jueves, marzo 22, 2012

Aniversario del ataque con gas sarín en Tokio

El día 20 se cumplieron 17 años del ataque con gas sarín en el metro de Tokio, perpetrado por la secta Aum Shinrikyo. Trece personas murieron y muchas más resultaron heridas. Pero, más que esas consecuencias inmediatas, el incidente tuvo un fuerte efecto psicológico sobre los japoneses. El país se había convertido en la segunda potencia económica mundial y había estado comprando empresas emblemáticas en América y en Europa. Pero en poco tiempo la sensación de plenitud que tenían los japoneses se vio sustituída por una espiral de pesimismo. Vio como se confirmaba el fin de la expansión económica y la deuda pública y privada no paraba de crecer, como el gobierno reaccionaba tarde y mal al terremoto de Kobe y luego como una de las muchas sectas que florecieron al calor de la desazón asociada al creciente materialismo nipón se lanzaba a acercar un poco más el fin del mundo. La policía capturó con relativa facilidad a algunos miembros, que durante estos años han ido sido sentenciados a muerte, como por ejemplo el líder supremo, Shoko Asahara, pero todavía quedan varios en búsqueda y captura.  

martes, marzo 20, 2012

“Entiendo a los norcoreanos”


El anuncio de que Corea del Norte va a poner en órbita un satélite ha puesto en guardia a toda la región. No hace falta ser muy listo para saber que para hacerlo se usa tecnología similar a la de los misiles balísticos de largo alcance, capaces de portar cargas nucleares. Este hecho pone en duda la sinceridad de Pyongyang cuando recientemente llegó a un acuerdo con Estados Unidos para recibir ayuda a cambio de replantear su programa de armamento atómico.
Se prevé que uno de los cohetes lanzadores sobrevuele parte del territorio japonés e incluso podría caer sobre el mismo. Por eso el gobierno de Japón ya ha anunciado que prepara las baterías antimisiles de las Fuerzas de Autodefensa por si es necesario interceptar y destruir en el aire el artilugio norcoreano.
Este nuevo episodio del conflicto que enfrenta a Corea del Norte con sus vecinos me ha hecho recordar lo que me dijo recientemente un amigo surcoreano: “Entiendo perfectamente lo que hace Corea del Norte”. Ante mi sorpresa, se explicó. Viendo lo que pasa en otras partes del mundo, saben que las bombas atómicas son una de las pocas cosas que pueden disuadir a sus enemigos de intentar desestabilizar el régimen.

lunes, marzo 19, 2012

El mejor ramen que he comido


Recientemente fui a comer a Ramen Yokocho, un callejón del centro de Sapporo donde todos los restaurantes sirven esta especialidad. Fui armado de mi crónico escepticismo, pensando que era muy posible que me sirvieran una sopa vulgar, suficiente para saciar mi voracidad de viajero.  
Y me llevé una gratísima sorpresa. Un primer sorbo de fideos me bastó para determinar que aquel era el mejor ramen que he comido en mi vida. Era la especialidad de Sapporo, claro. O sea, los fideos flotaban en un generoso caldo de carne con base de miso acompañados de verduras y lonchas de cerdo. 
Simple y sublime.

viernes, marzo 16, 2012

Uniqlo abre megatienda multilingüe en Ginza.


La cadena de ropa Uniqlo ha abierto hoy una tienda de 12 pisos y casi 5.000 metros cuadrados de superficie en Tokio, concretamente en la calle principal del barrio de Ginza, conocido por ser sede de los establecimientos más sofisticados y lujosos del país. Será la tienda más grande de la cadena y tendrá personal capaz de hablar en inglés, coreano, chino, español y francés.
La empresa tiene su origen en los años 80 en Yamaguchi, cerca de Hiroshima, a unos 800 kilómetros de Tokio. Su éxito se ha basado en la producción barata de sus productos en China pero con diseño y control de calidad japoneses. Mientras en Japón muchas tiendas y grandes almacenes seguían apostando por multitud de marcas a precios exclusivistas, las tiendas de Uniqlo solo vendían ropa de su marca con una muy buena relación entre precio y calidad.
En 1994 contaba con 100 tiendas en Japón. Hoy son unas 800, y 200 más en el resto del mundo (más  de la mitad en Corea del Sur y China). Y con perspectivas de seguir creciendo y convertirse en una empresa global. La apertura de la súper tienda multilingüe en el barrio del lujo de Tokio es significativa. Se diseña en Japón, se produce en China y se vende al mundo, con tiendas repartidas en cada vez más países y ahora también en Japón mismo. ¿Por qué? Porque, hasta la chapuza de Fukushima, el número de turistas extranjeros no había dejado de aumentar.
Con el yuan chino revalorizado y el yen a la baja es fácil que se recupere la tendencia.

jueves, marzo 15, 2012

Baja el yen y sube el Nikkei. ¿Recuperación económica?


