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jueves, julio 17, 2008

Más de mil años de desfiles contra la peste

Un yamaboko. JORDI Juste
Cada verano se celebra en Kioto el Gion Matsuri, la gran fiesta de la ciudad. Desde el día 1 hasta el 31 de julio hay actos relacionados con el sintoísmo, la religión ancestral de Japón, pero es ahora, a mediados de mes, cuando más gente participa, y hoy es el día grande. Durante los días anteriores, en algunas calles del centro se han instalado numerosos puestos de comida y bebida a los que cientos de miles de personas acuden al atardecer, muchas vestidas con yukata (quimono de algodón para el verano), a pasear y a ver los yamaboko, auténticos protagonistas de la fiesta. Se trata de unas enormes carrozas de madera, de más de 20 metros de altura y 12 toneladas de peso, con sofisticados trabajos de tapicería y marquetería, en las que montan músicos que tocan el ritmo conocido como Gion-bayashi.
Hoy los yamaboko desfilan por el centro de la ciudad arrastrados por los miembros de las diferentes cofradías, que han pasado parte del año preparándose para la ocasión. El orden se decide por sorteo y en la carroza de cabeza, la Naginataboko, viaja el chigo, un niño elegido por los mercaderes de la ciudad que se encarga de abrir la ceremonia cortando de un solo golpe de catana una cuerda sagrada. El chigo viste ropas ceremoniales sintoístas y debe seguir durante semanas diversos ritos de purificación y evitar influencias consideradas contaminantes, como el contacto con el suelo o la presencia de mujeres. Algunas de estas costumbres tienen ya más de mil años.
En el 869 de nuestra era, Heian Kyo (la actual Kioto) sufría el azote de la peste. La corte se había trasladado desde Nara menos de un siglo antes, convirtiendo la ciudad en el principal núcleo de poder del país. La población había crecido rápidamente y sufría del mismo modo los estragos de la enfermedad, atribuida al dios Gozu Tenno, que en la época era el habitual sospechoso de causar los desastres que frenaban periódicamente la explosión demográfica. Para contrarrestar su poder, el emperador ordenó rezar a Susanoo-no-Mikoto, el dios del santuario de Yasaka, en Gion. Una de las formas elegidas de honrarle fue la construcción de 66 picas representando cada una de las provincias del país.
La práctica se hizo costumbre y se convirtió en la base del Gion Matsuri, y esas simples estructuras se fueron transformando en los yamaboko actuales, que conservan como elemento central unos largos palos que representan las antiguas lanzas. En la actualidad desfilan nueve grandes carrozas, llamadas hoko, acompañadas de 23 más pequeñas, conocidas como yama. Uno de los grandes atractivos de la fiesta es ver la habilidad de las cofradías para hacer girar estos enormes vehículos en las diferentes curvas del recorrido.
Kioto es hoy una ciudad de más de un millón de habitantes, con prestigiosas universidades y empresas de tecnología punta capaces de producir los recursos necesarios para luchar contra las enfermedades del siglo XXI sin necesidad de rogativas. Pero cada año cientos de miles de personas participan en rituales que tienen más de 10 siglos de antigüedad y que sirven para recordar que, en cuanto a tradiciones, Kioto sigue siendo la capital de Japón.

jueves, junio 19, 2008

El G-8 alerta sobre la inflación

Jordi Juste
Los ministros de economía del Grupo de los Ocho (formado por Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Canadá, Italia y Rusia) cerraron ayer en Osaka dos días de reuniones con un comunicado conjunto en que expresan su preocupación por el precio de las materias primas, especialmente del petróleo y los alimentos.
“Los altos precios de las materias primas, especialmente del petróleo y de los alimentos, suponen un reto al crecimiento mundial estable, tienen graves implicaciones para los más débiles y pueden incrementar las presiones inflacionarias globales. Esta condiciones hacen nuestra elección de medidas políticas más complicada. Nos mantendremos vigilantes y tomaremos accciones apropiadas, individual y colectivamente, para asegurar la estabilidad y el crecimiento en nuestras economías y globalmente”, dice el anuncio.
A pesar de esta aparentente voluntad de reaccionar conjuntamente a la crisis, en las declaraciones posteriores a la presentación de los resultados de la cumbre se apreciaron sensibles diferencias entre los participantes en cuanto a la interpretacón de sus motivos.
El Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Henry Paulson, destacó que estamos ante un problema de falta de acuerdo entre una gran demanda y una oferta insuficiente, y alertó de que “esto no es algo que se preste a soluciones a corto plazo”.
Por su parte, el Canciller británico, Alistair Darling, puso el acento en el hecho de que los ministros expresaran la necesidad de interpelar al Fondo Monetario Internacional y a la Agencia Internacional de la Energia sobre los factores financieros que se encuentran detrás de la crisis. “Hay visiones diferentes sobre los efectos que la especulación está teniendo sobre los precios”, aceptó Darling. A pesar de estas palabras, ningún país abogó durante la cumbre por medidas concretas contra la especualción.
La importancia del tipo de cambio
En los días anteriores a la reunión de Osaka, el ministro de economía de Japón, Fukushiro Nukaga, apuntó hacia el tipo de cambio de las principales divisas como uno de los motivos detrás de la actual crisis energética. Nukaga admitió haber hablado del tema con su homólogo estadounidense, aunque sin especificar los detalles de las dicusiones. Para muchos expertos, la debilidad del dólar ha contribuido a acelerar la escalada del precio del petróleo al empujar hacia las materias primas gran cantidad de capitales que antes se refugiaban en la divisa norteamericana.
Ayer, el ministro de economía japonés habló ante los medios de comunicación de la importancia de haber podido alcanzar una interpretación común de la crisis. “Hemos conseguido formular una comprensión común que será importante para alcanzar un crecimiento estable de la economía mundial”, explicó el anfitrión del encuentro, que sirvió para preparar la cumbre de jefes de estado y de gobierno que tendrá lugar del 7 al 9 de julio a orillas del lago Toya, en Hokkaido (norte de Japón).

