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martes, octubre 08, 2013

Japón, oportunidad de benchmarking


Japón es una oportunidad excelente de benchmarking para las empresas: si logramos llegar, estaremos preparados para entrar en otros mercados. Es lo más destacable de la intervención de Amadeo Jensana, director de Economía y Empresa de Casa Asia en la presentación del desayuno de trabajo sobre Japón que ha tenido lugar en la sede de Acció (Agencia para la Competitividad de la Empresa de la Generalitat) en Barcelona.
Jensana ha explicado que el japonés es un mercado exigente, selectivo y competitivo donde las relaciones humanas y la lealtad siguen siendo elementos indispensables para el buen desarrollo de los negocios y donde en los últimos tiempos se ha paliado el efecto pernicioso de la lentitud en la toma de las decisiones y del excesivo peso de la jerarquía.
Una oportunidad: las energías renovables
Por su parte, Yoshiyuki Iwahashi, director del centro de promoción de negocios de Acció en Tokio, ha repasado la situación de la economía japonesa y el presente y expectativas de las empresas catalanas en el país. Iwahashi ha alabado la política económica del gobierno de Shinzo Abe y ha dado lo que para él son las claves para tener éxito en los negocios en Japón: trabajar bien, tener perseverancia y paciencia, y dar mucha importancia a la comunicación. Entre los sectores con más oportunidades a corto y medio plazo ha destacado las energías renovables.
También ha hablado del buen momento que viven las energías verdes en Japón José Ricardo Mañueco, de la oficina de Madrid de JETRO (Japan External Trade Organization). Este organismo oficial no sólo promueve las exportaciones japonesas sino que también ayuda a las empresas extranjeras que quieren hacer negocios en Japón.
Ha terminado las presentaciones Raul Rienda, de la empresa CONCOM, que ha explicado cómo están poniendo en marcha un proyecto de generación de energía fotovoltaica en Japón con la ayuda de Acció. Rienda ha destacado, con su experiencia concreta, la gran importancia del trabajo bien hecho, la paciencia y la comunicación personal para tener éxito a la hora de hacer negocios con japoneses.
En el turno de preguntas, ha habido una intervención de uno de los asistentes al acto que ha alabado Japón como el país más avanzado del mundo "en todo". A la hora de concretar, ha hablado de la limpieza ("no encontré un papel en el suelo en quince días") y la seguridad ciudadana, y ha pedido a Iwahashi que dijera qué podemos aprender de los japoneses. Con muy buen criterio, el delegado de Acció en Tokio ha dicho que podemos aprender la gran dedicación de tiempo de los japoneses a lo que les interesa, pero también ha querido aclarar que, en términos generales, la calidad de vida es superior aquí.

lunes, abril 23, 2012

Muchos tópicos y poca sustancia en el reportaje sobre Japón de El Magazine



El Magazine (La Vanguardia, La Nueva España, El Faro de Vigo...) publicaba ayer un reportaje sobre Japón. Bajo el titulo “¿Salvados por el orden?” parece querer explicar que la disciplina ha sido la gran fortaleza de Japón, pero que tras el tsunami de 2011 los propios japoneses la ponen en entredicho. Ni lo uno ni lo otro son mentira, pero el reportaje no construye un discurso coherente que me convenza.
Lo primero que salta a la vista son las fotos efectistas de Carles Mercader, buenas para una exposición artística pero que no aportan ninguna información a lo que se supone que es el tema que deberían ilustrar.  
En cuanto al texto, me da la sensación de que Gabi Martínez escribió una pieza más larga y que sufrió las tijeras del editor. Solo así me explico el síncope argumental con el que se teje ese pachwork de anécdotas, tópicos y opiniones deslavazadas. El único apoyo teórico es El crisantemo y la espada, libro escrito hace más de sesenta años por la antropóloga americana Ruth Benedict. Parece que Martínez ha leído poco más que eso sobre Japón, y que no conoce muy bien su historia contemporánea y su realidad más reciente. 
Por eso escribe cosas como:
“La familia está gobernada por los ancianos. El país por el Emperador”  (cuando cada vez es más raro que los abuelos vivan con o cerca de los hijos y nietos y el Emperador no manda nada)
“La meditación zen ayuda a la autodisciplina.”  (cuando es una práctica minoritaria)
“... por manos chinas mientras, a su vez, miles de trabajadores de aquel país se desloman en fábricas produciendo industrialmente, aunque en esto no se distinguen demasiado de los japoneses” (confundiendo las largas horas de trabajo de los japoneses en cualquier sector económico con las condiciones de trabajo en la industria china)
“Las máquinas expendedoras son un gran negocio, los clientes prefieren no tratar con dependientes” (cuando Japón es el paraíso del comercio, con tiendas de conveniencia por doquier y una gran profusión de excelentes establecimientos especializados que cuentan con personal competente)
“Los cómics manga y las consolas de videojuego son casi segundas pieles para millones de jóvenes y adultos” (cuando, a estas alturas, lo que se tendría que estar explicando es que la mayor parte de la población japonesa no es consumidora ni de los unos ni de las otras)
Etcétera.

