamistas no dan explicaciones suficientes”, declaró recientemente el abogado Kenji Utsunomiya, especializado en el tema.

Estas prácticas captan a muchos clientes de nivel de ingresos bajos que luego se ven atrapados en una bola de créditos nuevos para poder pagar deudas anteriores. Las empresas se defienden diciendo que si introducen sistemas de escrutinio más estrictos antes de conceder los créditos, muchas solicitudes serán rechazadas, empujando a los consumidores a los “verdaderos tiburones” del mercado ilegal de préstamos.

jueves, octubre 26, 2006

Jidai Matsuri: 1200 años de historia en procesión


Crónica des de Kioto.
Jordi Juste
Una de las imágenes más curiosas de la fiesta es la del alcalde y el gobernador de la provincia actuales montados en un carruaje de principios de siglo XX, vistiendo coloridos kimonos y llevando tocados de cortesano medieval, algo así como si el presidente de la Generalitat y el alcalde de Barcelona fueran un día al año del Saló del Tinell a la basílica de la Mercè disfrazados de miembros del Consell de Cent.


El 22 de octubre es Jidai Matsuri (el festival de las épocas) una de las tres grandes fiestas de Kioto, junto con Aoi Matsuri, en mayo, y Gion Matsuri, en julio. Este día se celebra la fundación de Heian Kyo (la actual Kioto) hace más de 1.200 años, concretamente el 22 de octubre del año 794, día en que el emperador Kammu escogió el lugar conocido como Yamashiro para establecer su corte. La efeméride se conmemora desde 1895, es decir casi treinta años después de perder la capitalidad a favor de la antigua Edo, rebautizada como Tokio.


El acto central de la celebración es una procesión entre el palacio imperial y el gran santuario sintoísta de Heian, que se abre con los dos omikoshi (santuarios portátiles) del primer y el último emperadores que tuvieron su corte en Kioto. Tras ellos desfilan unas dos mil personas ataviadas con trajes de las distintas épocas que marcan la historia de Kioto como capital. Esta vez Jidai Matsuri ha caído en domingo, por lo que el caos circulatorio ha sido menor que otros años. De todos modos, las más de 300.000 personas apostadas en los dos kilómetros de recorrido han colapsado durante unas seis horas buena parte de la ciudad.


Kioto es una ciudad moderna que tiene una población de aproximadamente un millón y medio de habitantes y forma parte de la gran área metropolitana de Kansai, centrada en Osaka y con más de diez millones de personas. Sin embargo, el alma de la ciudad es su historia y por eso sus ciudadanos e instituciones se vuelcan en celebrarla constantemente, y con especial ahinco en sus tres grandes festivales.


Los habitantes de Kioto saben que la capital política, económica y cultural está en Tokio y Osaka tiene una potencia industrial y comercial con la que Kioto no puede competir. Pero ellos tiene el orgullo de la historia, de saber que muchos de los momentos claves del pasado se produjeron aquí, y de que su ciudad acumula más monumentos arquitectónicos que ningún otro lugar del país. Es algo que reconocen también los cientos de miles de japoneses que acuden a visitarla en masa cada año en otoño y en primavera.


Ahora Kioto es conocida en muchos lugares del mundo gracias al protocolo para frenar la emisión de gases de efecto invernadero, que se firmó aquí en 1997, otra efeméride que tal vez en el futuro se añadirá a la lista de conmemoraciones del pasado de la ciudad. De momento, este año, la temperatura máxima el día de Jidai Matsuri ha sido de más de 20 grados, un dato que invita a la preocupación sobre el cambio climático.


Los japoneses miran atentamente estos días la información meteorológica, que dedica siempre en otoño una parte importante al avance del koyo zensen, el frente que se desplaza de norte a sur pintando el país de amarillo, ocre y rojo. En el sector turísitico de Kioto se comenta que el calor ha retrasado en varias semanas la llegada del frente y puede provocar cancelaciones de reservas hoteleras.

lunes, octubre 23, 2006

El inglés, una golosina para el cerebro de los niños japoneses


Jordi Juste
Bunmei Ibuki, ministro de Educación desde septiembre, se ha estrenado explicando con una metáfora su oposición a que se generalice la enseñanza del inglés en la escuela primaria. Según Ibuki, hay asignaturas, como la lengua japonesa, que contienen las proteínas e hidratos de carbono necesarios para el cerebro de los niños. En cambio, otras, como el inglés, son golosinas que pueden comer sólo después de ingerir el alimento necesario.