Fondos de Inversión para el Clima
Una de las pocas acciones concretas visibles del G-8 en la cumbre de Osaka ha sido la presentación de unos fondos financieros diseñados para ayudar a los países en vías de desarrollo a luchar contra el cambio climático provocado por el calentamiento atmosférico.
“Nosotros, los ministros de finanzas del G8, damos la bienvenida y apoyamos el lanzamiento de los Fondos de Inversión sobre el Clima, incluido el Fondo de Tecnología Limpia y el Fondo Estratégico del Clima. Estamos comprometidos con la ayuda a los países en desarrollo para hacer frente a los retos del cambio climático de manera consistente con las necesidades de desarrollo de su población”, establece el comunicado de la cumbre.
“Estos fondos ofrecen una oportunidad para actuar sobre el cambio ahora. Son un paso concreto adelante para afrontar el reto del cambio climático global”, declaró el presidente del banco Mundial, Robert Zoellick, durante su presentación.
Por el momento Estados Unidos ha anunciado que aportará unos 1.500 millones de euros, el Reino Unido mil millones y Japón 800 a esta iniciativa, que se presenta como una medida provisional hasta que esté en acción la nueva política multilateral para afrontar el cambio climático, que debería sustituir en 2012 el Protocolo de Kioto.

Cui-daoré Taro dice sayonara

CRÓNICA DESDE OSAKA
Decenas de personas ante el Cui-daoré. JJuste
Que un restaurante cierre no suele ser una noticia que trascienda los breves de la sección local de algún periódico. Sin embargo, el anuncio de que Osaka Meibutsu Cui-daoré (que podría traducirse como “El Famoso Cui-daoré de Osaka”) abandona el negocio el próximo 8 de julio ha aparecido no sólo en los periódicos nacionales sino también en los principales informativos de la televisión japonesa. No en vano, el local es todo un símbolo de Osaka, uno de los lugares que aparecen en sus guías turísticas y uno de los marcos preferidos por los japoneses para inmortalizar fotográficamente su paso por la antigua Naniwa. Su condición de emblema de la segunda metrópolis japonesa se debe a su nombre y al autómata de latón que hay frente a su puerta.
El nombre Cui-daoré, viene de la expresión kuidaore, que puede traducirse como “gastarse la fortuna en comer y beber” y se considera representativa de los habitantes de Osaka, en contraposación a los de la vecina Kioto, cuyo espíritu se refleja en la palabra kidaore, que significa gastarse la fortuna en kimonos. Ambas se reúnen en el dicho popular “Kioto no kidaore, Osaka no kuidaore”, que contrapone el espíritu de refinamiento estético con que se identifican los habitantes de la antigua capital imperial al epicureismo de sus vecinos comerciantes del sur. No es que en Kioto no gasten en comida sino que los platos de su gastronomía, ejemplificados en la lujosa cocina kaiseki, son más apreciados por su apariencia que por su sabor, lo contrario de lo que pasa en Osaka.
En 1949, cuando Japón, todavía bajo la ocupación americana, luchaba por resurgir después de la guerra, Rokuro Yamada tuvo el acierto de ponerle a su restaurante el nombre de Osaka Meibutsu Cui-daoré, convirtiéndolo así en símbolo de los deseos populares de recuperar los placeres perdidos durante la contienda. Además, en 1950, para atraer a la clientela infantil, puso frente a la puerta a Cui-daoré Taro, un autómata que representa un payaso con un vestido a rayas rojas y blancas tocando el tambor. Dicen que de inmediato se convirtió en un gran éxito y así empezó el desfile diario para sacarse fotos a su lado, que dura hasta la fecha.
Cui-daoré está en la calle Dotombori, un bulevar donde se suceden restaurantes, teatros, salas de juegos, karaokes y otros negocios de entretenimiento en Shinsaibashi, en el centro de Osaka. Cualquier día pasan por la zona cientos de miles de personas, que se pueden convertir en millones los fines de semana. Ahora la empresa ha decidido arrojar la toalla aduciendo la incapacidad de mantenerse como un negocio familiar y por el envejecimiento del edificio de ocho pisos que lo alberga. Sin embargo, es fácil suponer que tras la decisión se encuentre la voluntad de rentabilizar mejor la extraordinaria situación del inmueble.
El anuncio del cierre y la incertidumbre del futuro paradero del muñeco han hecho incrementar todavía más la peregrinación al Cui-daoré. Además, muchos de los que no van aposta para el retrato, si pasan por la zona, no dejan escapar la ocasión de sacar una foto con el móvil, así que los fines de semana se forman aglomeraciones de personas esperando turno para inmortalizarse en compañía de Taro.

