jueves, marzo 25, 2010

Kanikosen. El Pesquero. De Takiji Kobayashi

Traducción: Jordi Juste y Shizuko Ono



Artículo de Público sobre Kanikosen:
Un motín contra la miseria en Japón
Ana Corroto. Madrid
Cuando el escritor japonés Takiji Kobayashi (1903-1933) describió en Kanikosen (1929) las penurias de los trabajadores de un pesquero, nunca imaginó que ese relato se convertiría en un bestseller en su reedición de 2008 en Japón. Ni que diera lugar a una superproducción cinematográfica dirigida por Sabu estrenada el verano pasado. Ni que sería el libro preferido de unos jóvenes que pronto identificaron su situación laboral despidos improcedentes, carencia de empleo, pérdida de derechos con la de aquellos desahuciados que faenaban en el mar de Kamtchatka.
Sigue en:
http://www.publico.es/culturas/302255/motin/miseria/japon

miércoles, marzo 24, 2010

Cosas por las que llorar cien veces

Novela de Kou Nakamura traducida del japonés por Jordi Juste y Shizuko Ono



El protagonista y narrador de la historia es un joven japonés. Él y su novia deciden ir a vivir juntos para probar su convivencia después que él la pidiera en matrimonio y ella sugiriera primero un periodo de prueba. Poco después de esto, ella enferma de un cáncer. Debe ingresar en el hospital y él la acompaña siempre que puede, hablan de todo, se aman tiernamente, hasta que ella muere. Un tiempo después él encuentra un cuaderno suyo en el que ella había escrito su “sí quiero”.

«PARECÍA ALEGRE Y BUENA...»

23/3/2010 HÁBITOS SOCIALES EN EXTREMO ORIENTE
Una banda de estafadores timó a casi un millón y medio de internautas japoneses que buscaban pareja
Atraían a sus víctimas mediante las redes sociales gratuitas
Pasión por el ligue por internet. Imagen de una web de contactos. Foto: GONZALO ROBLEDO

JORDI JUSTE.BARCELONA
Hace poco más de un año, un estudiante japonés recibió un mensaje de una chica llamada Sanae en una popular red social gratuita de internet. El texto decía que había leído el perfil del chico y había visto que vivían en la misma provincia y compartían algunas aficiones. A partir de ahí, se entabló una relación virtual fluida que fue haciendo que el chico, que vivía solo y se sentía aburrido, fuera cogiendo confianza. Al cabo de una semana, Sanae le dijo: «Usar esta página es un engorro. ¿Podrías entrar en mi blog y colgar ahí tus mensajes?».
El chico hizo caso de la sugerencia y el intercambio de mensajes se mantuvo sin problemas en el blog de Sanae. Sin embargo, unos días después, recibió una factura de 30.000 yenes (aproximadamente 250 euros) por el uso de la página. El estudiante se sorprendió, pero su confianza en Sanae y el deseo de encontrarse con ella en el mundo real eran muy fuertes, así que siguió intercambiando mensajes hasta que logró arrancarle una cita. «La quería ver como mínimo una vez», afirmaría luego. Por supuesto, Sanae no compareció y el chico empezó a recibir correos electrónicos apremiándolo a pagar 300.000 yenes (unos 2.500 euros) si no quería ser denunciado. Aterrorizado, pagó.
Este es solo un ejemplo del casi millón y medio de víctimas a las que, según la policía japonesa, un grupo de timadores sacó aproximadamente 2.000 millones de yenes (más de 16 millones de euros) durante los cuatro años que actuó en la red. La banda, liderada por Noriyuki Hoshi, de 33 años, funcionaba desde Kabuki-cho, un barrio de Tokio famoso por sus locales de alterne. Desde ahí, gracias a internet, podían engañar a hombres incautos de todo el país deseosos de encontrar a mujeres. A uno de ellos consiguieron hacerle pagar casi tres millones de yenes (cerca de 25.000 euros).
En el local de la capital, hasta 80 empleados se repartían el día en tres turnos para usar unos 200 ordenadores con los que se hacían pasar exactamente por la mujer que sus víctimas estaban deseando. La mayoría de ellos cobraban 1.000 yenes (unos ocho euros) a la hora por su trabajo. El modo de actuación era siempre el mismo: Se ganaban la confianza de un hombre en una red social gratuita y lo invitaban a acceder a un blog asociado a una página de pago supuestamente especializada en emparejamientos. Muchos hombres pagaban, pero otros optaban por hacer reclamaciones o amenazar con denunciar a los administradores. Cuando acumulaban un gran número de quejas, cerraban la página y abrían una nueva.
170.000 perfiles femeninos
«Parecía alegre y buena y yo quería intimar más con ella. No puedo creer que fuera un fraude», declaró el estudiante antes citado a la policía. Según los agentes encargados de contactar con las víctimas, no fue el único sorprendido. «Yo ahora salgo con una chica que se llama Raraka», llegó a decirles uno de los afectados. Para él, esa universitaria de 19 años a la que le gustaba ir de compras era su novia, pese a que no la había visto.
En realidad, detrás de Raraka estaba uno de los empleados de Hoshi, que llegaron a inventarse hasta 170.000 personajes femeninos y cortarlos a la medida de sus víctimas. Si veían que el hombre tenía inquietudes culturales, se transformaban en una mujer lectora y aficionada a tocar algún instrumento; si creían que el hombre buscaba una mujer ambiciosa y dominante, mandaban una foto donde aparecía ella rodeada de billetes de banco, o le hacían escribir: «Tengo un Mercedes, cuando quieras podemos ir a dar un paseo».
En Japón existe una larga tradición de formar parejas con la ayuda de un intermediario. El omiai, o matrimonio concertado, era la práctica habitual para emparejar a los japoneses hasta los años 70. Hoy sigue usándose en zonas rurales, aunque la mayoría de los jóvenes ya encuentran novio o novia sin la intercesión de la familia.
Fiestas de solteros
Más vigente está todavía la costumbre de organizar fiestas llamadas compa para solteros, a fin de que encuentren a alguien con quien empezar a salir. Pero cada vez más japoneses optan por relacionarse con personas a las que conocen en internet y en los últimos años han proliferado las páginas especializadas, llamadas deaikeisaito, y las que sirven explícitamente para formar matrimonios, las kekkonsaito.
Japón es uno de los países con una mayor extensión del uso de internet. Además, las páginas de redes sociales del tipo de Facebook ya llevan mucho tiempo implantadas, y con gran número de usuarios (las dos más populares, Mixi y Gree, suman más de 30 millones de inscritos). La confianza de los usuarios en estas páginas fue una de las claves del éxito de la estafa de las mujeres falsas. «Si hubieran invitado de entrada a las deaisaito la gente habría sospechado. En cambio, al estar inscritas en una red social, creían que eran mujeres de verdad», explica un responsable de la investigación.