Su opinión era esperada porque en marzo un comité oficial recomendó que se imparta una hora semanal de inglés en quinto y sexto de primaria, es decir entre los 10 y 12 años. En la actualidad es obligatorio en la secundaria, desde los 13 años, y en el bachillerato, y normalmente se sigue estudiando en la Universidad. Los tres ciclos suman ocho años, a pesar de los cuales la mayoría se confiesa incapaz de usarlo hábilmente y los que lo necesitan se muestran frustrados por tener que invertir más tiempo y dinero.


Con la larguísima crisis de los noventa y la aceleración de la globalización, muchos japoneses tomaron consciencia de la importancia de saber inglés y hubo un boom de escuelas de conversación, hasta el punto de que es difícil encontrar una estación de tren transitada que no tenga enfrente alguna de las más de 600 delegaciones de Nova, el gran coloso del sector.


Hoy en día el inglés es omnipresente: Infinidad de palabras inglesas se cuelan cada día en los medios de comunicación, en alfabeto o en silabario katakana; en las grandes ciudades muchísimas indicaciones están en inglés; hay tres diarios nacionales con edición inglesa; los principales informativos de la televisión pública se emiten en dual; todos los equipos de béisbol cuentan con jugadores estadounidenses que sólo hablan en esa lengua...


Con todo, todavía quedan intelectuales que ponen en duda la necesidad de abrazar el inglés en detrimento de lenguas más cercanas como el chino, pero en general es un debate superado. Sin embargo, desde que el anterior primer ministro, Junichiro Koizumi, impulsó la creación del comité para estudiar la enseñanza precoz del idioma, surgieron opiniones a favor y en contra . En 2005 un estudio del Ministerio de Educación mostraba que un 71 por ciento de los padres apoyaba la medida, mientras que un 54 por ciento de profesores se oponía.


Koizumi habla inglés con fluidez y es un fan confeso de aspectos de la cultura popular estadounidense, como la música de Elvis Presley, lo que centró buena parte de la atención pública durante su mandato en la enseñanza de la lengua extranjera. En cambio, el nuevo primer ministro, Shinzo Abe, ha enfocado sus prioridades educativas en el patriotismo y en la necesidad de aumentar las habilidades escolásticas de los niños japoneses, por lo que es de preveer que los esfuerzos de su gobierno en materia lingüística se dirijan al japonés.


El estadounidense Michael Parrish, profesor de inglés en la universidad Ritsumeikan, de Kioto, y con experiencia en la primaria, se muestra comprensivo con los partidarios y los detractores de la enseñanza temprana del inglés: “No es tan importante el comenzar antes como el método. Si no dejan de lado la gramática y enseñan con profesores preparados, lo único que conseguirán es que los niños odien el inglés antes”.


Es cierto que un motivo de las dificultades de los japoneses con el inglés es que sufren todavía el método de gramática y traducción y estudian para aprobar exámenes sin uso práctico de la lengua. Pero hay otros, como la gran diferencia fonética con el japonés, que sólo tiene cinco vocales, idénticas a las del castellano, y donde todas las consonantes menos la ene van seguidas de una vocal. A esta razón, Mitsumasa Taniyama, jubilado residente en Nara, añade dos más, una psicológica y otra cultural: “Los japoneses somos tímidos. Además, hay un refrán que dice que el silencio es oro”.


Lo cierto es que las empresas importantes exigen ya el inglés a sus nuevos empleados y que las familias con consciencia y dinero suplementan con cursos, viajes o caros sistemas de aprendizaje doméstico las carencias de la educación pública. Dicho de otra forma: las golosinas del ministro Ibuki son sólo para los niños de familias con proteínas e hidratos de carbono en abundancia.

viernes, octubre 20, 2006

Cables en la ciudad de los mil templos


Crónica des de Kioto.
Jordi Juste

El nuevo primer ministro, Shinzo Abe, llegó al cargo hace tres semanas con un programa titulado “Hacia un país bello”, es decir, “que valora la cultura, la tradición, la historia y la naturaleza”. Es un objetivo encomiable y una tarea árdua y costosa para un Japón que ha subordinado demasiado su belleza al crecimiento y la eficiencia económica.


