Los líderes del G-8 disfrutaron de una comilona tras hablar del hambre en África
La opípara cena se preparó con ingredientes del país
Lunes 7 de julio, Tanabata, el romántico día en que, según la leyenda china, las estrellas Vega y Altaïr, condenadas a vivir separadas durante todo el año, se permiten cruzar la vía láctea para pasar unas horas juntas. En Japón es tradición colgar tiras de papeles de color con deseos escritos en ramas de bambú que se sitúan en muchos lugares públicos.
En un lujoso hotel, a orillas del lago Toya, en Hokkaido, la gran isla del norte de Japón, siguiendo el ejemplo de su anfitrión, el primer ministro japonés Yasuo Fukuda, los políticos más poderosos de la tierra anudan a un arbusto sus buenas voluntades. El presidente de Estados Unidos, George Bush, escribe: “Deseo un mundo libre de tiranía: de la tiranía del hambre y la enfermedad.”
Poco antes, los líderes de los países más industrializados de la tierra y Rusia se han reunido con un grupo de invitados africanos que les han reclamado acciones inmediatas para frenar la escalada de los precios de la energía y los alimentos, que están amenazando de hambre a millones de personas en sus países. Los mandatarios ricos los han obsequiado con buenas palabras y se han comprometido a ofrecer ayudas que en muchos casos beneficiarán a sus propias industrias.
Cumplidos los rituales de las buenas palabras, Fukuda, Bush, Merkel, Brown, Sarkozy, Harper, Berlusconi, Medevedev y Durao Barroso, acompañados algunos de ellos de sus cónyuges, se disponen a disfrutar de una opípara cena de 19 platos preparada con excelentes ingredientes de la región: sopa de marisco, bocadillos de salmón ahumado y erizo de mar, cordero lechal con trufas, ternera con algas o rollitos de anguila son algunos de los manjares que les han preparado los cocineros del hotel Windsor, sede de la cumbre, dirigidos por Katsuhiro Nakamura, de 64 años, que en 1979 se convirtió en el primer japonés en obtener una estrella Michelin cuando estaba al frente de la cocina del restaurante Le Bourddonnais, en París.
Mientras nos disponemos a escribir la crónica del día, el informativo de la NHK, la televisión pública japonesa, nos ofrece un extenso reportaje sobre los preparativos del banquete. Una sonriente presentadora nos muestra, desde algún lugar cercano al hotel, algunos de los productos que se están usando en la cocina. “Los chefs del hotel se han pasado más de medio año escogiendo cuidadosamente todos estos ingredientes”, dice con admiración, mientras muestra un gran centollo y un reluciente manojo de espárragos.
El reportaje nos enseña unos corderitos blancos, como los que se van a zampar Fukuda y sus colegas, brincando por un monte de Hokkaido. También nos ofrece imágenes de pescadores recogiendo erizos antes de pasar a la cocina, donde los cocineros están usando estos ingredientes para preparar las exquisiteces que se van a servir durante la cumbre.
“Vamos a hacer disfrutar a todos con unos platos en que hemos usado ingredientes seguros. Productos de calidad japoneses, por supuesto de Hokkaido, seleccionados con cuidado para esta ocasión que tenemos de mostrarlos”, declara el chef Nakamura.
Mientras en Gran Bretaña todavía resuenan las palabras del primer ministro británico instando a sus conciudanos a no malgastar la comida mientras el mundo vive una situación de carestía, Gordon Brown y sus compañeros del G-8 se disponen a sentarse a la mesa para degustar la cena.
En los alrededores del hotel, la periodista japonesa prosigue su emocionada presentación de los productos de la tierra: “Con estos platos, que extraen el máximo sabor de los ingredientes, se da una extraordinaria oportunidad de promocionar el encanto de los abundantes alimentos de Hokkaido. ¿Cómo los degustarán los líderes? En unos momentos la comida de la cena de gala estará frente a ellos”.
