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jueves, mayo 31, 2007

Revuelo de almas en Japón







31/5/2007 HONORES PARA CRIMINALES DE GUERRA JAPONESES
• Un exlíder de Taiwán provoca que se recuerde nuevamente que el santuario de Yasukuni es una afrenta para los países vecinos
JORDI JUSTE.TOKIO
El santuario sintoísta de Yasukuni, situado en el centro de Tokio, parece condenado a estar también en el centro de la discusión política en Asia. La última ocasión la facilitó ayer el expresidente de Taiwán Lee Teng-hui al anunciar su intención de acudir al recinto religioso durante la visita privada que comenzó a Japón. "Voy a reunirme con mi hermano por primera vez en 60 años", declaró Lee en el aeropuerto de Narita.



El hermano mayor de Lee murió en Filipinas en 1945, defendiendo la bandera nipona, igual que muchos de sus compatriotas, mientras Formosa (1890-1945) era colonia japonesa. En 1945, China asumió la soberanía y, en 1949, la isla se convirtió en refugio de las fuerzas del Kuomintang que huían del avance comunista. Desde entonces hasta el 2000, los nacionalistas ostentaron el poder. Ahora, el anuncio de la visita del expresidente a Yasukuni pone nuevamente el dedo en la llaga de la historia de las relaciones entre Japón y sus vecinos.



Honrar a los combatientes



El santuario de Yasukuni (Yasukuni-jinja) fue establecido a finales del siglo XIX para honrar a los japoneses muertos en combate, muchos de ellos en los enfrentamientos civiles que se produjeron en las postrimerías del régimen feudal y los inicios de la era Meiji (1868-1912), y posteriormente en las guerras con las que Japón construyó su imperio en Asia.



En el recinto del santuario se encuentra el Yushukan, un museo con más de 20 salas dedicadas a embellecer el militarismo japonés y a justificar el imperialismo mediante su contextualización internacional. Sala tras sala, sus explicaciones en japonés y en inglés tratan de convencer al visitante de que Japón no tenía más remedio que armarse y construir su propio imperio para protegerse de las ambiciones de las potencias occidentales y del nacionalismo chino. El espíritu de sacrificio del guerrero es elevado a la categoría de sagrado y no hay ni una sola muestra de arrepentimiento por los sufrimientos causados tanto en los países vecinos como entre los propios japoneses.



El sintoísmo, que es la religión ancestral del Japón, da gran importancia al culto a los antepasados y concibe el país como una gran familia, con el emperador a la cabeza. Desde el siglo VII convivía con el budismo, pero en las décadas que condujeron a la segunda guerra mundial fue separado y utilizado como religión de Estado, al servicio del militarismo. Los soldados que perecían creían hacerlo por el emperador, considerado un semidios, y era común que se despidieran antes del combate, con un "nos vemos en Yasukuni".



Durante su mandato como primer ministro, las visitas de Junichiro Koizumi a Yasukuni fueron una de las causas del deterioro de las relaciones con China. Su sucesor, Shinzo Abe, que llegó a la jefatura del Gobierno en el 2006 con fama de ser más nacionalista, ha intentado rehacer el diálogo. Su primer viaje al extranjero fue a Pekín y, hasta el momento, ha evitado ir a Yasukuni, aunque a finales de abril mandó una planta como ofrenda, lo que provocó una comedida crítica desde China. "Quiero seguir mostrando respeto a los que lucharon por el país y murieron, y rogar por sus almas", declaró Abe para justificar su acción. Hasta el momento, la ambigua postura de Abe ha hecho posible que a principios de abril se produjera la visita del primer ministro chino, Wen Jiaobao, y que se hable del viaje del presidente Hu Jintao.