Una medida deseable en la buena dirección sería acelerar los planes de la Administración para enterrar los omnipresentes cables, una de las visiones que más sorprende a los extranjeros cuando llegan a Japón. No importa si entran por Tokio, Nagoya u Osaka. Cuando salen del aeropuerto empiezan a ver cables y más cables, sostenidos por aparatosas columnas de hormigón. Muchos sienten una primera decepción ante esa electrificante visión, pero piensan que tal vez es sólo la cara fea del Japón moderno y mantienen la esperanza de llegar a Kioto y encontrar una bella ciudad libre de las servidumbres del progreso.


Cuando avanzan por el caos urbanístico de la megalópolis de 600 kilómetros, que habitan unos 60 millones de personas entre las regiones de Kanto y Kansai, sueñan con llegar a la antigua capital, la ciudad de los mil templos budistas y santuarios sintoístas, la villa del jardín de piedras, del templo dorado, de Kyomizudera, del río Kamo, de las geishas de Gion, de la madera laqueada, de la cocina kaiseki...


Todas esas maravillas existen, pero hay que buscarlas por detrás de edificios modernos anodinos y de líneas eléctricas que cruzan las calles en paralelo y en perpendicular a menos de diez metros del suelo. En no pocas vías urbanas la cantidad de tendido es tan grande que uno tiene la sensación de encontrarse debajo de una red, una especie de trampa para pájaros que en cualquier momento se le va a caer encima. Y muchísimas veces las columnas de hormigón se han instalado delante de la entrada de un edificio antiquísimo o de un bello toriique da entrada a un santuario sintoísta.


A pesar de ello, a los habitantes de Kioto, orgullosos de su historia y celosos de la belleza que acumula, no les parece importar demasiado. Shikataganai (qué le vamos a hacer) dicen como buenos japoneses resignados. Lo cierto es que muchos confiesan que ya no ven ni cables ni postes y alguno llega a decir que si no los hubiera le daría la sensación de estar en el campo, es decir lejos de ese progreso económico y tecnológico que hoy los identifica como pueblo.


Lo cierto es que Kioto, además de edificios preciosos y escenarios naturales que dejan sin aliento, con los cerezos en flor en primavera o los arces enrojecidos en otoño, es también la sede de prestigiosas universidades, de empresas de tecnología punta como Kyocera, Omron o Shimadzu, de gigantes financieros como Aiful y de factorías como la de Mitsubishi Motors.


El turismo es importante para la economía de la ciudad, pero es mayoritariamente nacional y los japoneses parecen haber desarrollado una prodigiosa habilidad para especializar la mirada y ver lo bello sin dejarse estorbar por lo zafio. Además, dicen que tener los cables al aire es más barato y facilita su reparación en caso de terremotos o tifones.


Por el momento, hasta ver en qué quedan las buenas intenciones de Shinzo Abe, habrá que aconsejar a los viajeros que llegan de fuera que, si quieren tener fotos de Kioto sin cables ni postes de hormigón, se instalen un buen programa para retocarlas en el ordenador.

jueves, octubre 19, 2006

Las dos coreas en Japón


Jordi Juste
Kioto
Japón tiene 127 millones de habitantes, de los que unos dos millones somos extranjeros. De estos, casi una tercera parte son coreanos nacidos en Japón, hijos, nietos o bisnietos de los cientos de miles de trabajadores que cruzaron el mar de Japón entre principios del siglo XX y 1945. Muchos fueron llevados por la fuerza, aunque algunos estudiosos sostienen que los que se quedaron fueron mayoritariamente los que habían llegado voluntariamente. Desde el fin de la segunda guerra mundial hasta la década de los ochenta se produjeron repatriaciones masivas.