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jueves, julio 17, 2008
Un festín para olvidarse del hambre
Las economías emergentes plantan cara al G-8
Piden que los ricos lideren la reducción de emisiones
Bush se va de Hokkaido satisfecho por la falta de medidas concretas
El último día de la cumbre del G-8 en el lago Toya (Hokkaido, norte de Japón) fue el de la foto de los países ricos con las cinco grandes economías emergentes (India, China, Brasil, México y Suráfrica) para mostrar el deseo común de reducir las emisiones de CO2 a la mitad hasta el año 2050, de acuerdo con la declaración de intenciones hecha el día anterior por los miembros del exclusivo grupo.
“Apoyamos la visión común para una actuación cooperativa a largo plazo, incluyendo un objetivo global para la reducción a largo plazo de las emisiones que asegure el crecimiento, la prosperidad y otros aspectos del desarrollo sostenible, incluyendo esfuerzos importantes hacia un consumo y una producción sostenibles, todo ello dirigido a conseguir una sociedad de bajo consumo de carbón”, afirma el comunicado de la Cumbre de Grandes Economías sobre Seguridad Energética y Cambio Climático.
A pesar de esta grandilocuente declaración, fruto sin duda de la buena disposición de los invitados (que también incluían a Indonesia, Corea del Sur y Australia), para no desairar a su anfitrión japonés no fue posible ocultar el desacuerdo básico existente entre los ricos y los que aspiran a serlo sobre quién debe asumir la mayor responsabilidad para solucionar el problema del calentamiento atmosférico. Antes de la gran reunión de ayer, el grupo de los cinco, integrado por los presidentes de México, Brasil, China y Suráfrica y por el primer ministro de India, dejó clara su postura al pedir que los países desarrollados lideren el proceso con objetivos concretos a medio plazo.
“Creo que hemos logrado grandes resultados”, declaró ayer el anfitrión de la cumbre, el primer ministro de Japón, Yasuo Fukuda. A pesar de la voluntad de Fukuda de presentar como un éxito la cumbre de Hokkaido, la reunión en el lago Toya será posiblemente recordada como la de las grandes palabras vacías, con el mundo preocupado por el encarecimiento de los alimentos y la energía y por la falta de acción contra el cambio climático, mientras los líderes hacían una vez más muestra de su falta de tacto malgastando enormes cantidades de recursos en transporte, seguridad, alojamiento y comida mientras pedían a los ciudadanos del mundo que se preparen para hacer grandes sacrificios.
Entre los que pueden volver a casa más satisfechos por los resultados de la reunión está el presidente de Estados Unidos George Bush, impulsor de la Cumbre de Grandes Economías y considerado por muchos el principal responsable político de los grandes problemas económicos que afectan al mundo. “Para solucionar el problema del cambio climático todas las grandes economías tienen que estar en la mesa, y eso es lo que ha sucedido hoy”, declaró el mandatario estadounidense, que parece haber acudido a Japón con la firme voluntad de que no se lograra ningún acuerdo multilateral concreto. Bush aprovechó su viaje a Japón para avanzar con el primer ministro de la India en la consecución de un acuerdo bilateral sobre uso civil de la energía nuclear.
Bush se va de Hokkaido satisfecho por la falta de medidas concretas
El último día de la cumbre del G-8 en el lago Toya (Hokkaido, norte de Japón) fue el de la foto de los países ricos con las cinco grandes economías emergentes (India, China, Brasil, México y Suráfrica) para mostrar el deseo común de reducir las emisiones de CO2 a la mitad hasta el año 2050, de acuerdo con la declaración de intenciones hecha el día anterior por los miembros del exclusivo grupo.
“Apoyamos la visión común para una actuación cooperativa a largo plazo, incluyendo un objetivo global para la reducción a largo plazo de las emisiones que asegure el crecimiento, la prosperidad y otros aspectos del desarrollo sostenible, incluyendo esfuerzos importantes hacia un consumo y una producción sostenibles, todo ello dirigido a conseguir una sociedad de bajo consumo de carbón”, afirma el comunicado de la Cumbre de Grandes Economías sobre Seguridad Energética y Cambio Climático.