viernes, marzo 23, 2012

¿Mourinho? En Japón no pasaría


Llevo años vinculado al fútbol base japonés. Es decir, hablo con conocimiento de causa. Actitudes como las que se vieron durante el partido entre  el Villa-real y el Real Madrid son imposibles en Japón. ¿Por qué? Es fácil responder que el carácter de japoneses y españoles es distinto. No voy a negar la obviedad. Pero creo que para entender lo que sucede en el fútbol entre adultos es útil ver lo que pasa en los partidos de niños.
En España, desde que comienza el partido, los padres increpan al árbitro, los entrenadores ponen en duda su autoridad, los jugadores le hacen la vida imposible y el propio colegiado se lo toma todo como una afrenta personal. En cambio, en Japón se advierte a los padres de que ni siquiera se quejen, muchos entrenadores arbitran a su vez partidos, se insiste a los niños en que el juez es un amigo sin el cual no habría partido y los colegiados tratan de pasar desapercibidos.

miércoles, abril 06, 2011

Buena organización, falta de decisión

Estos días tengo el placer de acompañar a un equipo de fútbol japonés de categoría cadete (14 años), que realiza una breve estancia formativa en nuestro país. El tsunami del día once los sorprendió, como quien dice, preparando las maletas para venir a vivir una experiencia que consideran muy importante para su educación como futbolistas y como personas.

Aunque viven en Yokohama, una zona que sufrió poco más que el susto del temblor y algunos inconvenientes -causados por la carestía de algunos productos los primeros días y por los cortes eléctricos- estuvieron a punto de cancelar el viaje, ya que el ambiente del país no parecía el más propicio para darse según qué alegrías. Pero pesó, más que ése, el argumento de que había que intentar recobrar la normalidad cuanto antes. Además, los chicos y su entrenador decidieron que aprovecharían la expedición para recaudar fondos y ánimos para los damnificados de Miyagi. La respuesta está siendo espectacular, tanto en euros depositados en las huchas como en dedicatorias escritas en una bandera traída al efecto.

Ahí donde van, los veintiún jóvenes y su entrenador reciben no solo apoyos sino también elogios por su excelente comportamiento dentro y fuera del campo. Se mueven con orden, escuchan cuando se les dan instrucciones, no dejan rastros de basura a su paso y se dejan la piel en cada entreno como si fuera la final de un Mundial. A muchos espectadores, que acuden con la idea de ver a unos simpáticos niños asiáticos jugando un fútbol de segunda categoría, los sorprenden su técnica y la eficacia con la que juegan. En cambio, algunos entrenadores locales, que llevan ya varios años preparando sesiones para los jóvenes japoneses, saben que estos chavales tienen de sobras la técnica y la capacidad de sacrificio y de trabajar en equipo tan importantes en el fútbol. Pero también saben que a la mayoría todavía les falta capacidad de decisión individual, un elemento crucial para marcar las diferencias en un enfrentamiento que no deja de ser de once personas contra once personas.