martes, noviembre 20, 2007

A la caza del arce con el rojo más intenso

20/11/2007 CRÓNICA DESDE KIOTO // JORDI JUSTE
Si en Girona comentan que van a caçar bolets, en Japón dicen que salen de momiji gari (cazar arces rojos). También aquí, la caza es más metafórica que real, pero no se refiere a ir al bosque para cortar los árboles, llevárselos a casa y comérselos a la brasa con ajo y perejil, sino a la costumbre de ir, en otoño, en búsqueda de los sitios donde las hojas han alcanzado un rojo más intenso.
Aunque la palabra momiji se refería originariamente al enrojecimiento de las hojas de todos los árboles de hoja caduca, el hecho de que el arce sea el rey del paisaje otoñal japonés ha hecho que ahora se utilice para referirse, casi exclusivamente, a este y que su nombre real, kaede, se use muy poco. Hay en Japón una gran variedad de arces, pero la especie más representativa es la iroha kaede (acer palmatum, en latín, o arce enano o japonés, en castellano), que normalmente no alcanza más de 10 metros y que se puede hallar tanto en parques públicos como en jardines de casas particulares.
El momiji gari es al otoño lo que los encuentros para ver los cerezos en flor son a la primavera; es decir, la otra gran fiesta japonesa de celebración y contemplación de la naturaleza. En ambos casos se trata de costumbres iniciadas en la antigüedad en la corte de Kioto y que en la época de Edo (1600-1868) se popularizaron hasta convertirse en acontecimientos que definen la identidad nacional de los japoneses. El culto al cambio estacional está tan presente en las artes plásticas y en la literatura y tan interiorizado por los japoneses que muchos creen que este es uno de los pocos países que tiene cuatro estaciones bien definidas.
Si en primavera una parte de la información meteorológica se dedica a presentar los pronósticos de floración de los cerezos según los microclimas de cada parte del país, lo mismo ocurre en otoño para los arces. A las líneas de avances de los frentes de frío y calor se les añaden las que tiñen el país de blanco, avanzando de sur a norte en primavera, y de amarillo y rojo, en otoño en dirección opuesta. Mucha gente programa sus viajes a partir de estas informaciones, contando en gozar del paisaje más típico de la estación, y estos últimos años es fácil escuchar comentarios de preocupación por el retraso que causa en los ciclos de la naturaleza el inusual alargamiento del calor estival.
Kioto es uno de los destinos favoritos para el turismo nacional durante todo el año, pero especialmente en otoño. La visión de los arces enrojecidos contra un cielo azul de otoño en uno de los templos de Kioto es uno de los alicientes de la visita. Otro puede ser disfrutarlos también por la noche gracias a la iluminación que se instala en muchos lugares. En esta época, los autobuses que acuden a lugares famosos por su belleza, como el templo de Kyomizu o el Camino de los Filósofos, en el este, o a Arashiyama y Kinkakuji (el templo del pabellón dorado), en el oeste, están repletos de turistas japoneses. A estos se les añaden cada vez más coreanos, chinos y australianos y también muchos europeos que aprovechan la oportunidad que ofrece la alta cotización del euro para visitar un país que hace pocos años era prohibitivo.


miércoles, octubre 24, 2007

El jardín oculto de Kioto

CRÓNICA DESDE KIOTO
Jordi Juste. Kioto
De casi cualquier ciudad del mundo se puede decir que tiene mucha belleza oculta. En el caso de las urbes japonesas suele ser especialmente cierto, ya que no tienen una monumentalidad apreciable desde la calle, si exceptuamos quizás algunos castillos y grandes edificios modernos. Para apreciar el santuario de Meiji en Tokio, el Gran Buda en Nara o el Templo del Pabellón Dorado en Kioto hay que entrar en un recinto y caminar un buen rato. En la antigua capital de Japón hay muchos más ejemplos, como el palacio shogunal de Nijo, el jardín zen de piedras de Ryoanji, el templo budista de Kiyomizu o el santuario sintoísta de Heian. En este último, además, se esconde el Shin’en, un fabuloso jardín de 33 kilómetros cuadrados que pasa desapercibido para la mayoría de turistas. La falta de visibilidad se explica porque en muchas guías ni siquiera aparece y, sobre todo, porque se accede desde una pequeña puerta que se encuentra en uno de los laterales de la enorme esplanada que hay delante del edificio principal del santuario.
En realidad, el Shin’en son cuatro jardines enlazados, cada uno con características diferentes pero todos ellos estructurados alrededor de su estanque. El jardín del oeste, que cuenta con una pequeña cabaña para realizar la ceremonia del té, alcanza su máxima belleza en verano, cuando los iris florecen junto al agua. El del sur fue diseñado pensando en las fiestas literarias de los nobles, en que competían escribiendo y leyendo sus poesías. Es especialmente bello en primavera, con los cerezos en flor, e incluye una curiosa sección en que se pueden apreciar especies botánicas que aparecen en las obras más destacadas de la literatura japonesa del período Heian (794-1185), como el Romance de Genji o el Libro de la Almohada.
En el tercer jardín, el del centro, se puede pasar entre las aguas del estanque saltando entre pedestales que fueron construidos aprovechando piedras de puentes que antiguamente se levantaban sobre el río Kamo. Por último, el del este es el que aprovecha mejor un rasgo común en muchos jardines japoneses, la armonización con el paisaje que lo rodea, en este caso las montañas que cierran la ciudad por el este, dando la sensación al visitante de que se encuentra enmedio de una porción escogida y domesticada de la naturaleza silvestre más que en un espacio diseñado por el hombre.
El Shin’en no es el misterioso jardín que busca el descendiente del príncipe Genji en la novela Al norte la montaña, al sur el lago, al oeste el camino, al este el río, del escritor húngaro László Krasznahorkai, pero comparte con él la ubicación en Kioto y la capacidad de resumir algunas de las características fundamentales de la estética tradicional japonesa, como la sencillez y la naturalidad. Fue concebido como complemento al gran santuario de Heian, construido en 1895 imitando la estructura del palacio imperial para conmemorar el 1.100 aniversario de la fundación de la ciudad y para compensar la depresión que se vivía en Kioto casi tres décadas después de que la Corte Imperial se trasladara a Tokio. Paradójicamente, la visita al santuario se puede dar por hecha en pocos minutos. En cambio, el jardín merece ser disfrutado sin prisas.