A pesar de esta grandilocuente declaración, fruto sin duda de la buena disposición de los invitados (que también incluían a Indonesia, Corea del Sur y Australia), para no desairar a su anfitrión japonés no fue posible ocultar el desacuerdo básico existente entre los ricos y los que aspiran a serlo sobre quién debe asumir la mayor responsabilidad para solucionar el problema del calentamiento atmosférico. Antes de la gran reunión de ayer, el grupo de los cinco, integrado por los presidentes de México, Brasil, China y Suráfrica y por el primer ministro de India, dejó clara su postura al pedir que los países desarrollados lideren el proceso con objetivos concretos a medio plazo.
“Creo que hemos logrado grandes resultados”, declaró ayer el anfitrión de la cumbre, el primer ministro de Japón, Yasuo Fukuda. A pesar de la voluntad de Fukuda de presentar como un éxito la cumbre de Hokkaido, la reunión en el lago Toya será posiblemente recordada como la de las grandes palabras vacías, con el mundo preocupado por el encarecimiento de los alimentos y la energía y por la falta de acción contra el cambio climático, mientras los líderes hacían una vez más muestra de su falta de tacto malgastando enormes cantidades de recursos en transporte, seguridad, alojamiento y comida mientras pedían a los ciudadanos del mundo que se preparen para hacer grandes sacrificios.
Entre los que pueden volver a casa más satisfechos por los resultados de la reunión está el presidente de Estados Unidos George Bush, impulsor de la Cumbre de Grandes Economías y considerado por muchos el principal responsable político de los grandes problemas económicos que afectan al mundo. “Para solucionar el problema del cambio climático todas las grandes economías tienen que estar en la mesa, y eso es lo que ha sucedido hoy”, declaró el mandatario estadounidense, que parece haber acudido a Japón con la firme voluntad de que no se lograra ningún acuerdo multilateral concreto. Bush aprovechó su viaje a Japón para avanzar con el primer ministro de la India en la consecución de un acuerdo bilateral sobre uso civil de la energía nuclear.
El G-8 dice que quiere reducir a la mitad las emisiones de CO2 en 2050
Los ocho piden la cooperación de India y China
El precio del petróleo y los alimentos también preocupan en Hokkaido
Los líderes de los siete países más industrializados del mundo y Rusia acordaron ayer en el lago Toya (Hokkaido, norte de Japón) un compromiso para reducir las emisiones de CO2 a la mitad hasta el año 2050 y tomando como base el nivel actual. Sin embargo, por el momento el acuerdo no es más que una declaración de intenciones por parte de unos líderes en algunos casos (Bush, Brown, Fukuda) cuestionados en sus propios países y que en gran parte no vivirán para ver si el compromiso se cumple. “Este es un reto global y sólo se puede afrontar con una respuesta global, en concreto por parte de las grandes economías”, dice el comunicado hecho público ayer.
El texto habla de las Naciones Unidos como el marco para concretar los objetivos a corto y medio plazo. “Tenemos que construir un marco en el que todos los países puedan participar. El G-8 ha dado el primer paso y tenemos que estar juntos para hacer que los países en vías de desarrollo y los países emergentes se nos unan”, declaró ayer el primer ministro de Japón, Yasuo Fukuda.
La referencia a la ONU parece un alegato en favor del multilateralismo, pero es sobre todo la consecuencia de la incapacidad de llegar a un acuerdo para implementar medidas concretas y a la voluntad de Estados Unidos de obligar a China e India a reducir sus emisiones. “Siempre he defendido que debe haber un entendimiento común y que eso comienza por poner un objetivo. Y también soy suficientemente realista para decir que si China e India no comparten esa misma aspiración, no vamos a resolver el problema”, explicó George Bush el pasado domingo, antes de comenzar la cumbre de Hokkaido.
