viernes, diciembre 01, 2006

Japón comienza a perder población


El censo confirma que en 2005 se inició el declive
Una de cada cinco personas tiene más de 65 años
Jordi Juste. Kioto
Los datos del censo recientemente publicados han confirmado que el año pasado la población de Japón se redujo por primera vez desde 1945. A primeros de octubre de 2005 el país tenía 127.767.994 habitantes, 22.000 menos que un año antes. La noticia no ha causado ninguna sopresa, ya que todos los expertos la venían anunciando hacía tiempo, debido a la baja natalidad y a la política restrictiva en materia de inmigración. El descenso de población ha coincidido con el anuncio de que entre enero y julio de este año han nacido 645.000 niños, 14.000 más que el año pasado.
Más ancianos y extranjeros, pero menos niños
La realidad es que Japón ya tiene un veinte por ciento de habitantes mayores de 65 años, mientras los menores de 15 no pasan del trece por ciento, una pirámide invertida que seguirá ensanchándose en la cúspide y estrechándose en la base con el envejecimiento de los nacidos durante el gran crecimiento demográfico. Descartada una gran catástrofe, la situación sólo cambiaría si entrara al país un gran número de inmigrantes o aumentara sustancialmente la natalidad, que fue de 1,25 niños por mujer en 2005 (1,3 niños por mujer en España), lejos del 2,1 por ciento necesario para mantener la población.
El inicio del declive se produjo a pesar de que el número de extranjeros aumentó respecto al censo del año 2000, en poco más de 200.000, casi la mitad de ellos chinos. Con las nuevas incoprporaciones, Japón tiene algo más de un millón y medio de residentes extranjeros, aunque más de la mitad son coreanos y chinos nacidos en Japón, por lo que la población realmente inmigrante no llega al uno por ciento del total ni añadiendo los casi 300.000 que residen ilegalmente. Es muy probable que el número de extranjeros siga aumentando, pero a un ritmo lento, dada la resistencia japonesa a renunciar a la homogeneidad social.
Aumentar la natalidad
La única solución realista parece ser aumentar la natalidad, una tarea difícil a juzgar por la situación de las mujeres. La edad media de las japonesas para casarse hoy en día es de 28 años, comparada con los 24 años de 1964, pero casi un 50 por ciento siguen solteras y sin descendencia a los 30 años, algo impensable en el Japón tradicional, donde era común recurrir al omiai (o cita concertada por la familia) para conocer al pretendiente.
El matrimonio por enamoramiento no es el único responsable de la baja natalidad. Otros factores son el difícil acceso y permanencia de la mujer en el mercado de trabajo y la conciliación entre vida laboral y familiar. Un 70 por ciento de las japonesas deja de trabajar al tener el primer hijo, y pocas se reincorporan posteriormente, casi siempre en peores condiciones. Su media salarial es del 67 por ciento del salario masculino y un 40 por ciento trabaja con contratos a tiempo parcial, cuatro veces más que los hombres.
Natalidad costosa
Los países del norte de Europa han demostrado que una mejor situación laboral de la mujer puede traducirse en una mayor natalidad, al aumentar la sensación de seguridad y las posibilidades económicas. En Japón el coste económico de la crianza es una de las principales razones citadas por las mujeres para justificar su poca proclividad a dar a luz. Otra es la falta de guarderías y de pediatras.
Las políticas públicas van muy por detrás de las necesidades, pero los políticos no dejan de hacer promesas. “Mi gobierno hará todos los esfuerzos para avanzar medidas de solución del descenso de la tasa de natalidad y construir una sociedad donde sea fácil criar hijos”, dijo el primer ministro Shinzo Abe en septiembre, en su toma de posesión.
Con todo, tampoco es indiscutible que a Japón le convenga mantener la población actual, tres veces la española con sólo el 75 por ciento del territorio de España. El problema es que el sistema de seguridad social, en que la población activa mantiene a la pasiva, es insostenible si ésta no deja de crecer y la primera de menguar, por lo que parece inevitable aumentar la edad de jubilación.

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