viernes, septiembre 14, 2007

Tracción humana para pasear turistas

14/9/2007 CRÓNICA DESDE KIOTO // JORDI JUSTE
Dos conductores de rickshaw.
JORDI Juste
Muchos europeos asocian la imagen del rickshaw, el carrito de dos ruedas tirado por una persona para transportar a otras, con el tercer mundo. Posiblemente, a la mayoría, su mención les sugiere imágenes de la India colonial de Kipling o de la Calcuta de nuestros días. Sin embargo, uno de los lugares donde el rickshaw sigue vivo y parece tener más futuro es Japón, segunda economía del mundo y patria de miles de empresas de tecnología punta.
En el Japón de hoy en dia, el rickshaw se usa exclusivamente para transportar turistas en algunas ciudades, entre ellas Tokio (donde se pueden ver en el distrito de Asakusa) y Kioto, que cuenta con medio centenar, distribuidos en áreas turísticas como Kinkakuji (el pabellón del Templo Dorado), el santuario de Heian o Arashiyama, una zona famosa por sus espléndidas vistas en primavera y otoño y por albergar gran cantidad de templos budistas.
En Arashiyama, tira cada día de su carro durante siete horas Katsuya Honda, de 38 años y con 13 de experiencia, de los que habla con orgullo. "Cuando empecé buscaba un trabajo que fuera típico de Kioto y, para chicos, no había mucho donde escoger. Encontré esto, me presenté y tuve que pasar una entrevista. Al principio fue duro, me costó acostumbrarme a tirar del carro y tuve que aprenderme todo lo que hay que saber sobre Kioto para hacer este trabajo", explica Katsuya.
Los conductores de rickshaw tratan a sus pasajeros con una amabilidad extrema, casi exagerada. Su salario puede superar los 300.000 yenes (casi 2.000 euros) y, como es norma general en Japón, no esperan recibir propina. Hay conductores de entre 18 y 48 años, todos ellos profesionales a tiempo completo; la inmensa mayoría son hombres. En un día, en Arashiyama pueden llegar a recorrer cada uno de ellos unos 30 kilómetros. La dureza, claro, depende de las condiciones meteorológicas y del peso de los pasajeros. Katsuya Honda explica que su récord es una pareja que sumaba 220 kilos.
Hubo un tiempo en que los rickshaws se contaban por decenas de millares y hacían las veces de los coches de punto y de los taxis. Las teorías más creíbles sobre su origen lo sitúan en Japón en 1868, ideado por un misionero estadounidense para transportar a su mujer inválida. Lo cierto es que el invento fue registrado por tres japoneses que le dieron el nombre de jinrikisha (literalmente, coche a fuerza humana) y rápidamente se extendió su uso. Los coches de caballos eran demasiado grandes y caros y además no tenían tradición, así que el jinrikisha sustituyó fácilmente al palanquín como medio para transportar personas.
Hoy en día, los rickshaws se mantienen como reliquia histórica y como atracción turística. Los precios básicos en Kioto van desde los 2.000 yenes (unos 13 euros) por una sola persona durante 10 minutos a los 15.000 yenes (95 euros) para una pareja durante una hora y media. Algunos de los conductores hablan un inglés suficiente para hacerse entender por los turistas y, según su jefe, muchos de ellos ahora aprenden chino para hacer frente al creciente número de visitantes que acuden desde el país vecino.

martes, septiembre 04, 2007

Paseo refrescante por “la cocina de Kioto”