La declaración del G-8 incluye elementos de compromiso entre la posición americana de responsabilizar a los países emergentes y la postura de los que desan que los países ya desarrollados den ejemplo comprometiéndose primero y en un grado superior. “Reconocemos que las economías más desarrolladas difieren de las economías en desarrollo, por lo que pondremos en marcha objetivos ambiciosos a medio plazo para conseguir reducciones absolutas de emisiones y, cuando sea posible, paralizar el aumento de las emisiones según las circunstancias de cada país”, dice el comunicado.
Preocupación por la economía
Igual de ambiguas son las referencias del G-8 a la economía, en concreto a la preocupación por los precios de los alimentos y la energía. “Estamos profundamente preocupados por que el súbito aumento del precio de los alimentos, acompañado de problemas de disponibilidad en algunos países en vías de desarrollo, está amenazando la segruidad alimentaria global”, dice la declaración conjunta.
Los ocho líderes, que hoy se reunirán con los mandatarios de otros países como India y China, se muestran de acuerdo en la necesidad de combatir las presiones inflacionistas causadas por el alza del precio del petróleo. Para conseguirlo proponen una serie de medidas que parecen sacadas de un manual de sentido de común: aumentar las inversiones en producción y capacidad de refinado, mejorar la eficiencia energética, promover fuentes de energía alternativas y desarrollar nuevas tecnologías.
El precio del petróleo y los alimentos también preocupan en Hokkaido
Los líderes de los siete países más industrializados del mundo y Rusia acordaron ayer en el lago Toya (Hokkaido, norte de Japón) un compromiso para reducir las emisiones de CO2 a la mitad hasta el año 2050 y tomando como base el nivel actual. Sin embargo, por el momento el acuerdo no es más que una declaración de intenciones por parte de unos líderes en algunos casos (Bush, Brown, Fukuda) cuestionados en sus propios países y que en gran parte no vivirán para ver si el compromiso se cumple. “Este es un reto global y sólo se puede afrontar con una respuesta global, en concreto por parte de las grandes economías”, dice el comunicado hecho público ayer.
El texto habla de las Naciones Unidos como el marco para concretar los objetivos a corto y medio plazo. “Tenemos que construir un marco en el que todos los países puedan participar. El G-8 ha dado el primer paso y tenemos que estar juntos para hacer que los países en vías de desarrollo y los países emergentes se nos unan”, declaró ayer el primer ministro de Japón, Yasuo Fukuda.
La referencia a la ONU parece un alegato en favor del multilateralismo, pero es sobre todo la consecuencia de la incapacidad de llegar a un acuerdo para implementar medidas concretas y a la voluntad de Estados Unidos de obligar a China e India a reducir sus emisiones. “Siempre he defendido que debe haber un entendimiento común y que eso comienza por poner un objetivo. Y también soy suficientemente realista para decir que si China e India no comparten esa misma aspiración, no vamos a resolver el problema”, explicó George Bush el pasado domingo, antes de comenzar la cumbre de Hokkaido.
La declaración del G-8 incluye elementos de compromiso entre la posición americana de responsabilizar a los países emergentes y la postura de los que desan que los países ya desarrollados den ejemplo comprometiéndose primero y en un grado superior. “Reconocemos que las economías más desarrolladas difieren de las economías en desarrollo, por lo que pondremos en marcha objetivos ambiciosos a medio plazo para conseguir reducciones absolutas de emisiones y, cuando sea posible, paralizar el aumento de las emisiones según las circunstancias de cada país”, dice el comunicado.
Preocupación por la economía
Igual de ambiguas son las referencias del G-8 a la economía, en concreto a la preocupación por los precios de los alimentos y la energía. “Estamos profundamente preocupados por que el súbito aumento del precio de los alimentos, acompañado de problemas de disponibilidad en algunos países en vías de desarrollo, está amenazando la segruidad alimentaria global”, dice la declaración conjunta.