Algunos comentan: “A estos chicos lo único que les falta es lo que les sobra a demasiados de nuestros jugadores: el instinto de tomar las riendas e ir a por el gol”. Y es que están perfectamente posicionados, corren de principio a fin y se pasan la pelota con mucho oficio, pero todavía son pocos los que intentan desbordar al contrario e ir hacia la meta.

Su entrenador es consciente de esta carencia. Por eso los trae aquí, los expone a nuevas experiencias y los obliga constantemente a tomar decisiones. Sabe que este aprendizaje les será de gran ayuda en el futuro, sigan o no jugando al fútbol, y confía en que los haga más capaces de aportarle a su sociedad lo que le falta. Tiene claro que la organización y la capacidad de sacrificio son claves para el buen funcionamiento de cualquier grupo humano, y no quiere que las pierdan. Pero también cree que, sin individuos con capacidad de tomar decisiones bajo presión, lo que parece harmonía puede convertirse en un ejercicio estéril, de gran belleza pero sin capacidad de asegurar el futuro. Toda una lección sobre la fortaleza y la debilidad del Japón actual. Un ejemplo que permite mantener la esperanza en el futuro.

Una sociedad normal


Si alguien ha conocido Japón a partir de las numerosas informaciones aparecidas desde el terremoto y el tsunami del 11 de marzo, quizá se haya formado la imagen de una sociedad ideal injustamente condenada por la naturaleza a sufrir. No en vano, el tema favorito de los medios de comunicación occidentales ha sido –a parte de la devastación causada por el seísmo y la alarma nuclear– el comportamiento ejemplar de la población japonesa.

Se ha escrito, de forma abundante, sobre su grado de preparación para hacer frente a los desastres, la solidaridad y el orden de los damnificados al repartir lo poco que les quedaba, la disciplina de los ciudadanos para hacer frente a los obligados cortes de luz, la capacidad –probada diversas veces en la historia reciente– de recuperarse de las hecatombes, la dignidad con la que afrontan la desgracia o la sobriedad con la que exteriorizan su dolor.

Sin embargo, aunque ciertos, esos aspectos de la sociedad japonesa son solo una parte de la realidad. Japón es un país grande, de larga historia y muy poblado. Es, por tanto, una realidad compleja, difícil de reflejar en unos pocos artículos periodísticos escritos con urgencia –y menos en uno solo de poco más de quinientas palabras.

Para equilibrar un poco el cuadro idílico que hemos pintado estos días, podemos hacer una lista de problemas que aquejan a la sociedad japonesa: adicciones; violencia física o psicológica en casa, en la escuela o en el trabajo; aumento del número de jóvenes que se encierran en su habitación y solo se conectan con el mundo a través del ordenador; prostitución relacionada al consumo de productos de lujo; alta tasa de suicidios; discriminación profesional por origen o género; enfermedad y muerte por exceso de trabajo; pérdida de la moral del sacrificio a favor de un mayor hedonismo; escasez de talento individual; desconfianza en el gobierno y en la administración; corrupción institucionalizada; profusión de fraudes que tienen como víctimas a los ancianos…

La anterior es solo una lista inacabada de elementos heterogéneos citados por los propios japoneses como males de su propia sociedad. Son problemas del mundo moderno, que Japón comparte con otros países. Posiblemente, algunos los afronta mejor y otros peor que sus vecinos, e incluso los hay que parecen tan enquistados que se diría que no tiene demasiado interés en solucionar. Está claro que la japonesa es una sociedad normal, donde los problemas se multiplican. Sin embargo, da la impresión de que resiste mejor que otras las tendencias disgregadoras de la modernidad.