CRÓNICA DESDE KIOTO
Jordi Juste. Kioto
Este verano habrá sido uno de los más calurosos de los últimos años en Japón, con registros de temperaturas de más de 40 grados y muchos días seguidos en que el termómetro no ha bajado de 35. Pero en Kioto el calor sofocante, producto de la combinación de altas temperaturas y abundante humedad, no es novedad, es una característica del verano. Además, la ciudad está en el interior de la región de Kansai y rodeada de montañas, por lo que no cuenta ni siquiera con el alivio de la brisa marina. Hay noches en que dormir sin aire acondicionado se convierte en un acto heróico.
Para evitar la sensación de vivir dentro de una sauna, durante el día se puede escapar de la capital hacia alguna de las escasas piscinas al aire libre de las afueras, atestadas durante las vacaciones escolares de agosto, u optar por alguno de los peligrosos ríos de la provincia, donde cada año pierden la vida unos cuantos desprevenidos bañistas. Si se prefiere permanecer en la ciudad, sin recurrir a las temperaturas a veces glaciales de los grandes almacenes, una buena opción són las diversas calles peatonales cubiertas, donde el techo y el aire que sale de las tiendas contribuyen a refrescar unos cuantos grados el ambiente.
Entre estas calles privilegiadas hay una de la que se dice que es “la cocina de Kioto” (Kyo no daidokoro), aunque en realidad su nombre es Nishiki Ichiba (Mercado de Nishiki). Se trata de un lugar de venta de productos frescos, pero no es un recinto cerrado, sino una calle de poco más de cinco metros de ancho que, a lo largo de aproximadamente medio kilómetro, reúne tiendas de comestibles u objetos relacionados con la cocina japonesa. Como ocurre con alguno de nuestros mercados municipales, Nishiki Ichiba se ha convertido en una de las atracciones turísticas de Kioto, una condición que algunos de sus comerciantes parecen soportar con más resignación que alegría cada vez que ven aparecer una cámara fotográfica.
Los establecimientos más abundantes en Nishiki son las pescaderías y las verdulerías, pero también hay tiendas especializadas en tsukemono (encurtidos de verduras), puestos donde se vende toda clase de tés japoneses, casas de galletas, proveedores de arroz y hasta una cuchillería tradicional donde, además de comprar y afilar valiosos cuchillos, también se pueden encontrar troqueles de gran calidad para cortar verduras con forma de flor de cerezo o de hoja de arce.
Nishiki tiene una historia de cuatro siglos. Empezó como sede de los pescaderos que proveían a la corte imperial. Con el tiempo, se les fueron añadiendo verduleros y otros mercaderes de comestibles. Hoy en día superan el centenar y sirven tanto a particulares como a restaurantes. Uno de los atractivos de la calle es que se pueden encontrar las variedades locales de muchas verduras, apreciadas especialmente en la lujosa cocina kaiseki. Uno de los secretos de Nishiki es el agua fresca y limpia que circula por el subsuelo del centro de Kioto y que se usa desde sus orígenes en la preservación de los productos frescos y contribuye a hacer más llevadero el verano a su habitantes.

martes, julio 10, 2007

'Lluvia de ciruelas' en el país del sol naciente


9/7/2007 CRÓNICA DESDE KIOTO
JORDI Juste
A principios de verano, cuando las masas de aire frío procedente del continente y de aire caliente y húmedo del Pacífico se encuentran, comienza en el noreste de Asia el tsuyu, un periodo de un mes en que llueve casi cada día. El frente se desplaza de sur a norte, y afecta tanto a Japón como a China y a Corea. Como consecuencia, el mes más lluvioso del año es, según la latitud, junio o julio. En Kioto, por ejemplo, la media de lluvia en junio es de 232 milímetros por metro cuadrado, seis veces la de Barcelona y más del doble de la que cae en la capital de Catalunya en octubre, el mes más lluvioso. En años especialmente lluviosos, el tsuyu puede causar graves inundaciones y desprendimientos de tierra en zonas montañosas.
Sin embargo, este año, las lluvias de junio llegaron al centro de Japón tan tarde y tan escasas que durante días las conversaciones de ascensor se centraron en discutir si realmente el tsuyu había llegado y qué repercusiones tendrá este verano. La agencia meteorológica, que había anunciado la llegada del frente a Tokio de junio, tuvo que aclarar que la fecha no era oficial.
Aunque finales de junio o primeros de julio sean los meses más húmedos en el archipiélago, ello no significa que durante el resto del año Japón sea un país seco. En Kioto, en 12 meses, caen más de 1.500 milímetros de agua por metro cuadrado (en Barcelona, casi 600). Pero los japoneses están acostumbrados y preparados para la lluvia. Se vende una enorme variedad de chubasqueros, paraguas y botas de agua; en casi todos los edificios hay paragüeros y son numerosos los comercios que ofrecen fundas de plástico para entrar con el paraguas sin dejar el suelo perdido.
Además, la lluvia es uno de los motivos por los que en muchas ciudades existen amplísimas redes de galerías comerciales subterráneas. En Osaka, por ejemplo, se puede hablar de una ciudad paralela bajo tierra que, según algunas fuentes, es la más extensa del mundo. Además, kilómetros y kilómetros de calles están cubiertas con techos translúcidos que permiten que la actividad comercial no se vea afectada. En Kioto, las aceras de las principales calles del centro están cubiertas por unas marquesinas que afean el paisaje, aunque resultan muy prácticas. Con todo, el hecho de que llueva cada día durante semanas no deja de ser un inconveniente, sobre todo para el transporte público, que se ve saturado de gente que en días despejados se desplaza en bici o en moto.
Tsuyu significa literalmente lluvia de ciruelas, la fruta que madura coincidiendo con la llegada del frente húmedo. Para muchos ciudadanos es un engorro, pero para la agricultura es vital, ya que aporta el agua necesaria a los campos de arroz. A pesar de que cada vez hay menos agricultores, el cultivo de este cereal no es remoto para la mayoría de japoneses. A poco que se salga de las ciudades, se encuentran pequeños campos, a veces encajonados entre edificios, que durante la estación invernal están vacíos y ahora se están inundando para hacer crecer las plantas que se cosecharán a finales de verano, a ser posible antes de que lleguen los tifones.