Los ocho líderes, que hoy se reunirán con los mandatarios de otros países como India y China, se muestran de acuerdo en la necesidad de combatir las presiones inflacionistas causadas por el alza del precio del petróleo. Para conseguirlo proponen una serie de medidas que parecen sacadas de un manual de sentido de común: aumentar las inversiones en producción y capacidad de refinado, mejorar la eficiencia energética, promover fuentes de energía alternativas y desarrollar nuevas tecnologías.
África y el precio de los alimentos acaparan la atención en Hokkaido
El G-8 se reune con 7 países africanos para tratar los problemas del continente
Múltiples reuniones bilaterales y una cena para estrechar lazos
La primera jornada de la cumbre del G-8 en el lago Toya, a unos 100 kilómetros de Sapporo, sirvió ayer para que los miembros de este exclusivo grupo se reunieran con los líderes de siete países africanos invitados. En la agenda estaba el compromiso de los países ricos para hacer posible que se cumplan los planes de desarrollo fijados por la ONU para combatir la pobreza y el hambre en África.
El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, urgió a los países ricos a respetar sus compromisos: “Cuando se trata del cambio climático… y de la crisis global de los alimentos, estas campañas deberían ser lideradas por los países industrializados. Ellos tienen la capacidad, tienen los recursos, y espero que los líderes muestren su voluntad política.
Por su parte, el primer ministro japonés, Yasuo Fukuda, hizo votos para que el grupo muestre su unidad para hacer frente a los grandes problemas del momento. “Espero que esta cumbre del G-8, que tiene lugar con una gran cantidad de temas, como la economía mundial, el calentamiento global y los progresos para lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio, manden un mensaje claro de que nosotros, como G-8, actuaremos juntos”, declaró ayer el anfitirón del encuentro.
Por su parte, el presidente de Estados Unidos hizo referencia a la necesidad de medidas concretas para ayudar a África. “Me preocupa que la gente pase hambre. Seremos muy constructivos en el diálogo sobre el medio ambiente, pero hoy hay mucho sufrimiento en el continente africano. Ahora es el momento de que los países confortables se levanten y hagan algo”, declaró Bush.
Los representantes de Argelia, Etiopía, Ghana, Nigeria, Senegal y Suráfrica están en Japón en busca de algo más que buenas palabras. Ayer el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, anunció que la UE aportará mil millones de euros suplementarios en ayuda para comprar fertilizantes y semillas para los agricultores de los países pobres.
Sin embargo, los países africanos, además de ayudas al desarrollo de su infraestructura agrícola, reclaman una solución a corto plazo al alza de los precios de los alimentos, consecuencia en gran parte de la desviación de producción agrícola hacia el bioetanol, combustible obtenido de diversas plantas como el maiz.
Además de asistir a la reunión para tratar los problemas de África, los líderes del G-8 realizaron numerosas reuniones bilaterales para eliminar las diferencias que parecen existir todavía para alcanzar acuerdos que se reflejen en la declaración conjunta. El resultado de la cumbre, a la que también están invitados otros países como China, la India o Brasil debería servir para calmar las incertidumbres que amenazan a la economía global.
Japón sigue insistiendo en la necesidad de mantener el medio ambiente como elemento central de la acción conjunta de la comunidad internacional. El país anfitrión desea que se fijen objetivos concretos para la reducción de emisiones de CO2. En esta postura cuenta con el apoyo de la Comisión Europea, representada en el lago Toya por su presidente.
“Si en esta cumbre de Hokkaido conseguimos un comromiso a largo plazo para reducir en un 50% las emisiones hasta el 2050, y en el principio de un objetivo a medio plazo, creo que podremos hablar de un éxito”, declaró ayer Durao Barroso.
Al respecto, Estados Unidos, que presiona a favor de un mayor apoyo a la energía nuclear como solución para reducir las emisiones de CO2 y la dependencia del petróleo, pasa parte de la responsabilidad del problema a las dos economías emergentes de Asia: “Siempre he defendido que debe haber un entendimiento común y que eso comienza por poner un objetivo. Y también soy suficientemente realista para decir que si China y India no comparten esa misma aspiración, no vamos a resolver el problema”, explicó George Bush en Hokkaido.
