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martes, marzo 13, 2012

¿Nadie quiere los escombros del tsunami?



Ha pasado un año del gran tsunami de Tohoku y solo un 6% de los escombros generados por la ola gigantesca ha podido ser retirado de la zona. ¿Por qué? Fundamentalmente, porque hasta ahora el resto de provincias de Japón se están mostrando muy reticentes a aceptarlos.

Hace pocos días, en Casa Asia (Barcelona), el profesor Yoshio Sugimoto usaba esta actitud para explicar la dualidad regional que vive el país. Tras las metrópolis modernas y ricas hay zonas rurales atrasadas con poblaciones menguantes y cada vez más envejecidas, dedicadas en gran parte a proveer las zonas urbanas. Por ejemplo, el noreste -ahora afectado por el desastre natural y por el estigma de Fukushima- producía una gran parte de la energía que consumían las provincias del área metropolitana de Tokio.

Ahora recibe muestras de solidaridad en forma de buenas palabras -e incluso de dinero- pero encuentra respuestas frías a las peticiones de colaboración en este aspecto. El gobierno central acaba de anunciar que quiere asumir la tarea de encontrar un destino a los restos.

Es capital. Porque sin sacar los escombros no se puede construir. Pero también por el devastador efecto psicológico que produce en los supervivientes seguir rodeados de su pasado ahora convertido en basura.

domingo, marzo 11, 2012

Un año después

Un año después todavía hay mucha gente sufriendo. Por la pérdida de seres queridos, por la pérdida de sus hogares, por la pérdida de sus pueblos, por la pérdida de sus trabajos, por la pérdida de sus modos de vida... Está bien ser optimista y recrearse en las historias de lucha y de solidaridad que se han vivido este año. Está bien felicitarse por la rápida reconstrucción de muchas infraestructuras. Hoy recordamos a los muertos y nos solidarizamos con los vivos. Y seguiremos estando a su lado con lo que haga falta, con dinero, con afecto, echando una mano, informando sobre ellos, sobre su futuro.
No olvidaremos el tsunami, no olvidaremos a sus víctimas, y estaremos muy atentos para apoyar a la mayoría de japoneses, que creen que hay que levantarse y mirar al frente, pero sin olvidar los errores del pasado, a los japoneses que quieren que los intereses de las personas prevalezcan sobre los intereses de la industria, a los japoneses que quieren que prevalezca el estado del bienestar sobre el bienestar del estado, con los japoneses que quieren que les digan la verdad.

miércoles, marzo 23, 2011

Tsunami. ¿Gobierno culpable?

Jordi Juste, El Periódico de Catalunya, 23 de marzo de 2011

El chiste habla de dos ciudadanos italianos que cuando ven que llueve exclaman “Porco goberno”. En Japón a nadie se le ocurrirá acusar al gobierno de la lluvia ni, mucho menos, de un terremoto de nueve grados, seguido de un tsunami devastador que arrasa pueblos enteros y deja una central nuclear de seis reactores tan dañados que se convierten en una amenaza internacional. Al actual gobierno ni siquiera se le puede acusar de no haber obligado a las compañías eléctricas a estar preparadas para lo peor, ya que la administración del Partido Demócrata no lleva ni dos años en el poder y solo han pasado ocho meses desde que Naoto Kan substituyera a su correligionario Yukio Hatoyama como primer ministro.

Otra cosa es la crítica a la gestión de la crisis. La primera semana de unidad nacional sin fisuras significativas ha terminado con la negativa del principal partido de la oposición a sumarse a un gobierno de concentración nacional para hacer frente a la hercúlea tarea de levantar el país. Aunque también dijo que colaboraría con el gobierno desde la oposición, el no del líder del Partido Liberal Democrático, Sadakazu Tanigaki, a convertirse en vice primer ministro y compartir responsabilidades con su principal adversario augura que pronto empezaremos a oír críticas a la acción de Kan. Ahora bien, tendrán que ser razonables y mesuradas para no ser vistas como anti patrióticas por la mayoría de la población, consciente de la necesidad de arrimar el hombro para salir del socavón.


Las palabras de algunos comentaristas políticos, los debates espontáneos en las redes sociales y la experiencia de otras crisis hacen pensar que las críticas al gobierno se centrarán en la falta de firmeza, transparencia y valor. Firmeza para obligar a Tepco, la compañía eléctrica propietaria de la central, a tomar medidas expeditivas más rápidamente para minimizar los daños a la población sin reparar en los perjuicios económicos que ello pudiera ocasionarle. Transparencia para dar a los ciudadanos todos los datos y dejar que fueran estos los que decidieran el grado de gravedad de la crisis y actuaran en consecuencia. Y valor para tomar medidas conservadoras de la seguridad de la población aún a riesgo de excederse.

En Fukushima parece que se ha evitado lo peor, pero aún habrá que dejar pasar algún tiempo para saber con certeza lo que ha pasado estos días y así poder evaluar justamente la acción del gobierno.

Cuando llegue el momento, habrá que ver si el ejecutivo ha dejado, en algún momento de la crisis, que Tepco ponderara sus intereses económicos al decidir las medidas a tomar con los reactores dañados, cuando lo que le tocaba era olvidarlos por una vez a favor del bien común. También necesitaremos averiguar si el gobierno ha dejado de informar a la población con la claridad y la celeridad oportunas, teniendo en cuenta la obligada necesidad de un margen de tiempo razonable para recoger los datos e interpretarlos antes de hacerlos públicos. Por último, querremos ver si realmente hemos estado al borde de una hecatombe, y por lo tanto lo correcto hubiera sido evacuar Tokio, o ha sido cierto en todo momento que la situación era grave pero no tanto como para organizar el éxodo de más de treinta millones de personas.


domingo, marzo 20, 2011

¿Seguidismo o responsabilidad?