martes, junio 26, 2007

Sushi a la orilla del Kamo




CRÓNICA DESDE KIOTO
Jordi Juste. Kioto
Uno de los acontecimientos que señala la llegada del buen tiempo a la antigua capital de Japón es la apertura en mayo de las noryo yuka, las terrazas que se instalan cada temporada sobre el curso del Misosogi, el arroyo que discurre paralelo al río Kamo, entre las calles Gojo (quinta) y Nijo (segunda), en pleno centro de la ciudad. Unos noventa establecimientos, con locales interiores abiertos durante todo el año, montan a principios de primavera unas tarimas sobre las que colocan, según el estilo del negocio, mesas occidentales o las más tradicionales esteras y mesas bajas japonesas.
El verano en Kioto es muy caluroso, ya que la ciudad está en el interior y rodeada de montañas. Además, llega precedido del tsuyu, el mes de las lluvias, que algunos años supone que llueva, con escasas interrupciones, durante unas cuatro semanas, lo que deja la tierra empapada y la atmósfera húmeda hasta que a finales de la canícula llegan los tifones a ventilar.
Estas condiciones climáticas son las que se dice que impulsaron, en la época de Edo (1603-1868), a los comerciantes ricos de la ciudad a adoptar la costumbre de poner en verano mesas en el río para invitar a sus clientes, aprovechando la brisa que genera la corriente. Con el tiempo, el uso recreativo del río impulsó la apertura de puestos de comida y entretenimiento como los de las ferias en la orilla. De esos pequeños negocios se pasó a las terrazas en forma de tarimas que instalaron los restaurantes que tenían su parte trasera mirando al río. En 1934 un gran tifón provocó un desbordamiento y obligó a desviar parte del caudal del Kamo hacia el Misosogi, el arroyo que ahora queda cubierto en parte por las tarimas que entre mayo y septiembre permiten cenar con vistas al río.
Kioto tiene dos grandes ríos, el Katsura y el Kamo, pero es este último el que tiene un valor más emblemático para la ciudad, ya que pasa por su centro y sirve de nexo entre algunos de sus lugares de más importancia histórica. Además, sus amplios márgenes lo han convertido en el lugar al preferido por muchos kiotenses para pasar su tiempo de ocio al aire libre. Cuando el tiempo lo permite, hay gente que pasea a pie o en bicicleta, parejas sentadas sobre las espaldas de su lecho de piedra y fotógrafos capturando la gran cantidad de aves que pescan en sus aguas, como los patos salvajes que le dan su nombre.
En cuanto a la callejuela de Pontocho, que sirve de entrada para la mayoría de noryo yuka, se trata de una vía peatonal de poco más de dos metros de ancho que incluye restaturantes y clubes nocturnos de diversos estilos, además de diversas casas de geisas y el tearo Kaburenjo, donde estas artistas representan cada año las famosas Kamogawa Odori (danzas del río Kamo). A ellas también se las puede ver a veces en alguna terraza, sirviendo a clientes que han pagado sumas importantes para gozar de su compañía. Su presencia sirve para recordar que cenar en Kioto a la vera del río no ha dejado de ser un lujo.

miércoles, marzo 21, 2007

Kiyomizudera, candidato a maravilla del mundo


20/3/2007 CRÓNICA DESDE KIOTO // JORDI JUSTE
Estos días, por las inmediaciones de Kiyomizudera, uno de los templos más espectaculares de Kioto, además de las habituales hordas de turistas deambulando por las tiendas de recuerdos, se pueden ver numerosos anuncios invitando a votar para que el edificio esté entre las Siete Nuevas Maravillas del Mundo. La selección está organizada por una fundación privada suiza que lleva desde 1999 promoviendo la elaboración de una lista que emule la existente en la antigüedad, integrada por la pirámide de Guiza, el coloso de Rodas, los jardines colgantes de Babilonia, el templo de Artemisa, las columnas de Hércules, el mausoleo de Halicarnaso, la estatua de Zeus en Olimpia y el faro de Alejandría.

De la lista inicial de 171 lugares que la New Open World Corporation tomó en consideración en un primer momento, se ha pasado a 21 finalistas, de entre los que saldrán los siete que serán proclamados en Lisboa el próximo 7 de julio. Entre los clasificados están, además de Kiyomizudera, la Alhambra de Granada, Chichén-Itzá, Machu Picchu, el Kremlin, la torre Eiffel y la pirámide de Guiza, el único superviviente de la lista clásica.

Kiyomizudera es un complejo de edificios pertenecientes a la secta budista Hosso. Su nombre significa templo del agua pura, y fue fundado en el año 798 para albergar una imagen de siete caras de Kannon, el buda de la compasión, en el lugar donde todavía hoy hay un manantial. Está situado en una ladera de las montañas del este de Kioto, por lo que ofrece una magnífica vista sobre la ciudad. A lo largo de sus más de mil años de historia ha sufrido repetidos incendios, algunos de ellos aparentemente provocados por sus rivales de la secta Tendai. Los actuales edificios datan de 1629, y entre ellos destaca el honden, el edificio principal, cuyo balcón está sostenido por una impresionante estructura de madera construida con 139 pilares de 15 metros de alto y sin usar ni un solo clavo de acero.

Desde su construcción, el balcón de Kiyomizudera, concebido en principio como un escenario para ofrecer representaciones a Kannon, sirvió como plataforma para muchos suicidas, aunque las estadísticas recogidas durante más de 100 años indican un índice de supervivencia del 15%, posiblemente por el efecto amortiguador de la vegetación que está debajo. A finales del siglo XIX, se prohibió explícitamente el salto, pero ha quedado en la lengua japonesa la expresión Kiyomizu no butai kara tobioriru (saltar desde el escenario de Kiyomizudera), para expresar la toma de una decisión que requiere valor.