A menudo se ha dicho que el secreto es la homogeneidad étnica de su población, que hace más fácil el funcionamiento cohesionado de la sociedad. Es verdad que la inmensa mayoría de ciudadanos japoneses son o se sienten miembros de un mismo grupo sociocultural con unas características básicas comunes, con unos códigos de conducta compartidos y en gran medida aceptados. Eso hace que la comunicación dentro del grupo sea más fácil con necesidad de menos palabras, y que el trabajo individual contribuya más al bien común. También hace que sea tan difícil para un extranjero llegar a ser considerado un miembro más de la sociedad. Aprender japonés o imitar las manifestaciones más superficiales del comportamiento nipón son tareas relativamente sencillas para cualquiera, pero interiorizar su código de valores es difícil para todos e imposible para muchos.

domingo, marzo 20, 2011

El milagro japonés

Hiroshima 2010. JJuste

Jordi Juste. Cuaderno del Domingo. El Peridico de Catalunya, domingo 20 de marzo de 2011

Un terremoto de nueve grados sacude el noroeste de Japón y hace temblar a Tokio, la metrópolis de más de treinta millones de habitantes; unos minutos después, el mar se abalanza sobre la costa de Miyagi, arrasa pueblos enteros y se lleva miles de vidas; se suceden las réplicas del seísmo y la devastación y el clima hacen que sea difícil atender y abastecer a los supervivientes; Tokio y su región viven apagones causados por la falta de suministro eléctrico; y, lo más terrible, una central nuclear de nueve reactores situada a unos 200 kilómetros de la capital permanece más de una semana en estado crítico.

En muchas áreas del planeta, cualquiera de esas circunstancias, extremamente graves, sería suficiente, por sí sola, para causar el pánico, la desesperación y el caos, y dar pie al pillaje y al sálvese quien pueda. Sin embargo, los japoneses reaccionaron con miedo pero con calma a la primera sacudida; se pusieron a trabajar en seguida para socorrer a las víctimas y reparar las infraestructuras; los supervivientes esperan ordenadamente a que les toque su turno para recibir la ración que les corresponde; los familiares lloran a sus muertos con pudor; los tokiotas ahorran obedientemente energía; y todos contemplan con preocupación, pero sin histeria, los esfuerzos por controlar la radiactividad en Fukushima.

Estas actitudes ejemplares sorprenden a quienes no conocen la historia y la realidad presente de Japón. El miércoles, en su alocución a la nación, hasta el emperador se hizo eco de la admiración internacional: “En el extranjero se comenta que los japoneses se ayudan mucho sin perder la calma en medio de esta tristeza tan grande. Espero que, a partir de ahora, todos se ayuden y cuiden unos de los otros y superen esta desagradable etapa”, dijo Aki Hito.

Para los japoneses y los extranjeros que hemos vivido o estudiado su cultura, las reacciones de estos días son las que cabe esperar de un pueblo preparado por la naturaleza y la historia para sufrir desastres de todo tipo y vencer a la adversidad desde el sacrificio individual puesto al servicio del bien colectivo.

Claves culturales

La conciencia milenaria de la inestabilidad del territorio y la mutabilidad de los elementos ha tenido por respuesta eso que parece resignación y que es más bien entereza. Se puede rastrear la historia de ese sentimiento desde el Man'yoshu (la colección más antigua de poesía nipona). La disciplina cívica japonesa se formó en épocas más recientes: data de la época de Edo, pero también es, en parte, una respuesta a los accidentes naturales”, explica el poeta mexicano Aurelio Asiain, profesor en la Universidad de Estudios Extranjeros de Kansai.

La mayoría de japoneses son conscientes de esos rasgos que caracterizan su cultura y su sociedad y que hacen que respondan a los acontecimientos de una forma particular. Un ejemplo de esa consciencia es Kenji Shinohara, realizador de televisión en Tokio y buen conocedor de las culturas española y coreana. “En Japón el budismo y el confucianismo, llegados desde Corea y China, se sumaron al sintoísmo preexistente y de ahí surgieron el bushido (código del samurái) y la moral japonesa, con la mentalidad de auto-sacrificio y consideración hacia el prójimo. En esa mentalidad, a diferencia de lo que pasaba en otros países, en lugar de buscar el propio interés, se sacrificaba todo por el feudo (las provincias de la época de Edo) o el líder. De ahí surge la consideración de la modestia y la generosidad como virtudes”, explica Shinohara.

