jueves, mayo 24, 2012

¿Bajará el número de luchadores extranjeros de sumo?


 Ahora que se ha apaciguado la polémica por las apuestas ilegales (y en general las relaciones del sumo con la yakuza, la mafia japonesa), se vuelve a hablar de uno de los fenómenos que afectan a esta lucha tradicional las últimas décadas: el elevado número de luchadores extranjeros. Esta mañana he estado escuchando en la emisora ​​TBS un interesante comentario sobre el tema del periodista Yuichiro Yamagata.
 El último gran torneo lo ha ganado el luchador que compite con el nombre de Kyokutenho. Su nombre legal es Masaru Ota, pero que nadie se preste a confusión, lo adoptó cuando adquirió la nacionalidad japonesa. Hasta entonces, este mongol de nacimiento se llamaba Nyamjavyn Tsevegnyam.
 Además, recientemente, el egipcio Abdelrahman Sharan se ha convertido en el primer luchador de origen africano en ganar una categoría, concretamente la más baja, jonokuchi. Sharan, que lucha como Osunaarashi Kintaro, se ha mostrado convencido de que llegará al máximo rango, yokozuna. Ya hace tiempo que pasó la época en que los hawaianos y samoanos eran la sensación en Japón. Ahora la mayoría son mongoles o ciudadanos de antiguas repúblicas soviéticas. Un africano todavía es una nota exótica.

En estos momentos, en los cuatro máximos rangos-yokozuna, ozeki, sekiwake y komusubi- hay once luchadores, cinco de ellos son extranjeros. En el conjunto de la máxima categoría del sumo -makuuchi- de los cuarenta y dos luchadores quince no son nacidos en Japón.
Pocos extranjeros en las categorías bajas
En los seis grandes torneos de sumo que se celebran cada año las luchas comienzan desde la mañana con las categorías más bajas. En las tres inferiores -sandanme, jonidan y jonokuchi- solo un 1,5% de los 457 luchadores son extranjeros. Pero como sólo se televisan los combates de la tarde, los de las categorías más altas, la sensación de los televidentes es que el número de luchadores de fuera es desproporcionado. Algunos dicen: "¡Está lleno de extranjeros! ¿Qué pasa, no hay japoneses que hagan sumo o qué? ". En realidad, lo que sucede es que los luchadores de otros países son chicos elegidos por sus grandes aptitudes y enseguida suben desde la categoría jonokuchi a la makuuchi.
Hace unos años no había ninguna restricción a la presencia de luchadores extranjeros. Ahora el límite es de uno por establo (son el equivalente a los clubes, el lugar donde entrenan y viven). Está por ver cuál es el efecto de esta limitación a medio y largo plazo. Yamagata se pregunta si veremos un futuro en el que no habrá luchadores extranjeros. Su presencia ha servido para mantener viva la llama de un deporte antiguo. Mucha gente, sin embargo, lo que quiere es ver luchadores japoneses combatir entre ellos y con extranjeros, no extranjeros que compiten con otros extranjeros.

Guerra contra los tatuajes en el Ayuntamiento de Osaka

El alcalde de Osaka, Toru Hashimoto, ha declarado la guerra a los tatuajes entre los funcionarios del ayuntamiento que preside. En Japón los tatuajes se han asociado siempre a la yakuza, la mafia autóctona. En la mayoría de baños públicos está prohibida la entrada a las personas que los llevan por temor a que ahuyenten a la mayoría de usuarios.
Hace poco hubo protestas porque un funcionario de los servicios sociales del Ayuntamiento de Osaka atemorizó a unos niños mostrándoles sus tatuajes. A raíz del incidente, el alcalde Hashimoto (cuyo padre se dijo durante la última campaña electoral que era miembro de la yakuza) impulsó un estudio entre los treinta mil empleados de la ciudad donde se les pedía que declarasen voluntariamente si llevaban alguna parte del cuerpo tatuada. En principio, el objetivo era hacer que los que tengan no estén en posiciones en que sea necesario tratar con el público, pero ahora parece que lo que se quiere es vetar los cuerpos tatuados en la Administración.
El resultado del estudio indica que hay poco más de cien funcionarios municipales con tatuajes, la mayoría en partes no visibles del cuerpo. Gran parte de ellos trabaja en el servicio de limpieza. Algunos empleados, sin embargo, se han negado a responder lo que consideran una intromisión en su privacidad.
Hashimoto, de 42 años, es un político populista que camina con pasos firmes hacia la escena nacional a base de actuar en materias que a menudo crean polémica. Hasta ahora se ha enfrentado a los sindicatos por la supresión de lo que considera privilegios inaceptables y ha recortado subvenciones y gastos que estima son un despilfarro.

jueves, mayo 10, 2012

Crónica desde el pueblo de The Cove

Para los que vieron ayer en Televisió de Catalunya The Cove, aquí abajo va la crónica que escribí hace un año y medio desde el pueblo para El Periódico de Catalunya.

 Por cierto, recuerdo que unos días antes de ir estuve hablando sobre la película con Fernándo Sánchez Dragó en Kyoto e hizo uno de sus impactantes comentarios:
"Dejar jugar a niños con delfines ahí es como poner a niños judíos a jugar delante de un campo de concentración nazi".
 Ahora dicen que en Taiji quieren usar una parte del lugar donde se produce la masacre anual precisamente para que la gente pueda nadar con los delfines.
A mí me repugna lo que hacen en Taiji, pero tampoco puedo dejar de preguntarme: ¿vale más la vida de un delfín que la de un cerdo?