Existen todavía concentraciones importantes de coreanos, como el barrio de Tsuruhashi, en el sur de Osaka, famoso por su mercado rico en especialidades culinarias del país vecino, como el kimuchi, y por sus numerosos restaurantes de carne asada. Paseando por sus callejuelas es fácil todavía oir hablar en coreano a dependientes y clientes. Sin embargo, en la mayoría de los casos los coreanos residentes en Japón pasan desapercibidos para la mayoría de la población. Muchos han adoptado nombres japoneses para su vida pública y reservan los coreanos para la intimidad o para sus relaciones con otros miembros de la comunidad, aunque últimamente también se han dado casos como el del Masayoshi Son, uno de los hombres más ricos de Japón, que adoptó la nacionalidad japonesa sin renunciar a su apellido coreano.

Dos comunidades
Hablar de “comunidad” en singular para referirse a los coreanos residentes en Japón es difícil, porque están tan divididos aquí como en la península de Corea. Con el fin de la ocupación aliada, en 1949, dejaron de tener la nacionalidad japonesa y recuperaron la coreana, igual que habían hecho antes el resto de sus compatriotas en Corea. Sin embargo, la división del país en dos estados afectó también a los residentes en Japón, que siguen hasta hoy organizados entorno a dos asociaciones, una pro Seúl, Mindan, y otra pro Pyongyang, Chongryon. Los miembros de la primera tienen la nacionalidad de la República de Corea, el único estado coreano reconocido oficialmente por Japón. Los de la segunda retienen la del estado que dejó de existir con la guerra de Corea. Actualmente, los partidarios del norte son una cuarta parte del total. Su número se ha visto reducido en los últimos años, especialmente tras reconocer Pyongyang el secuestro de japoneses durante los años 70 y 80 y saberse que miembros de la organización podrían estar implicados en varios casos.

A pesar de ser minoritarios, los coreanos fieles a Pyongyang son en muchos aspectos los más activos. Gestionan sesenta escuelas y numerosos locales de reunión, embajadas y consulados de facto ya que Japón no mantiene relaciones diplomáticas con la República Popular Democrática de Corea. Además, organizan viajes a Corea del Norte y tienen empresas especializadas en comerciar con su país, al que igualmente contribuyen económicamente con el envío de remesas a familiares. Frecuentemente se les ha acusado de exportar a Corea del Norte piezas y materiales que pueden haber sido usados en el programa de armamento nuclear.

También son, obviamente, los que más sufren los avatares de las relaciones internacionales. Más allá del impacto económico de las sanciones económicas impuestas por Japón en esta ocasión, cada paso de Pyongyang para dotarse de un arsenal nuclear supone una nueva oleada de amenazas teléfonicas, postales y directas. Sin ir más lejos, la semana pasada un ultraderechista nipón de 27 años fue detenido por la policía tras mandar a una de las sedes de Chongryon un trozo de uno de sus dedos junto con comentarios amenazantes.

Integrarse en Japón
Por su parte, los partidarios de Corea del Sur mantienen un perfil más bajo. Defienden los derechos de sus asociados y organizan actividades culturales dedicadas a conservar su identidad y a promover lo coreano entre los japoneses, pero, a diferencia de sus compatriotas del norte, son partidarios de integrarse en la sociedad japonesa. Por ejemplo, Mindan reclama el derecho de los coreanos a ser funcionarios y a votar en las elecciones locales, algo que rechaza Chongryon.

Posiblemente, esa voluntad de integrarse en la sociedad japonesa es la responsable de que cada año unos 10.000 coreanos adopten la nacionalidad japonesa, de que más del ochenta por ciento de los matrimonios se haga con japoneses y de que muchos ni siquiera hablen el idioma de su país de origen. Saheja, una coreana de 25 años que además de japonés habla español con fluidez, confiesa que cuando viajó a Corea por primera vez hace algunos años se sintió frustrada por no poderse comunicar en coreano. “En Japón los coreanos hablamos en japonés, también entre nosotros. En mi casa, por ejemplo, sólo usamos algunas palabras coreanas mezcladas con el japonés. Mis abuelos sí lo hablaban, pero mis padres ya no. Pero yo ahora lo estudio”, afirma mientras luce orgullosa su vestido tradicional en un festival multicultural de Kioto.

