Estatua de Murasaki Shikibu y cartel de la exposición Genji Monogatari Sen-nen Kinen. JJuste
Hace diez siglos, en la corte imperial, en Kioto, una noble que firmaba como Murasaki Shikibu escribía para las mujeres de su misma clase el libro que más ha marcado la cultura japonesa hasta nuestros días, Genji monogatari (que se puede traducir como “romance”, “cuento” o “historia” de Genji). Se trata del relato ficticio de la vida del príncipe Hikaru Genji, centrado en sus amores y desamores en la refinada corte de la era Heian (794-1185).
Muchas lenguas tienen su gran obra o su autor cumbre, como el Tirant, el Quijote o Shakespeare, que se han convertido en el canon de su literatura. Es también el caso de Genji Monogatari en la literatura japonesa, pero su importancia va más allá de las letras, es el gran referente estético clásico de Japón. Este año se celebra el milenio del nacimiento literario de Genji y se ha programado una gran cantidad de actos dedicados en su honor, especialmente en Kioto y sus alrededores, escenario de su vida.
Entre los eventos más pintorescos está la representación en forma de danza de diversos episodios de la vida de Genji por parte de las geisas de Gion. También se han organizado actividades para rememorar pasatiempos que aparecen en la obra, como un festival para contemplar la luna en Kobe. Pero quizás el acto más importante sea la gran exposición “Genji Monogatari Sen-nen Kinen” (El Milenio de la Historia de Genji), presentada en el Museo de Kioto. La muestra ha servido para repasar tanto la vida del Genji del relato como la de su autora en la corte imperial y la del propio libro durante sus mil años de existencia.
Una de las características fundamentales del libro es que no se conserva su original y existen numerosas versiones. La más antigua que se conserva es la copia dirigida por Teika Fujiwara cerca de doscientos años después de la fecha en la que se calcula que Murasaki Shikibu lo empezó a escribir. Se cree que las reproducciones a mano se multiplicaron desde sus primeros días, así como las versiones con ilustraciones y las obras gráficas basadas en episodios de la vida de Genji.
La llegada de la imprenta supuso la fijación de la obra, pero sólo hasta cierto punto, ya que la dificultad del lenguaje en el que está escrita ha provocado que hasta nuestros días se sucedan las adaptaciones. Entre las más célebres del siglo XX se cuenta la de Junichiro Tanizaki, el autor de El elogio de la sombra o Las hermanas Makioka. La versión más popular de nuestros días, con más de dos millones de copias vendidas, es la que terminó en 1998 Jakucho Setouchi, una escritora de vida agitada, convertida en monja budista y, posteriormente, en uno de los autores de mayor éxito de Japón, gracias en gran parte a sus apariciones en los medios de comunicación.
Mil años después de que comenzara a escribir su relato, se discute sobre si se puede considerar a Murasaki Shikibu la primera novelista del mundo, ya que muchos expertos dudan de que su obra pueda ser catalogada como tal. De lo que parece que no hay duda es de que es una de las primeras muestras de literatura femenina, en el doble sentido de estar escrita por una mujer y para mujeres, y una pieza imprescindible para comprender la estética japonesa.
Hace diez siglos, en la corte imperial, en Kioto, una noble que firmaba como Murasaki Shikibu escribía para las mujeres de su misma clase el libro que más ha marcado la cultura japonesa hasta nuestros días, Genji monogatari (que se puede traducir como “romance”, “cuento” o “historia” de Genji). Se trata del relato ficticio de la vida del príncipe Hikaru Genji, centrado en sus amores y desamores en la refinada corte de la era Heian (794-1185).
Muchas lenguas tienen su gran obra o su autor cumbre, como el Tirant, el Quijote o Shakespeare, que se han convertido en el canon de su literatura. Es también el caso de Genji Monogatari en la literatura japonesa, pero su importancia va más allá de las letras, es el gran referente estético clásico de Japón. Este año se celebra el milenio del nacimiento literario de Genji y se ha programado una gran cantidad de actos dedicados en su honor, especialmente en Kioto y sus alrededores, escenario de su vida.
Entre los eventos más pintorescos está la representación en forma de danza de diversos episodios de la vida de Genji por parte de las geisas de Gion. También se han organizado actividades para rememorar pasatiempos que aparecen en la obra, como un festival para contemplar la luna en Kobe. Pero quizás el acto más importante sea la gran exposición “Genji Monogatari Sen-nen Kinen” (El Milenio de la Historia de Genji), presentada en el Museo de Kioto. La muestra ha servido para repasar tanto la vida del Genji del relato como la de su autora en la corte imperial y la del propio libro durante sus mil años de existencia.
Una de las características fundamentales del libro es que no se conserva su original y existen numerosas versiones. La más antigua que se conserva es la copia dirigida por Teika Fujiwara cerca de doscientos años después de la fecha en la que se calcula que Murasaki Shikibu lo empezó a escribir. Se cree que las reproducciones a mano se multiplicaron desde sus primeros días, así como las versiones con ilustraciones y las obras gráficas basadas en episodios de la vida de Genji.
La llegada de la imprenta supuso la fijación de la obra, pero sólo hasta cierto punto, ya que la dificultad del lenguaje en el que está escrita ha provocado que hasta nuestros días se sucedan las adaptaciones. Entre las más célebres del siglo XX se cuenta la de Junichiro Tanizaki, el autor de El elogio de la sombra o Las hermanas Makioka. La versión más popular de nuestros días, con más de dos millones de copias vendidas, es la que terminó en 1998 Jakucho Setouchi, una escritora de vida agitada, convertida en monja budista y, posteriormente, en uno de los autores de mayor éxito de Japón, gracias en gran parte a sus apariciones en los medios de comunicación.
Mil años después de que comenzara a escribir su relato, se discute sobre si se puede considerar a Murasaki Shikibu la primera novelista del mundo, ya que muchos expertos dudan de que su obra pueda ser catalogada como tal. De lo que parece que no hay duda es de que es una de las primeras muestras de literatura femenina, en el doble sentido de estar escrita por una mujer y para mujeres, y una pieza imprescindible para comprender la estética japonesa.
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