miércoles, septiembre 19, 2012

Mucho más que unas islas



Las manifestaciones anti japonesas en China no son nada nuevo. Quizás ahora son más nutridas en participación y más violentas que en otras ocasiones, pero ya se han producido antes y por motivos similares. Esta vez la espoleta que ha hecho explotar la ira patriótica china ha sido la compra de las islas Senkaku por parte del Estado japones al ciudadano japonés que hasta ahora ostentaba su propiedad. No es que Japón haya decidido instalar misiles o una base militar, ni que haya decidido acelerar la explotación económica de este territorio, solamente ha pasado a ser de titularidad pública lo que hasta ahora era privado.
Desde Japón se tiene la sensación de ser el chivo expiatorio que usan las autoridades de Pekín para permitir que una parte de su ciudadanía suelte periódicamente la tensión acumulada por el hecho de vivir bajo un régimen dictatorial. Además, tampoco ayuda a que los japoneses comprendan las reclamaciones chinas el hecho de que el interés por este pequeño territorio haya aumentado a medida que ha ido creciendo la certidumbre de que esconde un tesoro en forma de materiales de gran importancia económica.
Muchos japoneses entienden que en China, y en otros países de la región, haya un resentimiento hacia su país por el imperialismo de la primera mitad del siglo XX, una herida que no se ha sabido cerrar definitivamente, bien por ceguera patriótica bien por la conveniencia de mantener viva la presencia de un enemigo externo. Lo que ya entienden pocos es que se les responsabilice a ellos de actos que cometieron sus abuelos o bisabuelos y por los que sus padres ya recibieron el castigo de millones de muertos civiles al final de la guerra y de una ocupación extranjera que todavía no ha terminado totalmente.
Porque Japón es un país con una fuerte presencia de tropas estadounidenses. Los americanos llegaron en 1945 para vigilar a los japoneses y luego dijeron que se quedaban para prtotegerlos. Si el emperoramiento de las relaciones entre China y Japón hace plausible un enfrentamiento armado –más o menos localizado–Estados Unidos podrá mostrar ante los japoneses que su presencia en el archipiélago es imprescindible para garantizar su seguridad, y que las molestias que causan sus bases, sobre todo en Okinawa, son un mal menor que no tienen más remedio que aceptar, para siempre o hasta que su país vuelva a tener suficiente músculo para hacer frente a la gran potencia continental.
De momento, lo que parece seguro es que la presente oleada de manifestaciones violentas contra Japón acelerará el proceso de deslocalización de muchas industrias niponas. Después de décadas usando el territorio chino como base para su expansión mundial, muchos empresarios japoneses han visto la necesidad de trasladar sus intalaciones a los países del sur de Asia, donde encuentran una mano de obra más barata que la China, menos burocracia y una actitud más receptiva por parte de la población.

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