El índice de la bolsa de Tokio ha recuperado los 10.000 puntos y el yen ya ha perdido un 7% de su valor desde que comenzó el año. El diario Yomiuri ha calificado esta combinación como síntoma de la recuperación económica. Otros son el aumento, por sexto mes consecutivo, de las ventas de coches, relojes de lujo y billetes de avión de primera clase en el mercado japonés.
Por otro lado, el aumento del precio de las acciones parece que se debe a un retorno de los inversores -también los extranjeros- que saben que si el yen baja mejoran las ventas de las grandes empresas exportadoras niponas.
¿Por qué baja el yen? Hay varias explicaciones que no se excluyen. Entre ellas, que los que especulan en divisas parece que ahora apuestan por el real brasileño y el won coreano, y que el flujo de dinero repatriado a Japón huyendo de la inestabilidad europea y para hacer frente a las pérdidas causadas por el tsunami se ha frenado, al menos en parte.
Evidentemente, la baja del yen frente al euro y al dólar no va a contentar a todos en todo momento en Japón. Por ejemplo, no hará felices a los vendedores de coches alemanes de lujo ni a los conductores japoneses cuando tengan que pasar por la gasolinera a llenar el depósito.

miércoles, marzo 14, 2012

Brasileños de origen japonés se van de Japón.

En 1908 comenzó la emigración de japoneses a Brasil para trabajar en las plantaciones de café. El flujo de población se mantuvo durante décadas con altibajos, y llegaron a ser tantos que hoy hay aproximadamente un millón y medio de brasileños de ascendencia japonesa viviendo en el país sudamericano.
Ochenta y dos años más tarde, sin embargo, el sentido de la migración se revirtió. En la década de los 90 fueron los brasileños los que comenzaron a ir a vivir a Japón, que necesitaba mano de obra para la industria y dio preferencia a los descendientes de japoneses. Muchos salieron de un Brasil hiperinflacionario con el sueño de prosperar en la tierra de sus padres o sus abuelos, que entonces parecía incluso capaz de convertirse en la primera potencia mundial.
No para todos fue una experiencia fácil, ya que, por mucha sangre nipona que tuvieran en las venas, no dejaban de ser extranjeros en una sociedad hasta hace poco convencida y orgullosa de ser una de las más homogéneas del mundo. El número de los llamados Nikkei-jin fue aumentando en Japón mientras el país encallaba en el marasmo económico que siguió al estallido de la burbuja en 1991. Llegaron a ser 270.000, que coincidieron con unos 60.000 peruanos de origen japonés.
Una vez más, recientemente, el flujo ha cambiado de dirección. En 2009 el gobierno aprobó la medida de pagar el viaje de vuelta a su país a los Nikkei que quisieran marcharse, eso sí, con la condición de que no podrían volver a solicitar la residencia en Japón. Lo hicieron porque en el país el paro repuntaba y amenazaba con superar el 5%. Pero quizás no era necesario, porque durante estos años el número de brasileños de origen japonés que han vuelto a Brasil ha ido aumentando aprovechando la bonanza económica generada por la estabilidad política y el crecimiento relacionado con la Copa del Mundo de fútbol y los Juegos Olímpicos de Río, y ya son más de 40.000 los que se han ido.
Los volverán a necesitar? O Japón sabrá transformarse y adoptar un nuevo rol económico, con menos manufactura intensiva, menos población y más calidad de vida?

martes, marzo 13, 2012

¿Nadie quiere los escombros del tsunami?



Ha pasado un año del gran tsunami de Tohoku y solo un 6% de los escombros generados por la ola gigantesca ha podido ser retirado de la zona. ¿Por qué? Fundamentalmente, porque hasta ahora el resto de provincias de Japón se están mostrando muy reticentes a aceptarlos.

