Hoy han sido ejecutados en Japón tres presos, veinte meses después de la última ejecución de condenados a muerte. El anuncio lo ha hecho el ministro de Justicia, Toshio Ogawa, quien ha declarado que más del 80% de los japoneses está a favor de la pena de muerte, que estas personas habían sido condenadas por los tribunales y que él se ha limitado a transmitir la orden, tal como indica la ley.
Los ejecutados son: Yasuaki Uwabe, de 48 años por el asesinato de cinco personas en la estación de Shimonoseki en 1999; Yatsutoshi Matsuda, de 44 años, por la muerte de dos mujeres en 2001 para robarlas; y Tomoyuki Furusawa, de 46 años, que mató en 2002 a sus suegros (estaba en trámites de divorcio) y al nieto de 12 años de los mismos.
En el año y ocho meses en que no ha habido ejecuciones, se han acumulado 31 nuevas condenas capitales, que han hecho que el número de reos que esperan su final haya aumentado a 132 (129 ahora). Entre ellos el más célebre es el líder de la secta Aum Shinrikyo, Shoko Asahara, que se hizo mundialmente famosa en 1995 por el ataque con gas sarín en el metro de Tokio, en el que murieron doce personas.
El presidente de la asociación japonesa de víctimas de crímenes se ha felicitado por las ejecuciones y ha pedido que continúen al ritmo adecuado. Por su parte, la Comisión contra la Pena de Muerte de la Asociación de Abogados ha reclamado que se abra un verdadero debate nacional sobre su abolición.
Los condenados a muerte en Japón son informados de sus ejecuciones la mañana del día que serán llevadas a cabo, y las familias reciben la notificación cuando ya son un hecho. Según el Ministerio, se hace así para evitar el sufrimiento de los presos. En la cultura nipona está muy arraigada la idea de pagar por los errorescon la propia vida y se repiten periódicamente casos de asesinos que piden ser ejecutados.