La mayoría de japoneses defienden las capturas de cetáceos aunque apenas comen su carne¿Investigación científica o caza comercial?
Jordi Juste
El gobierno australiano presentó ayer fotografías tomadas desde el barco Ocean Viking, de su servicio de aduanas, con las que quiere demostrar que la caza de ballenas, que la flota japonesa lleva a cabo en el océano Antártico con el pretexto de la investigación científica, es en realidad una práctica comercial que se realiza con gran sufrimiento de los mamíferos. “Es muy decepcionante. Es angustioso cuando piensas que pueden pasar 15 minutos desde que el harpón impacta en la ballena hasta que la ballena muere”, declaró el ministro australiano de Medio Ambiente, Peter Garret durante la presentación de las fotografías.
Por su parte, el Instituto de Investigación de los Cetáceos, organismo independiente pero con apoyo del gobierno de Japón, que le comisionó hace 20 años la captura de ballenas supuestamente con fines científicos, reaccionó ante la presentación acusando al gobierno australiano de estar usando propaganda emocional. “Nuestro programa requiere muestras aleatorias de la población antártica y por eso habrá variedad de tamaños”, afirmó el director del Instituto, Minoru Morimoto, que explicó que la pareja de ballenas que aparecen en una de las fotografías no son una madre y su cría, en contra de lo que habían anunciado medios de comunicación australianos.
Dos décadas de “investigación”
Hace 20 años Japón decidió oficialmente que abandonaba la caza comercial de ballenas y optó por seguir capturando especímenes del gran mamífero marino con la excusa de la investigación científica. Durante este tiempo la flota japonesa ha capturado más de 10.000 ejemplares y la carne del cetáceo ha continuado estando presente en algunos supermercados y sobre todo en restaurantes especializados.
A pesar de su permanencia en algunas mesas japonesas, la carne de ballena dejó hace tiempo de ser una de las principales fuentes de proteínas del país. En 1965 el consumo per cápita llegó a su máximo nivel con más de dos kilos por personas al año pero fue decreciendo a medida que aumentaba la captura de otras especies de pescados y crecía aceleradamente el consumo de carne de vaca y de cerdo. Desde los años 90 el consumo por persona está por debajo de los 100 gramos anuales.
Sin embargo, una encuesta publicada ayer mismo por el períodico Asahi Shimbun refleja que un 56 % de los japoneses son partidarios de que se pueda seguir comiendo carne de ballena. El número de los que defienden la práctica es especialmente alto entre los varones de mediana edad, mientras las mujeres son menos entusiastas y entre las más jóvenes llegan a ser mayoría las contrarias. La polémica tiene mucho de simbólico para un país que se muestra orgulloso de mantener una parte importante de su tradición y que al mismo tiempo ha visto su papel en la escena política internacional reducido a ser un aliado obediente de los Estados Unidos.
Durante las últimas semanas el debate sobre la caza de ballenas se ha reavivado a partir del anuncio del plan japonés para cazar 50 ejemplares de ballenas jorobadas, una de las especies más apreciadas para la observación, práctica turística que genera millones de dólares cada año en Australia. La oposición frontal del gobierno australiano obligó a aplazar el proyecto, aunque sí sigue adelante la captura de 850 ejemplares de ballenas mink y medio centenar de ballenas de aleta.
La controversia estuvo a punto de alcanzar categoría de crisis diplomàtica tras la captura por uno de los balleneros japoneses de dos activistas de Greenpeace, uno británico y otro australiano, que trataban de impedir sus actividades. Ambos fueron entregados a las autoridades australianas, que ahora tienen a la nave Ocean Viking siguiendo a los balleneros y recogiendo pruebas para su posible uso ante el Tribunal Internacional del Derecho del Mar.
Frente a la postura decidida del gobierno australiano, las autoridades de Tokio han tratado de desactivar la polémica y reconducirla a una discusión de tipo técnico en la Comisión Ballenera Internacional. Por otra parte, en los medios de comunicación japoneses no faltan las voces que acusan a Australia de hipocresía por su oposición a la captura de ballenas mientras autoriza cada año la caza de miles de canguros y otros marsupiales en su propio territorio.