Kiyomizudera es un lugar cargado de historia y bellísimo tanto en otoño, con sus arces enrojecidos, como en primavera, con los cerezos en flor, en verano, rodeado de verde, y en invierno, cuando la desnudez de los árboles hace todavía más evidente la elegancia de sus construcciones. El conjunto ya forma parte de la lista de patrimonio cultural de la humanidad de la Unesco y es visitado cada año por más de 12 millones de personas, por lo que son difíciles de comprender los esfuerzos por incluirlo en una lista absurdamente limitada a siete lugares.

lunes, febrero 26, 2007

Arquitectos bajo sospecha


26/2/2007 OBSESIÓN POR LA SEGURIDAD EN JAPÓN
• El Gobierno japonés obliga a cerrar dos hoteles de Kioto porque fueron construidos con informes antisísmicos falsos
• El país registra cada año más de 1.000 temblores
JORDI JUSTE.KIOTO
El pasado 5 de febrero, la cadena hotelera Apa Hotel Group suspendió la actividad en nueve de sus establecimientos por la preocupación existente sobre la seguridad de los edificios. El cierre se produjo 10 días después de que dos de los hoteles de la cadena, en la ciudad de Kioto, fueran obligados a evacuar a sus huéspedes después de que se descubriera que habían sido construidos usando informes de resistencia antisísmica falsificados. Los proyectos de construcción eran de Mitsuo Mizuochi, uno de los 2.500 arquitectos reconocidos en Japón como expertos en el cálculo de estructuras, lo que añadió preocupación en un país obsesionado con los terremotos.

Más condenas

Los problemas de Apa Hotel se conocieron solo un mes después de la condena a cinco años de prisión del exarquitecto Hidetsugu Aneha por falsificación de datos antisísmicos en los proyectos de cuatro bloques de pisos y dos hoteles. El fraude afectó a cientos de propietarios, que vieron como sus apartamentos eran declarados inhabitables. Tanto Aneha como los responsables de la inmobiliaria, la constructora y la empresa autorizada para revisar la construcción, declararon ante una comisión parlamentaria en sesiones televisadas, seguidas como la gran noticia del país durante semanas.

Tras la condena se repitieron las críticas a la Administración. "Fue la política desreguladora del Gobierno, permitiendo a agencias privadas certificar los diseños de edificios desde 1999, lo que indujo al diseñador a abusar de su especial destreza", acusó el diario Japan Times en un editorial.

Según el Ministerio de Infraestructuras, los dos hoteles de Kioto tienen una resistencia antisísmica que no llega al 80% de la exigida. En junio, el ministerio descubrió alteraciones en diversos proyectos de Mizuochi en otras provincias, y ordenó la investigación de 42 construcciones en las que había participado. Entre estas estaban los dos hoteles Apa, que presentaban inconsistencias y alteraciones en la documentación. En concreto, el resultado de la resistencia, obtenido por ordenador, había sido corregido con un procesador de textos. Mizouchi reconoció ser el autor de los cambios, pero dijo que los introdujo después de recalcular a mano las estructuras. "Los ordenadores no son correctos al 100%. Pueden haber virus y otros problemas con el software", se justificó el arquitecto.

Japón se encuentra en la confluencia de tres placas tectónicas, lo que provoca que se registren más de 1.000 temblores al año y que no sean raros los terremotos de más de cuatro grados en la escala de Richter. A lo largo de su historia, el país ha sufrido grandes seísmos, como el de Kanto, que mató a 140.000 personas en 1923, o el de Hanshin, que causó más de 6.000 muertos en 1995.

Cómo afrontar seísmos

Los terremotos están presentes en la vida de los japoneses en forma de constantes recordatorios sobre la necesidad de estar preparados para afrontarlos. En todo el país hay mapas con zonas designadas para la evacuación, frecuentemente se realizan ensayos y, cuando hay un temblor apreciable, inmediatamente aparecen alertas en sobreimpresión en todos los canales de televisión. Por eso, cualquier duda sobre la resistencia de los edificios a los temblores crea la alerta.

A pesar de la obsesión por la seguridad, un estudio reciente del diario Asahi afirma que solo un 20% de los edificios construidos con normas anteriores a la reforma que se hizo en 1981 han sido revisados. Según los funcionarios encargados de las inspecciones, a veces se enfrentan a propietarios temerosos de que el valor de sus bienes se desplome si se hallan deficiencias.

En el terremoto de 1995, gran parte de los edificios que cedieron al seísmo habían sido construidos según las normas antiguas. En el 2005, los bloques levantados según esas normas todavía eran casi una cuarta parte del total del país. Y, más preocupante todavía, en diciembre del 2006, una investigación reveló que uno de cada 14 edificios de 10 o más pisos revisados no cumplía los parámetros mínimos de seguridad.

jueves, febrero 08, 2007

La vieja 'machiya' vuelve a estar de moda


8/2/2007 CRÒNICA DESDE KIOTO// JORDI JUSTE
Últimamente, los edificios que destacan en las revistas de tendencias de Kioto son casas viejas de madera. Se trata de algunas de las machiya (casas de ciudad) supervivientes de la modernización que amenaza a un tipo de edificación que hasta los años 60 ocupaba gran parte del casco urbano. Tras décadas siendo consideradas incómodas reliquias, ahora reciben la atención de instituciones y creadores de moda, que han descubierto su encanto como locales comerciales y viviendas. Entre las machiya renovadas se cuenta incluso, desde febrero del 2006, un restaurante español, El Fogón.

Las machiya no son solo casas viejas de madera; son testigos de una estética y un estilo de vida que mucha gente, cansada del hormigón y el estrés, quiere recuperar. Además, como dice Yuki Nakamura, del Centro para la Preservación del Paisaje Urbano, "son importantes para conservar el Kioto con sabor a Kioto".

