La historia vuelve a tensar las relaciones en Asia
Jordi Juste. Kioto.
Boicot a los productos japoneses en tiendas chinas, violentas protestas frente a las legaciones en China y Corea del Sur y una protesta oficial al embajador en Pekín. Estas son, por el momento, las consecuencias más visibles de la aprobación por parte de Japón de la nueva edición de un libro de texto que ya enfureció a sus vecinos con su primera versión en 2001.
El libro en cuestión, que pasa de puntillas sobre las atrocidades japonesas en China y Corea durante la primera mitad del siglo XX, es la obra de un grupo de intelectuales ultra-nacionalistas que manifiestan su voluntad de poner fin a lo que entienden como una lectura “masoquista” de su historia.
En Japón un comité de expertos aprueba la validez de los libros para su uso en las aulas. Sin embargo, es cada distrito educativo el que decide los que se va a usar. En 2002, el controvertido libro fue adoptado por menos del 0,1 por ciento de las escuelas, aunque se convirtió en un súper-ventas en las librerías, gracias en buena medida a la publicidad gratuita ofrecida por los manifestantes anti-japoneses.
“Estamos muy preocupados por la posibilidad de que las generaciones futuras puedan cooperar e intenten convivir con una educación en que se distorsiona la historia”, declaró el martes el portavoz del ministerio surcoreano de Exteriores, Lee Kyu-hyung.
El hecho es que el libro, que ya experimentó en su día más de veinte modificaciones por indicación del Ministerio de Educación, no niega que Japón fuera responsable de algunas atrocidades, pero suaviza su gravedad y las justifica tácitamente al dar a entender que no fueron peores que las de otros países.
En cuanto a la colonización de Corea entre 1910 y 1945, se afirma que las potencias occidentales no se opusieron (la versión inicial decía que la aprobaron a cambio de la aceptación del colonialismo europeo y americano).
Asimismo, el libr se refiere a la Masacre de Nanking, en que algunos historiadores afirman que perecieron 300.000 chinos, como un “incidente”, y se obvia el problema de las mujeres que fueron obligadas a prostituirse para el ejército japonés.
El problema de fondo sigue siendo que los vecinos de Japón consideran que todavía no ha purgado su pasado agresor y sigue sin disculparse sinceramente. Por su parte, la postura del gobierno nipón es que los tratados de paz ya establecieron las compensaciones económicas, que Tokio pagó religiosamente, y que el primer ministro Murayama ya pidió perdón explícitamente en 1995.
El argumento es técnicamente válido, aunque no se puede olvidar que los tratados se firmaron por parte de regímenes dictatoriales, integrados por antiguos colaboracionistas, cuya prioridad era poner fin a las hostilidades y concentrarse en el crecimiento económico y en la lucha contra el enemigo comunista.
Este es el caso de Corea del Sur, donde por décadas han ostentado el poder los mismos grupos políticos y empresariales que se beneficiaron en la época colonial. En estos momentos, los surcoreanos se encuentran en proceso de revisión de su pasado, para saber quien colaboró con los japoneses y quien resistió o simplemente cumplió órdenes.
Jordi Juste. Kioto.
Boicot a los productos japoneses en tiendas chinas, violentas protestas frente a las legaciones en China y Corea del Sur y una protesta oficial al embajador en Pekín. Estas son, por el momento, las consecuencias más visibles de la aprobación por parte de Japón de la nueva edición de un libro de texto que ya enfureció a sus vecinos con su primera versión en 2001.
El libro en cuestión, que pasa de puntillas sobre las atrocidades japonesas en China y Corea durante la primera mitad del siglo XX, es la obra de un grupo de intelectuales ultra-nacionalistas que manifiestan su voluntad de poner fin a lo que entienden como una lectura “masoquista” de su historia.
En Japón un comité de expertos aprueba la validez de los libros para su uso en las aulas. Sin embargo, es cada distrito educativo el que decide los que se va a usar. En 2002, el controvertido libro fue adoptado por menos del 0,1 por ciento de las escuelas, aunque se convirtió en un súper-ventas en las librerías, gracias en buena medida a la publicidad gratuita ofrecida por los manifestantes anti-japoneses.
“Estamos muy preocupados por la posibilidad de que las generaciones futuras puedan cooperar e intenten convivir con una educación en que se distorsiona la historia”, declaró el martes el portavoz del ministerio surcoreano de Exteriores, Lee Kyu-hyung.
El hecho es que el libro, que ya experimentó en su día más de veinte modificaciones por indicación del Ministerio de Educación, no niega que Japón fuera responsable de algunas atrocidades, pero suaviza su gravedad y las justifica tácitamente al dar a entender que no fueron peores que las de otros países.
En cuanto a la colonización de Corea entre 1910 y 1945, se afirma que las potencias occidentales no se opusieron (la versión inicial decía que la aprobaron a cambio de la aceptación del colonialismo europeo y americano).
Asimismo, el libr se refiere a la Masacre de Nanking, en que algunos historiadores afirman que perecieron 300.000 chinos, como un “incidente”, y se obvia el problema de las mujeres que fueron obligadas a prostituirse para el ejército japonés.
El problema de fondo sigue siendo que los vecinos de Japón consideran que todavía no ha purgado su pasado agresor y sigue sin disculparse sinceramente. Por su parte, la postura del gobierno nipón es que los tratados de paz ya establecieron las compensaciones económicas, que Tokio pagó religiosamente, y que el primer ministro Murayama ya pidió perdón explícitamente en 1995.
El argumento es técnicamente válido, aunque no se puede olvidar que los tratados se firmaron por parte de regímenes dictatoriales, integrados por antiguos colaboracionistas, cuya prioridad era poner fin a las hostilidades y concentrarse en el crecimiento económico y en la lucha contra el enemigo comunista.
Este es el caso de Corea del Sur, donde por décadas han ostentado el poder los mismos grupos políticos y empresariales que se beneficiaron en la época colonial. En estos momentos, los surcoreanos se encuentran en proceso de revisión de su pasado, para saber quien colaboró con los japoneses y quien resistió o simplemente cumplió órdenes.
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