El G-8 se reune con 7 países africanos para tratar los problemas del continente
Múltiples reuniones bilaterales y una cena para estrechar lazos
La primera jornada de la cumbre del G-8 en el lago Toya, a unos 100 kilómetros de Sapporo, sirvió ayer para que los miembros de este exclusivo grupo se reunieran con los líderes de siete países africanos invitados. En la agenda estaba el compromiso de los países ricos para hacer posible que se cumplan los planes de desarrollo fijados por la ONU para combatir la pobreza y el hambre en África.
El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, urgió a los países ricos a respetar sus compromisos: “Cuando se trata del cambio climático… y de la crisis global de los alimentos, estas campañas deberían ser lideradas por los países industrializados. Ellos tienen la capacidad, tienen los recursos, y espero que los líderes muestren su voluntad política.
Por su parte, el primer ministro japonés, Yasuo Fukuda, hizo votos para que el grupo muestre su unidad para hacer frente a los grandes problemas del momento. “Espero que esta cumbre del G-8, que tiene lugar con una gran cantidad de temas, como la economía mundial, el calentamiento global y los progresos para lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio, manden un mensaje claro de que nosotros, como G-8, actuaremos juntos”, declaró ayer el anfitirón del encuentro.
Por su parte, el presidente de Estados Unidos hizo referencia a la necesidad de medidas concretas para ayudar a África. “Me preocupa que la gente pase hambre. Seremos muy constructivos en el diálogo sobre el medio ambiente, pero hoy hay mucho sufrimiento en el continente africano. Ahora es el momento de que los países confortables se levanten y hagan algo”, declaró Bush.
Los representantes de Argelia, Etiopía, Ghana, Nigeria, Senegal y Suráfrica están en Japón en busca de algo más que buenas palabras. Ayer el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, anunció que la UE aportará mil millones de euros suplementarios en ayuda para comprar fertilizantes y semillas para los agricultores de los países pobres.
Sin embargo, los países africanos, además de ayudas al desarrollo de su infraestructura agrícola, reclaman una solución a corto plazo al alza de los precios de los alimentos, consecuencia en gran parte de la desviación de producción agrícola hacia el bioetanol, combustible obtenido de diversas plantas como el maiz.
Además de asistir a la reunión para tratar los problemas de África, los líderes del G-8 realizaron numerosas reuniones bilaterales para eliminar las diferencias que parecen existir todavía para alcanzar acuerdos que se reflejen en la declaración conjunta. El resultado de la cumbre, a la que también están invitados otros países como China, la India o Brasil debería servir para calmar las incertidumbres que amenazan a la economía global.
Japón sigue insistiendo en la necesidad de mantener el medio ambiente como elemento central de la acción conjunta de la comunidad internacional. El país anfitrión desea que se fijen objetivos concretos para la reducción de emisiones de CO2. En esta postura cuenta con el apoyo de la Comisión Europea, representada en el lago Toya por su presidente.
“Si en esta cumbre de Hokkaido conseguimos un comromiso a largo plazo para reducir en un 50% las emisiones hasta el 2050, y en el principio de un objetivo a medio plazo, creo que podremos hablar de un éxito”, declaró ayer Durao Barroso.
Al respecto, Estados Unidos, que presiona a favor de un mayor apoyo a la energía nuclear como solución para reducir las emisiones de CO2 y la dependencia del petróleo, pasa parte de la responsabilidad del problema a las dos economías emergentes de Asia: “Siempre he defendido que debe haber un entendimiento común y que eso comienza por poner un objetivo. Y también soy suficientemente realista para decir que si China y India no comparten esa misma aspiración, no vamos a resolver el problema”, explicó George Bush en Hokkaido.
Múltiples reuniones bilaterales y una cena para estrechar lazos
La primera jornada de la cumbre del G-8 en el lago Toya, a unos 100 kilómetros de Sapporo, sirvió ayer para que los miembros de este exclusivo grupo se reunieran con los líderes de siete países africanos invitados. En la agenda estaba el compromiso de los países ricos para hacer posible que se cumplan los planes de desarrollo fijados por la ONU para combatir la pobreza y el hambre en África.
El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, urgió a los países ricos a respetar sus compromisos: “Cuando se trata del cambio climático… y de la crisis global de los alimentos, estas campañas deberían ser lideradas por los países industrializados. Ellos tienen la capacidad, tienen los recursos, y espero que los líderes muestren su voluntad política.
Por su parte, el primer ministro japonés, Yasuo Fukuda, hizo votos para que el grupo muestre su unidad para hacer frente a los grandes problemas del momento. “Espero que esta cumbre del G-8, que tiene lugar con una gran cantidad de temas, como la economía mundial, el calentamiento global y los progresos para lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio, manden un mensaje claro de que nosotros, como G-8, actuaremos juntos”, declaró ayer el anfitirón del encuentro.
Por su parte, el presidente de Estados Unidos hizo referencia a la necesidad de medidas concretas para ayudar a África. “Me preocupa que la gente pase hambre. Seremos muy constructivos en el diálogo sobre el medio ambiente, pero hoy hay mucho sufrimiento en el continente africano. Ahora es el momento de que los países confortables se levanten y hagan algo”, declaró Bush.
Los representantes de Argelia, Etiopía, Ghana, Nigeria, Senegal y Suráfrica están en Japón en busca de algo más que buenas palabras. Ayer el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, anunció que la UE aportará mil millones de euros suplementarios en ayuda para comprar fertilizantes y semillas para los agricultores de los países pobres.
Sin embargo, los países africanos, además de ayudas al desarrollo de su infraestructura agrícola, reclaman una solución a corto plazo al alza de los precios de los alimentos, consecuencia en gran parte de la desviación de producción agrícola hacia el bioetanol, combustible obtenido de diversas plantas como el maiz.
Además de asistir a la reunión para tratar los problemas de África, los líderes del G-8 realizaron numerosas reuniones bilaterales para eliminar las diferencias que parecen existir todavía para alcanzar acuerdos que se reflejen en la declaración conjunta. El resultado de la cumbre, a la que también están invitados otros países como China, la India o Brasil debería servir para calmar las incertidumbres que amenazan a la economía global.
Japón sigue insistiendo en la necesidad de mantener el medio ambiente como elemento central de la acción conjunta de la comunidad internacional. El país anfitrión desea que se fijen objetivos concretos para la reducción de emisiones de CO2. En esta postura cuenta con el apoyo de la Comisión Europea, representada en el lago Toya por su presidente.
“Si en esta cumbre de Hokkaido conseguimos un comromiso a largo plazo para reducir en un 50% las emisiones hasta el 2050, y en el principio de un objetivo a medio plazo, creo que podremos hablar de un éxito”, declaró ayer Durao Barroso.
Al respecto, Estados Unidos, que presiona a favor de un mayor apoyo a la energía nuclear como solución para reducir las emisiones de CO2 y la dependencia del petróleo, pasa parte de la responsabilidad del problema a las dos economías emergentes de Asia: “Siempre he defendido que debe haber un entendimiento común y que eso comienza por poner un objetivo. Y también soy suficientemente realista para decir que si China y India no comparten esa misma aspiración, no vamos a resolver el problema”, explicó George Bush en Hokkaido.
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