Mostrando entradas con la etiqueta Heian. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Heian. Mostrar todas las entradas

domingo, julio 06, 2008

Genji cumple 1.000 años

Estatua de Murasaki Shikibu y cartel de la exposición Genji Monogatari Sen-nen Kinen. JJuste
Hace diez siglos, en la corte imperial, en Kioto, una noble que firmaba como Murasaki Shikibu escribía para las mujeres de su misma clase el libro que más ha marcado la cultura japonesa hasta nuestros días, Genji monogatari (que se puede traducir como “romance”, “cuento” o “historia” de Genji). Se trata del relato ficticio de la vida del príncipe Hikaru Genji, centrado en sus amores y desamores en la refinada corte de la era Heian (794-1185).
Muchas lenguas tienen su gran obra o su autor cumbre, como el Tirant, el Quijote o Shakespeare, que se han convertido en el canon de su literatura. Es también el caso de Genji Monogatari en la literatura japonesa, pero su importancia va más allá de las letras, es el gran referente estético clásico de Japón. Este año se celebra el milenio del nacimiento literario de Genji y se ha programado una gran cantidad de actos dedicados en su honor, especialmente en Kioto y sus alrededores, escenario de su vida.
Entre los eventos más pintorescos está la representación en forma de danza de diversos episodios de la vida de Genji por parte de las geisas de Gion. También se han organizado actividades para rememorar pasatiempos que aparecen en la obra, como un festival para contemplar la luna en Kobe. Pero quizás el acto más importante sea la gran exposición “Genji Monogatari Sen-nen Kinen” (El Milenio de la Historia de Genji), presentada en el Museo de Kioto. La muestra ha servido para repasar tanto la vida del Genji del relato como la de su autora en la corte imperial y la del propio libro durante sus mil años de existencia.
Una de las características fundamentales del libro es que no se conserva su original y existen numerosas versiones. La más antigua que se conserva es la copia dirigida por Teika Fujiwara cerca de doscientos años después de la fecha en la que se calcula que Murasaki Shikibu lo empezó a escribir. Se cree que las reproducciones a mano se multiplicaron desde sus primeros días, así como las versiones con ilustraciones y las obras gráficas basadas en episodios de la vida de Genji.
La llegada de la imprenta supuso la fijación de la obra, pero sólo hasta cierto punto, ya que la dificultad del lenguaje en el que está escrita ha provocado que hasta nuestros días se sucedan las adaptaciones. Entre las más célebres del siglo XX se cuenta la de Junichiro Tanizaki, el autor de El elogio de la sombra o Las hermanas Makioka. La versión más popular de nuestros días, con más de dos millones de copias vendidas, es la que terminó en 1998 Jakucho Setouchi, una escritora de vida agitada, convertida en monja budista y, posteriormente, en uno de los autores de mayor éxito de Japón, gracias en gran parte a sus apariciones en los medios de comunicación.
Mil años después de que comenzara a escribir su relato, se discute sobre si se puede considerar a Murasaki Shikibu la primera novelista del mundo, ya que muchos expertos dudan de que su obra pueda ser catalogada como tal. De lo que parece que no hay duda es de que es una de las primeras muestras de literatura femenina, en el doble sentido de estar escrita por una mujer y para mujeres, y una pieza imprescindible para comprender la estética japonesa.

miércoles, octubre 24, 2007

El jardín oculto de Kioto

CRÓNICA DESDE KIOTO
Jordi Juste. Kioto
De casi cualquier ciudad del mundo se puede decir que tiene mucha belleza oculta. En el caso de las urbes japonesas suele ser especialmente cierto, ya que no tienen una monumentalidad apreciable desde la calle, si exceptuamos quizás algunos castillos y grandes edificios modernos. Para apreciar el santuario de Meiji en Tokio, el Gran Buda en Nara o el Templo del Pabellón Dorado en Kioto hay que entrar en un recinto y caminar un buen rato. En la antigua capital de Japón hay muchos más ejemplos, como el palacio shogunal de Nijo, el jardín zen de piedras de Ryoanji, el templo budista de Kiyomizu o el santuario sintoísta de Heian. En este último, además, se esconde el Shin’en, un fabuloso jardín de 33 kilómetros cuadrados que pasa desapercibido para la mayoría de turistas. La falta de visibilidad se explica porque en muchas guías ni siquiera aparece y, sobre todo, porque se accede desde una pequeña puerta que se encuentra en uno de los laterales de la enorme esplanada que hay delante del edificio principal del santuario.
En realidad, el Shin’en son cuatro jardines enlazados, cada uno con características diferentes pero todos ellos estructurados alrededor de su estanque. El jardín del oeste, que cuenta con una pequeña cabaña para realizar la ceremonia del té, alcanza su máxima belleza en verano, cuando los iris florecen junto al agua. El del sur fue diseñado pensando en las fiestas literarias de los nobles, en que competían escribiendo y leyendo sus poesías. Es especialmente bello en primavera, con los cerezos en flor, e incluye una curiosa sección en que se pueden apreciar especies botánicas que aparecen en las obras más destacadas de la literatura japonesa del período Heian (794-1185), como el Romance de Genji o el Libro de la Almohada.
En el tercer jardín, el del centro, se puede pasar entre las aguas del estanque saltando entre pedestales que fueron construidos aprovechando piedras de puentes que antiguamente se levantaban sobre el río Kamo. Por último, el del este es el que aprovecha mejor un rasgo común en muchos jardines japoneses, la armonización con el paisaje que lo rodea, en este caso las montañas que cierran la ciudad por el este, dando la sensación al visitante de que se encuentra enmedio de una porción escogida y domesticada de la naturaleza silvestre más que en un espacio diseñado por el hombre.
El Shin’en no es el misterioso jardín que busca el descendiente del príncipe Genji en la novela Al norte la montaña, al sur el lago, al oeste el camino, al este el río, del escritor húngaro László Krasznahorkai, pero comparte con él la ubicación en Kioto y la capacidad de resumir algunas de las características fundamentales de la estética tradicional japonesa, como la sencillez y la naturalidad. Fue concebido como complemento al gran santuario de Heian, construido en 1895 imitando la estructura del palacio imperial para conmemorar el 1.100 aniversario de la fundación de la ciudad y para compensar la depresión que se vivía en Kioto casi tres décadas después de que la Corte Imperial se trasladara a Tokio. Paradójicamente, la visita al santuario se puede dar por hecha en pocos minutos. En cambio, el jardín merece ser disfrutado sin prisas.