Jordi Juste
Muchos extranjeros que entran o salen de Japón utilizando el aeropuerto de Kansai ven desde el tren o desde la autopista un extraño monumento de color blanco recortado en el horizonte frente a las montañas de Ikoma. La mayoría no le dan mayor importancia, quizás pensando que se trata de uno más de los estrafalarios reclamos publicitarios esparcidos por todo el país, un señuelo para atraer clientes a un hotel de citas amorosas, una bolera o un parque de atracciones.
En realidad se trata de la Torre de la Perfecta Libertad, el símbolo de la religión fundada en 1924 por el monje budista Tokuharu Miki. El edificio representa un dedo señalando hacia el cielo y fue construido hace cuarenta años en el municipio de Tondabayashi, en el sur de la provincia de Osaka, como santuario para las almas de todos los seres humanos muertos en guerras desde el principio de los tiempos.
La de la Perfecta Libertad es una de las muchas entidades conocidas en Japón como shinshukyo (nuevas religiones), instituciones creadas a partir del siglo XIX tomando aspectos del budismo, el cristianismo, el judaísmo o el sintoísmo. Perfecta Libertad puede considerarse en buena medida una evolución del budismo y no tiene un libro sagrado sino veintiuna enseñanzas. La primera es que la vida es un arte y la última que hay que conseguir la perfecta libertad, es decir la harmonía que se obtiene siguiendo las veinte anteriores.
A pesar de los 180 metros de altura y la extraña forma de su torre, PL no es la nueva religión más visible de Japón. El honor recae en Soka Gakkai la entidad budista que dice contar entre sus adeptos con el 10% de la población japonesa y que ejerce una gran influencia sobre la política a través del partido Nuevo Komeito. Los budistas, actualmente en la oposición han gobernado en coalición con el Partido Liberal Democrático, con el que han formado gobierno desde 1999 hasta 2009. Su enorme influencia y el proselitismo persistente de sus miembros hacen de Soka Gakkai el blanco de la crítica de los japoneses partidarios de la separación entre política y religión.
La apertura de Japón al mundo en 1968 y la separación entre religión y Estado en 1945 supusieron la proliferación de entidades religiosas en un país que ya conocía desde siglos la convivencia entre el sintoísmo y las numerosas ramas del budismo. Otra de las más célebres nuevas religiones es Tenri. Fundada en 1838 a partir de la creencia que Dios se había manifestado en la persona de la mujer Miki Nakayama, tiene su base en Nara y cuenta con cerca de dos millones de adeptos. Además de estas hay numerosas pequeñas sectas, casi siempre estructuradas entorno a un líder carismático y algunas con creencias tan curiosas como que Jesucristo era japonés o que los japoneses son una de las tribus perdidas de Israel. Una pequeña secta que ha pasado a la historia de la infamia es Aum Shinrikyo, que en 1995 atentó con gas sarín en el metro de Tokio.
En cambio, la mayoría de japoneses conocen Perfecta Libertad porque su equipo de béisbol estudiantil es uno de los más potentes del país y porque cada primero de agosto se celebran junto a la extravagante torre de Tondabayashi unos fuegos artificiales para conmemorar la muerte de su fundador.