Documentos públicos



Las autoridades niponas no consiguen hacer desaparecer Yasukuni de la agenda política. Recientemente, la biblioteca del Parlamento hizo públicos unos documentos que demuestran que, en 1969, el Ministerio de Sanidad entabló conversaciones con el santuario, que es una entidad privada, para tratar la inclusión, entre los espíritus a los que rinde homenaje, de los condenados como criminales de guerra de clase A por el Tribunal Militar Internacional para el Lejano Oriente, que juzgó a las autoridades civiles y militares japonesas tras la segunda guerra mundial."No creo que sea un problema. Fue el santuario el que los incluyó. El antiguo Ministerio de Sanidad facilitó información solo porque fue requerido", declaró Abe. La ceremonia para sumar las almas de los criminales de guerra a las de millones de caídos japoneses se celebró en 1978 y provocó las protestas de China y Corea, los dos países que más sufrieron el imperialismo japonés durante la primera mitad del siglo XX.

martes, marzo 06, 2007

Japón no volverá a pedir perdón por las esclavas sexuales


Jordi Juste. Kioto
El primer ministro japonés, Shinzo Abe, dijo ayer en el Senado que su gobierno no piensa pedir disculpas de nuevo por las mujeres que fueron forzadas a servir en los burdeles establecidos para la satisfacción sexual de los soldados nipones en gran parte de Asia, durante la segunda guerra mundial. “Aunque la resolución se apruebe, eso no significa que vayamos a pedir disculpas”, dijo Abe en referencia a la moción no vinculante que el congresista californiano de origen japonés, Mike Honda, ha presentado en el Congreso para exigir a Japón que se disculpe de foma inequívoca por las llamadas “esclavas sexuales”.
Abe, sin embargo, dijo que mantiene la declaración de 1993 (conocida como “declaración Kono”, por el nombre del entonces portavoz del gobierno, Yohei Kono), por la que Japón se disculpaba y reconocía que el Ejército Imperial había participado en el establecimiento y gestión de los burdeles y admitía que se había usado la coherción.
Preciamente, sobre sus palabras del jueves pasado, en las que dijo que no había pruebas de que hubiera existido tal coherción en el establecimiento de los burdeles, ayer Abe admitió que sí hubo casos en que se produjo, pero que fueron llevados a cabo por intermediarios civiles y no por militares. “No es que los militares entraran en domicilios particulares y se llevaran a la gente secuestrada”, dijo Abe.
Algunos historiadores sitúan en 200.000 el número de mujeres asiáticas que sirvieron en los burdeles para militares japoneses. Es prácticamente imposible probar el número exacto de casos en los que las mujeres fueron obligadas a servir como solaz de los soldados, pero sí existen númerosos testimonios directos de víctimas, sobre todo coreanas, e incluso de militares nipones, que no ofrecen lugar a dudas sobre la generalización de los abusos.
En 1995, bajo el gobierno de coalición entre el Partido Liberal Democrático (PLD) y el Partido Socialista (PS), presidido por Tomiichi Murayama, Japón estableció un fondo privado, que caduca a finales de este mes, para compensar a las mujeres obligadas a servir en los burdeles, pero las asociaciones de víctimas siempre han exigido indemnizaciones oficiales, como forma inequívoca de asunción de responsabilidad por parte del Estado japonés.
Abe, que llegó al poder en septiembre con fama de ser más nacionalista que su predecesor, Junichiro Koizumi, sorprendió desde el principio por sus esfuerzos para mejorar las relaciones diplomáticas con China y Corea del Sur, especialmente dañadas por las visitas anuales de Koizumi al santuario de Yasukuni, donde se rinde homenaje a millones de combatientes japoneses y a 14 criminales de guerra, responsables de atrocidades cometidas por el Ejército Imperial.
En sus primeros cinco meses en el cargo, Abe ha visto como sus índices de popularidad bajaban constantemente, en buena medida por su debilidad ante los barones del PLD y su reversión de diversas de las medidas reformistas que habían hecho popular a Koizumi. Si Koizumi parecía ceder a la extrema derecha en lo simbólico para poder imponer sus políticas reformistas, hasta el jueves de la semana pasada todo apuntaba a que Abe estaba moderando sus posturas nacionalistas para poder introducir sus políticas conservadoras.
El primer ministro, que quiere reformar la Constitución pacifista y ya ha logrado introducir el patriotismo en la enseñanza, está condenado a seguir haciendo equilibrios si quiere satisfacer a la vez a su base de seguidores nacionalistas y a la comunidad internacional.