Hace pocos días, en Casa Asia (Barcelona), el profesor Yoshio Sugimoto usaba esta actitud para explicar la dualidad regional que vive el país. Tras las metrópolis modernas y ricas hay zonas rurales atrasadas con poblaciones menguantes y cada vez más envejecidas, dedicadas en gran parte a proveer las zonas urbanas. Por ejemplo, el noreste -ahora afectado por el desastre natural y por el estigma de Fukushima- producía una gran parte de la energía que consumían las provincias del área metropolitana de Tokio.

Ahora recibe muestras de solidaridad en forma de buenas palabras -e incluso de dinero- pero encuentra respuestas frías a las peticiones de colaboración en este aspecto. El gobierno central acaba de anunciar que quiere asumir la tarea de encontrar un destino a los restos.

Es capital. Porque sin sacar los escombros no se puede construir. Pero también por el devastador efecto psicológico que produce en los supervivientes seguir rodeados de su pasado ahora convertido en basura.

lunes, marzo 12, 2012

Japón debate: ¿subir el IVA o reformar el Estado?


Políticos y ciudadanos japoneses debaten sobre la conveniencia de usar la energía nuclear, sobre la mejor manera de prepararse para los desastres y sobre cómo se debe reconstruir la zona afectada por el tsunami. Pero, paralelamente, siguen peleándose por una cuestión más concreta y que, aun así, es de mucho más largo recorrido: la necesidad de subir el impuesto sobre el consumo, que ahora es del 5%. El Fondo Monetario Internacional interviene en la discusión para decir que se debería fijar en el 15%.
                                                                                                                            Residencia del primer ministro. JJuste
Y es que Japón tiene una deuda pública monumental y una población menguante y cada vez más envejecida. La solución fácil para salvar el Estado es subir los ingresos, pero lo que reclama la mayoría de la población es que se reforme la Administración para hacer que sea más ágil y eficiente, que gaste menos en infraestructuras inútiles y que trabaje más por el bien común y menos por el mantenimiento de un statu quo basado en relaciones simbióticas malsanas entre grandes empresas, altos funcionarios y los principales partidos políticos.

domingo, marzo 11, 2012

Un año después

Un año después todavía hay mucha gente sufriendo. Por la pérdida de seres queridos, por la pérdida de sus hogares, por la pérdida de sus pueblos, por la pérdida de sus trabajos, por la pérdida de sus modos de vida... Está bien ser optimista y recrearse en las historias de lucha y de solidaridad que se han vivido este año. Está bien felicitarse por la rápida reconstrucción de muchas infraestructuras. Hoy recordamos a los muertos y nos solidarizamos con los vivos. Y seguiremos estando a su lado con lo que haga falta, con dinero, con afecto, echando una mano, informando sobre ellos, sobre su futuro.
No olvidaremos el tsunami, no olvidaremos a sus víctimas, y estaremos muy atentos para apoyar a la mayoría de japoneses, que creen que hay que levantarse y mirar al frente, pero sin olvidar los errores del pasado, a los japoneses que quieren que los intereses de las personas prevalezcan sobre los intereses de la industria, a los japoneses que quieren que prevalezca el estado del bienestar sobre el bienestar del estado, con los japoneses que quieren que les digan la verdad.

Nada sigue igual


La vida de la mayoría de los japoneses parece igual que antes del tsunami de Tohoku y la crisis nuclear de Fukushima. Muchos trabajan o estudian largas horas y, cuando salen de los centros de estudio o de trabajo, se suman a los torrentes humanos que atraviesan áreas comerciales y de entretenimiento donde consumen y se divierten con avidez para luego regresar a sus casas y reposar hasta la jornada siguiente. Sin embargo, a poco que uno se asome a los medios de comunicación o converse con esos japoneses que hacen “vida normal”, se da cuenta del fuerte impacto psicológico que han tenido sobre ellos la ola gigante y la radiactividad.
Lo comprobé hace unos días en Sapporo, la gran capital del norte de Japón, y en Osaka, la  enorme metrópolis del Oeste. Alejados como están de la zona devastada por el mar y del área más contaminada por la radiación, los habitantes de Hokkaido y Kansai podrían estar a punto de pasar página y sumar el 11 de marzo de 2011 a la larga lista de calamidades que han hecho de los japoneses un pueblo acostumbrado a asumir la fatalidad de la vida. Y, sin embargo, no es así.
La gente en la calle y en los medios de comunicación habla constantemente de lo ocurrido hace un año y de las revelaciones que todavía se van produciendo, y que ayudan a comprender que sí se estuvo al borde de la hecatombe nuclear y que posiblemente el gobierno lo sabía mientras llamaba a la calma. Un productor de una de las principales cadenas japonesas de televisión me comentaba hace poco: “Mientras nos decían que podíamos permanecer en Tokio porque la situación estaba bajo control, el Emperador era evacuado a Kioto”.
El tsunami demostró una vez más el escaso poder de los políticos japoneses o su nula voluntad de imponerse sobre altos funcionarios y grandes empresas. La crisis la ha tenido que gestionar el gobierno del Partido Demócrata, debilitado por sus luchas internas y con la oposición del Partido Liberal Democrático, el principal responsable, durante sus más de cinco décadas en el poder, de la permisividad hacia las compañías eléctrica para imponer su credo nuclear. La inoperancia que han demostrado los políticos no es nueva, la forma en que se la han tomado muchos japoneses sí lo es.  
En la cultura política nipona prima el consenso, pero un número creciente de ciudadanos parece estar harto de que buscar el acuerdo y evitar el conflicto signifique que no se decide nada y las cosas se siguen haciendo por inercia y con el “apoyo” de los altos funcionarios y los grandes empresarios que mueven los hilos entre bastidores. Es el caldo de cultivo ideal para el salto a la escena nacional de opciones políticas populistas, como las encabezadas por el gobernador de Tokio, Shitaro Ishihara, o el alcalde de Osaka, Toru Hashimoto.