Fachada del museo de las ballenas de taiji. Jordi Juste
CRÓNICA DESDE taiji
Información publicada en la página 11 de la sección de Mundo de la edición impresa de El Periódico del día 21 de julio de 2010

Miércoles, 21 de julio del 2010
Jordi Juste
Hace falta viajar tres horas en tren, desde Osaka, para llegar a Taiji, una idílica aldea de pescadores en la costa de Wakayama, en el sur de Honshu, la isla más grande de Japón. Solo llegar a la pequeña estación, tomada por el moho y el óxido, uno se da cuenta de porqué la vida de la gente de Taiji dependió durante siglos de la caza de cetáceos. La costa es agreste, la montaña está muy cerca del mar y los campos de arroz y otros cultivos son escasos y pequeños.
Para muchos japoneses, Taiji era conocido por ser el puerto desde donde muchos compatriotas habían emigrado en los siglos XIX y XX hacia América y por albergar parte de la flota ballenera del país. Tras la segunda guerra mundial, Japón era un país en ruinas y la carne de ballena una de las pocas fuentes de proteína animal para la población. Taiji vivió entonces una época de esplendor y fue la envidia de sus vecinos.
Ahora, a la aldea se la conoce por la matanza de delfines que tiene lugar cada año entre septiembre y marzo, mostrada en la película-documental The Cove. Cientos de delfines son empujados cada día hacia la costa por una flotilla armada con barras de hierro para crear un muro de sonido. Ahí son encerrados en una cala para que los compradores de todo el mundo escojan el animal con mayor potencial para el mundo del espectáculo. Los que no consiguen comprador son llevados a una recóndita cala donde son arponeados hasta la muerte, tiñiendo el mar de rojo.
El filme, ganador de un Oscar, ha podido ser finalmente proyectado en seis cines de Japón, provocando una gran variedad de respuestas. La extrema derecha cree que se trata de propaganda antijaponesa y pidió su prohibición; otros destacan su valor de denuncia de la venta de carne de delfín, que tiene un alto contenido en mercurio; también se han oído críticas al planteamiento como una aventura heroica, o se ha pedido pidiendo una mayor contextualización en el ámbito del sufrimiento animal.
En las calles de Taiji, monumentos, esculturas, mosaicos o dibujos en el mobiliario urbano, recuerdan a delfines y ballenas. La mitad de los menús que ofertan las cartas de los restaurantes son de carne de cetáceo. Hay un viejo barco ballenero varado para las visitas y un museo con delfinario y espectáculos que recuerdan lo entrañables que pueden ser estos mamíferos. Nadie parece querer hablar de la película o de la matanza que tiene lugar a escasos metros de ahí. Este es un pueblo que ha cazado cetáceos desde tiempo inmemorial y no cree que haya ninguna razón para dejar de hacerlo.
«Si hay cuestiones de salud o de conservación de la naturaleza es distinto, pero no puede ser que se critique la caza de delfines y ballenas porque dan lástima, también sufren otros animales que se sacrifican para comer» , comenta un turista que no verá la película. «El problema es que aquí la matanza es espectacular y el mar se llena de sangre, y por eso han podido hacer un documental muy dramático, pero cosas parecidas pasan en todo el mundo», añade una mujer de mediana de edad a las puertas del museo.




martes, mayo 01, 2012

Japón no está en crisis por falta de esfuerzo

El programa Sense ficció de Televisió de Catalunya emitió ayer el documental "El llegat de Sísif", donde se reflexiona sobre la salud de "la cultura del esfuerzo" y se sigue la labor de un profesor del Instituto Les Marines de Castelldefels que intenta inculcar a alumnos conflictivos el valor de esta virtud. Al mismo tiempo, se utiliza Japón para constatar que el valor del esfuerzo también ha sido cuestionado.
El trabajo muestra reflexiones interesantes de personas como el filósofo José Antonio Marina, el economista Álex Rovira, el escritor Quim Monzó, el sociólogo Richard Sennet o dicho profesor de Castelldefels y sus alumnos. También son enriquecedoras las breves apariciones de Amadeo Jensana o Montse Marí.
Ahora bien, del montaje de las imágenes y los testimonios nipones se extrae el mensaje que Japón está en crisis desde hace casi dos décadas precisamente por la pérdida de valoración del esfuerzo. Esto, lisa y llanamente, no es cierto.


Japón creció mucho y en poco tiempo, el poder adquisitivo de sus ciudadanos aumentó mientras la población creció y el gasto público se disparó, a menudo en forma de inversiones ruinosas. Además, se creó una burbuja financiera que hizo pensar que el país era aun más rico de lo que realmente era. La burbuja estalló y creó una losa de números rojos en el sector público y el privado. Asimismo, las industrias deslocalizaron parte de su producción porque la mano de obra nacional se había vuelto demasiado cara. Se acabó el contrato que justificaba la dedicación del trabajador a la empresa a cambio del puesto vitalicio. Los costes sociales de tener un trabajador fijo han hecho que muchas empresas prefieran utilizar personal aportado por empresas de trabajo temporal. Paralelamente, la población ha tocado techo y el envejecimiento ha ido avanzando inexorablemente.
El esfuerzo en Japón sigue estando muy bien valorado, aunque en una sociedad de 127 millones de personas cada día más heterogénea se puedan encontrar testimonios que indiquen lo contrario.