Para el portorriqueño Roberto Negrón, profesor de español y de comunicación intercultural en la Universidad de Estudios Extranjeros de Kioto, la explicación es sencilla: “Japón es una sociedad que aprecia la armonía y los japoneses evitan a toda costa las confrontaciones. Esa siempre ha sido su filosofía de vida desde tiempos antiguos y es lo que ha permitido al pueblo japonés unirse en situaciones difíciles, como durante la Segunda Guerra Mundial o el terremoto de Kobe, y ahora también”.

Aceptación de la fuerza de la naturaleza y aprecio de la armonía son, sin duda, características culturales del pueblo japonés. Pero, según la catalana Montse Marí, presidenta del Centre Català de Kansai, cuando hablamos de su reacción ante las adversidades, tenemos que contemplar dos perspectivas: “Una es la personal, la capacidad de contener, de perseverar y de tener paciencia. La otra es la de la relación con los demás. La lengua japonesa tiene como mínimo ocho caracteres chinos o combinaciones de estos que expresan la idea de paciencia, perseverancia, sacrificio y entereza. Una de les más utilizadas es la palabra “nintai” 忍耐, que evoca la virtud de perseverar y tener una paciencia activa, no derrotista o llorona”.

Los precedentes

Los japoneses están acostumbrados a las calamidades. En 1923 un gran terremoto mató a más de cien mil personas y destruyó parte de Tokio y en 1995 otro mató a más de cinco mil y asoló el centro de Kobe. Pero es que el país tiembla casi todos los días en algún punto de sus más de cuatro mil islas; cada año es azotado por tifones; y sufre, periódicamente, erupciones volcánicas, lluvias torrenciales y grandes incendios forestales. Además, en 1945 –después de haber causado grandes daños a sus vecinos asiáticos en su afán imperialista– sufrió severos bombardeos aéreos que causaron centenares de miles de víctimas civiles y arrasaron sus principales ciudades, los dos últimos con bombas atómicas que asolaron Hiroshima y Nagasaki.

Kobe, 1995

¿Preparados para las catástrofes?

La conciencia de vivir en un país azotado por la naturaleza y por la estupidez humana tiene que haber marcado por fuerza el carácter de este pueblo. Además, los japoneses no necesitan ver desgracias en los libros de historia o en los telediarios para recordar que tienen que estar preparados para lo peor: Cada año, en cualquier centro educativo, de trabajo o residencial, tienen lugar ejercicios de evacuación en los que la disciplina, el orden y la calma son esenciales, y por todo el país están señalizadas las áreas a las que hay que acudir en caso de emergencia. A eso hay que añadir que es difícil desplazarse unos quilómetros en cualquier dirección sin tropezar con una garita de policía o una estación de bomberos.

Con todo, esta vez la previsión no ha podido evitar el embate del océano. Pero quizás ha servido para evitar males mayores. Porque no es difícil imaginar la proporción del desastre si los más de cuarenta millones de personas afectadas desde Miyagi hasta la capital hubieran salido despavoridos de sus casas, se hubieran lanzado a robar comestibles o hubieran aprovechado la ocasión para vengarse de un vecino ausente o desprevenido.

Lecciones de la historia

La situación actual guarda similitudes y diferencias con los precedentes del siglo pasado. “En cuanto a la extensión de los daños a la ciudadanía, el terremoto de Tokio y de Kobe son distintos a la Segunda Guerra Mundial. Los daños de este se parecen a los de la guerra. Pero el perjuicio causado por la energía nuclear será para todos los países sobre la faz de la tierra. Y no se puede decir que sea un daño causado por la naturaleza”, explica Teru Shimamura, profesor de literatura japonesa en la universidad Ferris, de Yokohama, quien también recuerda que tras el terremoto de 1923 no todo el mundo mantuvo la calma: “Se produjeron asesinatos de ciudadanos coreanos y chinos a manos de la turba (tras difundirse rumores que los acusaban de provocar incendios). Se aprendió la lección de la historia y en esta ocasión no han sucedido cosas de ese tipo”.