viernes, octubre 06, 2006

Las amenazas de Corea del Norte ponen a prueba a Shinzo Abe

Japón podría imponer sanciones económicas
Abe quiere reformar la Constitución pacifista

Jordi Juste. Kyoto
El anuncio, el pasado martes, por Corea del Norte de que realizará pruebas nucleares ha servido para que el nuevo primer ministro japonés, Shinzo Abe, muestre su anunciada política de firmeza respecto al regimen comunista. Abe incia el próximo domingo un viaje a Pekín y Seúl para reunirse con los presidentes de China, Hu Jintao, y de Corea del Sur, Roh Moo-hyun, con los que intentará concertar una respuesta a Pyongyang. Ayer el mandatario nipón afirmó en el Parlamento su intención de imponer sanciones económicas en solitario si es necesario, aunque por el momento parece que Tokio prefiere jugar la carta de la diplomacia.

“Tiene que haber una discusión en Naciones Unidas que permita decirle a Corea del Norte que si sigue así su situación se agravará”, respondió Abe ayer a la pregunta de un parlamentario. Mientras, en Nueva York, Japón y Estados Unidos presionaron para que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas emitiera un mensaje firme, a lo que Rusia y China se mostraron reticentes.

La presente crisis es un nuevo capítulo en el enfrentamiento entre Corea del Norte y la comunidad internacional por los planes del regimen comunista de desarrollar su arsenal nuclear. Se cree que en la actualidad Pyongyang posee ya varias bombas y misiles para alcanzar como mínimo todo el territorio de Japón, país en el que Estados Unidos cuenta, además de con numerosos intereses económicos, con más de 30.000 soldados permanentemente estacionados.

El primer ministro japonés defendió repetidamente antes de llegar al cargo la necesidad de adoptar una postura firme respecto a Corea del Norte, tanto por los japoneses secuestrados en los años 80, como por los planes nucleares. Tras los ensayos balísticos fallidos de julio pasado, Abe, que era el portavoz del gobierno de Junichiro Koizumi, llegó a declarar que Japón debería pensar en dotarse de la capacidad militar para realizar ataques preventivos.

Se trata de uno de los motivos por los que el nuevo líder defiende la necesidad de reformar la Constitución pacifista impuesta en 1947 por Estados Unidos, para dar cabida a las Fuerzas de Autodefensa y darles un rol equiparable al del ejercito de cualquier otro país, algo que se ve con especial preocupación en Corea y en China, país con el que Japón mantiene litigios fronterizos y disputas tanto por el apoyo de Tokio a Taiwán como por el liderazgo político y económico en la región.

Abe, el primer mandatario japonés nacido tras la segunda guerra mundial, se estrena en el cargo con el sambenito de “halcón” debido a sus planes de dotar a Japón de una mayor capacidad de intervención en asuntos militares, así como por su actitud respecto al pasado, ya que se ha mostrado repetidamente partidario de que la historia que se enseña a los niños japoneses ponga más énfasis en los aspectos positivos, algo que se interpreta como un intento de esconder las atrocidades cometidas por Japón en el resto de Asia en la primera mitad del siglo XX.


La Carta Magna
El artículo 9 de la Constitución japonesa dice: “Aspirando sinceramente a una paz internacional basada en la justicia y el orden, el pueblo japonés renuncia para siempre a la guerra como derecho soberano de la nación y al uso de la fuerza como medio de resolver disputas internacionales.
Para cumplir el objetivo del párrafo precedente, las fuerzas de tierra, mar y aire, así como cualquier otro potencial bélico, no será mantenido jamás. El derecho a la beligerancia del Estado no será reconocido”.
A pesar de la claridad de la prohibición constitucional, la guerra fría, y en particular la guerra de Corea, convirtieron a Japón en una pieza básica de la estrategia de seguridad de los Estados Unidos, que no sólo permitió sino que impulsó la creación de las llamadas Fuerzas de Autodefensa, que son en realidad unas de las fuerzas armadas más bien dotadas de la zona, aunque no poseen el armamento nuclear con que sí cuentan China, Rusia, Estados Unidos y, probablemente, Corea del Norte.