Aunque existen variaciones, las machiya se caracterizan por su estructura alargada, de dos pisos, con una fachada estrecha. Primero se encuentra un espacio para ser utilizado como tienda o taller, desde donde se accede a la vivienda, a menudo precedida por un patio y con un almacén en la parte posterior. Los suelos son de tatami o madera, y muchas paredes son puertas correderas que permiten dar distintos usos al espacio.

Las machiya surgieron hace unos 500 años como alojamiento de artesanos y comerciantes, y los terremotos e incendios que ha sufrido la ciudad sirvieron para hacerlas evolucionar. Ya en el siglo XX, sobrevivieron a la segunda guerra mundial gracias a que Kioto fue preservada de los bombardeos. Los norteamericanos entendieron que la ciudad no era un objetivo militar valioso y renunciaron a destruirla para minar la moral nipona.

Recuperada la soberanía, Japón se dedicó a conservar sus palacios, santuarios y templos. Sin embargo, se olvidó de la arquitectura popular y decenas de miles de machiya fueron demolidas para dejar espacio a bloques de apartamentos y oficinas de estética anodina. Hoy en día se calcula que quedan en Kioto poco más de 20.000 machiya, y es ya difícil encontrar zonas en las que se mantengan en pie varias de forma contigua. La mayoría de las veces están encajonadas entre edificios de cinco o más pisos.

Según la portavoz del Centro de Preservación, pese a la moda de habilitarlas como comercios, la destrucción de las machiya prosigue. Además, muchas veces la adaptación comercial no es la solución ideal. "Cuando se usan para restaurantes y tiendas, a veces se hacen reformas, como quitar columnas, que debilitan el edificio y hacen difícil recuperarlo posteriormente como vivienda", explica Nakamura, quien añade que "para garantizar su futuro, hay que hacerlas resistentes a los terremotos y compatibles con un estilo de vida moderno", es decir, dotarlas de comodidades. Pero eso cuesta mucho dinero y, además, la mayoría de las machiya están en los distritos centrales de Kioto, por lo que su valor económico es muy inferior a los precios de los terrenos donde se encuentran.

martes, enero 30, 2007

Diplomacia manga


30/1/2007 CENTRO DE DIVULGACIÓN E INVESTIGACIÓN DE LA HISTORIETA EN KIOTO
• Japón trata de aprovechar el éxito mundial de su cómic para atraer a nuevos turistas
• El mercado del tebeo mueve en el país 3.300 millones de euros anuales
JORDI JUSTEKIOTO
Japón cuenta desde noviembre con el Museo Internacional del Manga, promovido y gestionado por el Ayuntamiento de Kioto y la Universidad Seika, como instrumento para elevar el cómic al rango cultural que se merece. A pesar de que el sector factura más de medio billón de yenes (3.300 millones de euros) al año y de que son legión los japoneses que esperan cada semana la salida a la venta de sus cómics favoritos, el género tenía hasta hace poco mala prensa entre muchas personas cultas, que lo consideraban una forma de subcultura, un pasatiempo que no podía compararse a la verdadera literatura.

Hoy en día el manga es reconocido ya como una forma de expresión digna de ser utilizada en libros de texto, campañas de información de la policía o promoción de políticas públicas. Incluso el ministro de Asuntos Exteriores, Taro Aso, un reputado lector de cómics, anunció que los va a usar para la promoción de Japón. "Vivimos en unos tiempos en los que las voces populares, que provienen de la gente normal, pueden hacer cambiar la política extranjera de un país. Quiero asegurarme de que nuestra cultura popular está de nuestra parte", dijo Aso en referencia al manga.

La palabra manga en japonés equivale a cómic, pero en los últimos años ha sido adoptada internacionalmente para referirse a los tebeos creados en Japón o en otros países siguiendo su estética. Muchos expertos le reconocen influencias artísticas autóctonas, como el ukiyoe, pero el nacimiento del manga no se entendería sin la influencia de los cómics extranjeros, sobre todo estadounidenses.

El nuevo museo quiere ofrecer al público una visión del manga como parte sustancial de la cultura japonesa. "Hay elementos expresivos del manga que ya se encuentran en las pinturas enrollables de la época Heian (794-1192). Me parece muy significativo que el Museo del Manga se establezca en Kioto, donde la cultura tradicional todavía triunfa", afirmó su director, Takeshi Yoro.

Instrumento cultural

Para Ron Stewart, estudioso australiano del manga, al museo le falta un discurso coherente, ya que "es demasiado ecléctico" pero no deja de ser un valioso instrumento cultural. "Es bueno porque Japón perdió una parte de su historia. Muchas colecciones se tiraban a la basura. (...) Ahora aquí también se estudia el manga de forma académica. Este lugar debería ser bueno para la investigación", señala Stewart.

La entrada solo cuesta 500 yenes (3 euros) para los adultos y 100 para los niños (75 céntimos) y permite y disfrutar de numerosos ejemplares de lectura. Además, se organizan talleres de manga y espectáculos de kamishibai (teatro de papel), una forma tradicional de contar cuentos en la que el narrador muestra cartulinas ilustradas.Entre las obras internacionales de lectura libre se encuentran ediciones en castellano y catalán de Bola de Dragón, ejemplares del Capitán Trueno, Makoki y Mortadelo y Filemón. Pero, por el momento, el museo parece más dedicado a atraer al público japonés que a constituirse en un centro de referencia del cómic mundial.