Múltiples reuniones bilaterales y una cena para estrechar lazos
La primera jornada de la cumbre del G-8 en el lago Toya, a unos 100 kilómetros de Sapporo, sirvió ayer para que los miembros de este exclusivo grupo se reunieran con los líderes de siete países africanos invitados. En la agenda estaba el compromiso de los países ricos para hacer posible que se cumplan los planes de desarrollo fijados por la ONU para combatir la pobreza y el hambre en África.
El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, urgió a los países ricos a respetar sus compromisos: “Cuando se trata del cambio climático… y de la crisis global de los alimentos, estas campañas deberían ser lideradas por los países industrializados. Ellos tienen la capacidad, tienen los recursos, y espero que los líderes muestren su voluntad política.
Por su parte, el primer ministro japonés, Yasuo Fukuda, hizo votos para que el grupo muestre su unidad para hacer frente a los grandes problemas del momento. “Espero que esta cumbre del G-8, que tiene lugar con una gran cantidad de temas, como la economía mundial, el calentamiento global y los progresos para lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio, manden un mensaje claro de que nosotros, como G-8, actuaremos juntos”, declaró ayer el anfitirón del encuentro.
Por su parte, el presidente de Estados Unidos hizo referencia a la necesidad de medidas concretas para ayudar a África. “Me preocupa que la gente pase hambre. Seremos muy constructivos en el diálogo sobre el medio ambiente, pero hoy hay mucho sufrimiento en el continente africano. Ahora es el momento de que los países confortables se levanten y hagan algo”, declaró Bush.
Los representantes de Argelia, Etiopía, Ghana, Nigeria, Senegal y Suráfrica están en Japón en busca de algo más que buenas palabras. Ayer el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, anunció que la UE aportará mil millones de euros suplementarios en ayuda para comprar fertilizantes y semillas para los agricultores de los países pobres.
Sin embargo, los países africanos, además de ayudas al desarrollo de su infraestructura agrícola, reclaman una solución a corto plazo al alza de los precios de los alimentos, consecuencia en gran parte de la desviación de producción agrícola hacia el bioetanol, combustible obtenido de diversas plantas como el maiz.
Además de asistir a la reunión para tratar los problemas de África, los líderes del G-8 realizaron numerosas reuniones bilaterales para eliminar las diferencias que parecen existir todavía para alcanzar acuerdos que se reflejen en la declaración conjunta. El resultado de la cumbre, a la que también están invitados otros países como China, la India o Brasil debería servir para calmar las incertidumbres que amenazan a la economía global.
Japón sigue insistiendo en la necesidad de mantener el medio ambiente como elemento central de la acción conjunta de la comunidad internacional. El país anfitrión desea que se fijen objetivos concretos para la reducción de emisiones de CO2. En esta postura cuenta con el apoyo de la Comisión Europea, representada en el lago Toya por su presidente.
“Si en esta cumbre de Hokkaido conseguimos un comromiso a largo plazo para reducir en un 50% las emisiones hasta el 2050, y en el principio de un objetivo a medio plazo, creo que podremos hablar de un éxito”, declaró ayer Durao Barroso.
Al respecto, Estados Unidos, que presiona a favor de un mayor apoyo a la energía nuclear como solución para reducir las emisiones de CO2 y la dependencia del petróleo, pasa parte de la responsabilidad del problema a las dos economías emergentes de Asia: “Siempre he defendido que debe haber un entendimiento común y que eso comienza por poner un objetivo. Y también soy suficientemente realista para decir que si China y India no comparten esa misma aspiración, no vamos a resolver el problema”, explicó George Bush en Hokkaido.
jueves, junio 19, 2008
El G-8 alerta sobre la inflación
Los ministros de economía del Grupo de los Ocho (formado por Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Canadá, Italia y Rusia) cerraron ayer en Osaka dos días de reuniones con un comunicado conjunto en que expresan su preocupación por el precio de las materias primas, especialmente del petróleo y los alimentos.