Un manjar poco distinguidoPlato de lengua de ballena sobre hojas de shiso, tal como se sirve en el restaurante Kujira-ya, de Shibuya (Tokio). Foto: JJUSTE
Jordi Juste
El gobierno australiano presentó ayer fotografías tomadas desde el barco Ocean Viking, de su servicio de aduanas, con las que quiere demostrar que la caza de ballenas, que la flota japonesa lleva a cabo en el océano Antártico con el pretexto de la investigación científica, es en realidad una práctica comercial que se realiza con gran sufrimiento de los mamíferos. “Es muy decepcionante. Es angustioso cuando piensas que pueden pasar 15 minutos desde que el harpón impacta en la ballena hasta que la ballena muere”, declaró el ministro australiano de Medio Ambiente, Peter Garret durante la presentación de las fotografías.
Por su parte, el Instituto de Investigación de los Cetáceos, organismo independiente pero con apoyo del gobierno de Japón, que le comisionó hace 20 años la captura de ballenas supuestamente con fines científicos, reaccionó ante la presentación acusando al gobierno australiano de estar usando propaganda emocional. “Nuestro programa requiere muestras aleatorias de la población antártica y por eso habrá variedad de tamaños”, afirmó el director del Instituto, Minoru Morimoto, que explicó que la pareja de ballenas que aparecen en una de las fotografías no son una madre y su cría, en contra de lo que habían anunciado medios de comunicación australianos.
Dos décadas de “investigación”
Hace 20 años Japón decidió oficialmente que abandonaba la caza comercial de ballenas y optó por seguir capturando especímenes del gran mamífero marino con la excusa de la investigación científica. Durante este tiempo la flota japonesa ha capturado más de 10.000 ejemplares y la carne del cetáceo ha continuado estando presente en algunos supermercados y sobre todo en restaurantes especializados.
A pesar de su permanencia en algunas mesas japonesas, la carne de ballena dejó hace tiempo de ser una de las principales fuentes de proteínas del país. En 1965 el consumo per cápita llegó a su máximo nivel con más de dos kilos por personas al año pero fue decreciendo a medida que aumentaba la captura de otras especies de pescados y crecía aceleradamente el consumo de carne de vaca y de cerdo. Desde los años 90 el consumo por persona está por debajo de los 100 gramos anuales.
Sin embargo, una encuesta publicada ayer mismo por el períodico Asahi Shimbun refleja que un 56 % de los japoneses son partidarios de que se pueda seguir comiendo carne de ballena. El número de los que defienden la práctica es especialmente alto entre los varones de mediana edad, mientras las mujeres son menos entusiastas y entre las más jóvenes llegan a ser mayoría las contrarias. La polémica tiene mucho de simbólico para un país que se muestra orgulloso de mantener una parte importante de su tradición y que al mismo tiempo ha visto su papel en la escena política internacional reducido a ser un aliado obediente de los Estados Unidos.
Durante las últimas semanas el debate sobre la caza de ballenas se ha reavivado a partir del anuncio del plan japonés para cazar 50 ejemplares de ballenas jorobadas, una de las especies más apreciadas para la observación, práctica turística que genera millones de dólares cada año en Australia. La oposición frontal del gobierno australiano obligó a aplazar el proyecto, aunque sí sigue adelante la captura de 850 ejemplares de ballenas mink y medio centenar de ballenas de aleta.
La controversia estuvo a punto de alcanzar categoría de crisis diplomàtica tras la captura por uno de los balleneros japoneses de dos activistas de Greenpeace, uno británico y otro australiano, que trataban de impedir sus actividades. Ambos fueron entregados a las autoridades australianas, que ahora tienen a la nave Ocean Viking siguiendo a los balleneros y recogiendo pruebas para su posible uso ante el Tribunal Internacional del Derecho del Mar.
Frente a la postura decidida del gobierno australiano, las autoridades de Tokio han tratado de desactivar la polémica y reconducirla a una discusión de tipo técnico en la Comisión Ballenera Internacional. Por otra parte, en los medios de comunicación japoneses no faltan las voces que acusan a Australia de hipocresía por su oposición a la captura de ballenas mientras autoriza cada año la caza de miles de canguros y otros marsupiales en su propio territorio.
Un manjar poco distinguidoPlato de lengua de ballena sobre hojas de shiso, tal como se sirve en el restaurante Kujira-ya, de Shibuya (Tokio). Foto: JJUSTE
En los restaurantes especializados en carne de ballena ésta se sirve en diferentes presentaciones, cortada muy finita para cocer en la cazuela (nabe) con verduras, rebozada o como sashimi (cruda), y se comen partes diversas, como el lomo, que se sirve con parte de la piel, o la lengua. Su sabor es fuerte, más parecido al de la carne de cerdo que al del pescado y su valor gastronómico se debe sólo a la tradición y a que se ha convertido para algunos en un bocado exótico y polémico.
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ResponderEliminarAca puso algunos informaciones que puede ser bien
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