Jordi Juste. El Periódico de Catalunya, domingo 20 de marzo de 2011
Esta semana han abandonado el área de Tokio miles de ciudadanos extranjeros, mientras que eran muy pocos los japoneses que se movían hacia el sur o el exterior en busca de refugio ante una posible nube radiactiva proveniente de Fukushima. Esta diferencia de actitud no ha respondido a una resignación suicida de los japoneses, sino a que la información que les llegaba en general hablaba de una situación preocupante, pero ni mucho menos de un estado de cosas que pusiera el país a un paso de la hecatombe. Muchos de ellos veían por internet los anuncios apocalípticos que se hacían en el extranjero, pero ante la disonancia con el discurso de los medios nacionales, se quedaban con este.
En cambio, los extranjeros residentes en Tokio veían por internet cómo los gobiernos y medios de comunicación de sus países anunciaban la inevitabilidad de un nuevo Chernóbil y cómo sus familias los conminaban a salir con lo puesto de la capital de Japón, y muchos han acabado por hacerles caso y marcharse. Algunos de ellos, indignados al ver en los medios extranjeros que en Japón había caos y un éxodo masivo, algo que con sus propios ojos comprobaban que no era cierto. Se preguntaban si esos mismos medios tenían credibilidad para anunciar el apocalipsis, pero cedían para tranquilizar a familiares y amigos.
En España, la colonia japonesa asistía perpleja a la enorme preocupación de sus vecinos, que los consolaban antes de hora por la tragedia que estaba a punto de acontecer, mientras sus familiares y amigos les decían desde Japón que no se preocuparan, que la situación en Fukushima era grave pero no para caer en la histeria, y menos en el caso de aquellos que viven en Japón a distancias de la central dañada iguales o superiores a la que hay entre Barcelona y Cádiz.
Los medios japoneses se han consagrado a la cobertura de los efectos del tsunami, primero mostrando la devastación y luego retransmitiendo casi en directo la crisis de Fukushima, cediendo gran parte de su espacio a transmitir tal cual las palabras del portavoz del Gobierno y de los representantes de la compañía eléctrica o a explicarlas para hacerlas más comprensibles para la audiencia. ¿Han actuado de forma irresponsable al contribuir a calmar a la población? ¿Deberían haber preparado a los ciudadanos para un desastre que si se llega a evitar habrá sido por muy poco? Aún tendremos que esperar algún tiempo para poder responder a esta pregunta. Pero, aunque podemos imaginar el dilema al que se han enfrentado, no tenían casi más remedio que fiarse de su Gobierno, de Tepco y de la mayoría de los expertos en centrales nucleares, que apostaban por mantener la calma.
Es cierto que también en Japón se han oído, aunque con sordina, algunas voces de científicos antinucleares conminando al Gobierno a «decir la verdad» y evacuar Tokio cuanto antes, pero para creerles era necesario también un acto de fe. Y, puestos a creer, los medios japoneses han optado por la obediencia, la actitud recomendable en caso de crisis con potencial para terminar en caos.

sábado, marzo 19, 2011

Muertos invisibles

Jordi Juste
Análisis
El Periódico de Catalunya, sábado 19 de marzo de 2011

Una semana después de que la tierra temblara y el mar se abalanzara sobre el noreste de Japón, el número de muertos por la catástrofe confirmados alcanza casi los siete mil. Los primeros días fueron apareciendo cadáveres a centenares entre los escombros o en las playas y dicen las crónicas locales que las funerarias de la zona no dan todavía abasto y los hornos crematorios no dejan de echar humo. Sin embargo, apenas se han visto fotografías o imágenes de televisión de cadáveres, y en las que hay se hace necesario imaginar que aparece un cuerpo humano sin vida.

Esta invisibilidad de los muertos no es nada nuevo en Japón, donde los medios de comunicación de masas casi nunca muestran imágenes de restos mortales. En parte, se puede explicar la ausencia de cadáveres por el antiguo tabú existente en la sociedad nipona y en su religión ancestral, el sintoísmo, que consideraba impuros los cuerpos sin vida de personas y animales, y reservaba las labores funerarias y el trabajo con reses muertas a su casta más baja, que vivía segregada del resto de la población.

Posiblemente, ese prejuicio se interiorizó en la cultura y ha automatizado una prevención hacia los cuerpos muertos en generaciones que ya no conocen de castas. Lo cierto es que la exposición de cadáveres en que se prodigan los medios occidentales es algo que deja perplejos a los japoneses de hoy en día. “¿Por qué ponen esta fotografía?” “¿La gente quiere ver esto?” “¿Qué aporta?” “¿Qué pensaran los familiares o amigos al verla?” “¿Te gustaría que te mostraran así?”, te preguntan los japoneses ante una imagen de una masacre o un accidente con víctimas en un periódico occidental.

La última cuestión –¿Te gustaría que te mostraran así? – es importante. Porque en Japón la muerte no se oculta: Quien haya visto la película Despedidas, ganadora de un Oscar en 2009, sabrá que en los ritos funerarios nipones el cuerpo del finado tiene una presencia mucho más central que en los occidentales. Pero el aspecto del fallecido es esencial, ya que la ceremonia es una oportunidad de mostrarle respeto y despedirlo con la dignidad que merece. Ese es el motivo por el que no hemos visto despojos humanos y por el que sí hemos visto a familiares y amigos llorando, pero casi siempre sin desesperación, sin perder el decoro.