“Los altos precios de las materias primas, especialmente del petróleo y de los alimentos, suponen un reto al crecimiento mundial estable, tienen graves implicaciones para los más débiles y pueden incrementar las presiones inflacionarias globales. Esta condiciones hacen nuestra elección de medidas políticas más complicada. Nos mantendremos vigilantes y tomaremos accciones apropiadas, individual y colectivamente, para asegurar la estabilidad y el crecimiento en nuestras economías y globalmente”, dice el anuncio.
A pesar de esta aparentente voluntad de reaccionar conjuntamente a la crisis, en las declaraciones posteriores a la presentación de los resultados de la cumbre se apreciaron sensibles diferencias entre los participantes en cuanto a la interpretacón de sus motivos.
El Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Henry Paulson, destacó que estamos ante un problema de falta de acuerdo entre una gran demanda y una oferta insuficiente, y alertó de que “esto no es algo que se preste a soluciones a corto plazo”.
Por su parte, el Canciller británico, Alistair Darling, puso el acento en el hecho de que los ministros expresaran la necesidad de interpelar al Fondo Monetario Internacional y a la Agencia Internacional de la Energia sobre los factores financieros que se encuentran detrás de la crisis. “Hay visiones diferentes sobre los efectos que la especulación está teniendo sobre los precios”, aceptó Darling. A pesar de estas palabras, ningún país abogó durante la cumbre por medidas concretas contra la especualción.
La importancia del tipo de cambio
En los días anteriores a la reunión de Osaka, el ministro de economía de Japón, Fukushiro Nukaga, apuntó hacia el tipo de cambio de las principales divisas como uno de los motivos detrás de la actual crisis energética. Nukaga admitió haber hablado del tema con su homólogo estadounidense, aunque sin especificar los detalles de las dicusiones. Para muchos expertos, la debilidad del dólar ha contribuido a acelerar la escalada del precio del petróleo al empujar hacia las materias primas gran cantidad de capitales que antes se refugiaban en la divisa norteamericana.
Ayer, el ministro de economía japonés habló ante los medios de comunicación de la importancia de haber podido alcanzar una interpretación común de la crisis. “Hemos conseguido formular una comprensión común que será importante para alcanzar un crecimiento estable de la economía mundial”, explicó el anfitrión del encuentro, que sirvió para preparar la cumbre de jefes de estado y de gobierno que tendrá lugar del 7 al 9 de julio a orillas del lago Toya, en Hokkaido (norte de Japón).
Fondos de Inversión para el Clima
Una de las pocas acciones concretas visibles del G-8 en la cumbre de Osaka ha sido la presentación de unos fondos financieros diseñados para ayudar a los países en vías de desarrollo a luchar contra el cambio climático provocado por el calentamiento atmosférico.
“Nosotros, los ministros de finanzas del G8, damos la bienvenida y apoyamos el lanzamiento de los Fondos de Inversión sobre el Clima, incluido el Fondo de Tecnología Limpia y el Fondo Estratégico del Clima. Estamos comprometidos con la ayuda a los países en desarrollo para hacer frente a los retos del cambio climático de manera consistente con las necesidades de desarrollo de su población”, establece el comunicado de la cumbre.
“Estos fondos ofrecen una oportunidad para actuar sobre el cambio ahora. Son un paso concreto adelante para afrontar el reto del cambio climático global”, declaró el presidente del banco Mundial, Robert Zoellick, durante su presentación.
Por el momento Estados Unidos ha anunciado que aportará unos 1.500 millones de euros, el Reino Unido mil millones y Japón 800 a esta iniciativa, que se presenta como una medida provisional hasta que esté en acción la nueva política multilateral para afrontar el cambio climático, que debería sustituir en 2012 el Protocolo de Kioto.
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