No han sucedido porque la sociedad japonesa es muy distinta a la de principios de siglo XX. A pesar de las llamadas de sectores nacionalistas a que el país adopte una actitud más desafiante en política exterior, la mayoría de japoneses se han acostumbrado a la paz y al orden, detestan el descontrol y desean recuperar cuanto antes unos niveles de prosperidad que el profesor Shimamura califica de forma crítica como “una realidad hecha sobre una central nuclear construida sobre la arena”.

Salir adelante

¿Qué va a pasar a partir de ahora? ¿Podrá ese carácter de los japoneses hacer que el país salga fortalecido? ¿Perderán la fe en esa técnica que los ha convertido en una potencia económica? Creo que Japón también saldrá adelante en esta ocasión, y que la gente no perderá la confianza en la capacidad del país, responde el historiador Yukitaka Inoue, profesor de la universidad Senshu, de Tokio.

Por su parte, el catedrático emérito de la Universidad de Estudios Extranjeros de Kioto Àngel Ferrer, ve la catástrofe como una oportunidad: “El 200 por ciento del PIB en deuda pública, el problema de los jóvenes que se encierran en sus casas y otros desastres actuales han situado el país en una especie de marasmo. Estoy seguro de que este enorme latigazo será una vez más el acicate que les hará, recordando las palabras del emperador Hiro Hito, soportar lo intolerable”.

También lo tiene claro Kenji Shinohara: “Por supuesto, Japón saldrá adelante. Pero, para que eso ocurra, los que no hemos sufrido daños tenemos que ser muy conscientes. Depende de cuánto podamos esforzarnos los que estamos bien para tirar de los que no pueden. Por contra, si nos acomodáramos y nos aprovecháramos de la situación para ganar dinero o para mejorar nuestra posición, sería el fin de Japón. Persiste la tristeza por la gente que ha sufrido daños y sus familias y se mantendrá quizás por más de una década. Cuando ellos se levanten y miren hacia el futuro podremos decir que Japón se encamina hacia la recuperación.”


La escritora Yuiko Asano ilustra con un ejemplo la reacción japonesa típica ante una calamidad:

“La mayoría de la gente, si está en un restaurante o en una tienda, hay un terremoto y los empleados dicen que salgan a refugiarse sin pagar, lo hacen. Pero más tarde vuelven para pagar.

Su explicación del civismo nipón: “El que estemos juntos, que compartamos este espacio, forma parte de nuestro destino. Por eso somos considerados con los demás y nos ayudamos unos a los otros. Yo me siento orgullosa, como japonesa, de haber sido educada así”.


El profesor Àngel Ferrer, testigo de la recuperación de Japón tras la guerra, recortó el otro día una foto y la pegó en su diario. En ella se ve a una chica japonesa triste sentada, con la mirada perdida entre los escombros dejados por el tsunami. Al lado de la imagen, el profesor añadió el siguiente comentario en verso:

T S U N A M I T I D E

Vaig veure un país que pujava a la glòria

Després d’una guerra inhumana i cruel :

Alerta i conscient d’assolir la victòria

Si la pau compartia amb constància i anhel.

Tsunamítide trista, del somni desperta!

Si ara és la Natura que us ha bandejat

Mantindreu amb dolor l’esperança incerta

Fins a fer del somni una realitat.

viernes, marzo 02, 2007

La bruja de la tele japonesa


Kazuko Hosoki es la adivina más famosa de Japón. Aparece casi a diario en la televisión, normalmente en horarios de máxima audiencia. Los martes por la noche tiene su propio programa Zubari iu wa yo! (Te lo diré sin rodeos) en la cadena TBS.
Su fama se debe tanto a sus atrevidas predicciones sobre la vida de los famosos como a sus ideas conservadoras, su ostentación de riqueza, y su carácter agrio y arrogante. Una de sus frases más célebres es “Vas a ir al infierno”, su arma contra los que no hacen caso de sus adivinaciones y consejos.
El método de Hosoki bebe de la astrología china y del culto a los antepasados, parte sustancial de la religión japonesa. Además de sus apariciones televisivas, ha editado más de cien libros, de los que en 2001 ya se habían vendido más de 30 millones de copias, por lo que se la considera la adivina que más vende en el mundo.

Teletodo. Grupo Z. 25 de febrero de 2007