martes, octubre 25, 2011

Ryuichi Sakamoto. La música os hará libres.


Traducción: Jordi Juste y Shizuko Ono
Delicado e intenso
La música os hará libres. Apuntes de una vida es la primera autobiografía de Ryuichi Sakamoto, fruto de los diálogos entre el artista y el editor de la revista japonesa Engine. Como todas las obras de Sakamoto, es un libro delicado e intenso, que rezuma la sensibilidad y la clase del artista desde la primera hasta la última página.
Nada es superficial, todo lo que nos cuenta nos ayuda a comprender qué hay en Sakamoto de talento innato y qué de aprendizaje. Nos habla de su encuentro infantil con la música, de sus primeras influencias, de la Yellow Magic Orchestra, de su evolución artística y de su consagración como uno de los creadores más importantes del cambio de milenio. Y también de su visión del mundo, y de acontecimientos que han marcado su vida, tanto en la esfera privada como en la profesional. Recuerda que de pequeño no sabía qué quería ser de mayor y se declara fruto de las circunstancias y de las personas que lo han rodeado: la familia, los amigos, los profesores, los colegas…
El propósito de Sakamoto no es exhibicionista. Se ve impulsado a rememorar sus seis décadas de existencia porque quiere comprenderse a sí mismo, saber de dónde ha salido. Es, pues, el resultado de un ejercicio de introspección. Pero se lee como un relato ameno, capaz de entretener, interesar y entusiasmar por igual a los seguidores de Sakamoto, a los aficionados a la música y a todos los lectores que aprecien la sensibilidad, el talento y la creatividad. 
Ya a la venta en http://www.altair.es

lunes, octubre 17, 2011

Los héroes de Fukushima

Domingo. El Periódico de Catalunya, 16 de octubre de 2011
“Los cincuenta de Fukushima”, “héroes de Fukushima”, “héroes sin rostro”, “héroes anónimos”, “liquidadores”, “samuráis” y hasta “kamikaze”. Fuera de Japón les hemos llamado de formas diversas, todas ellas con una gran carga de significado y algunas con una evidente falta de conocimientos de historia. En su país, en cambio, prefieren referirse a ellos de forma neutra como “Fukushima genpatsu fukkyu sagyou no sagyouin”, es decir, “trabajadores que se encargan de la recuperación de la central nuclear de Fukushima”. Son los galardonados con el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia 2011, los que, según el jurado, “pusieron en riesgo la propia vida al afrontar, en la central siniestrada y su entorno, las tareas que evitaron una tragedia humana y ambiental de mayores dimensiones, dando al mundo un ejemplo de coraje ante la adversidad, sentido del deber, defensa del bien común y conciencia cívica”.

¿Quiénes son los “héroes de Fukushima”?
El 11 de marzo de 2011 un gran terremoto sacudió el noreste de la isla japonesa de Honshu y, minutos después, una ola gigante arrasó buena parte de la región, mató a unas veinte mil personas y dañó gravemente la central nuclear Fukushima Daiichi. El riesgo de una gran catástrofe obligó a evacuar o confinar a la población de los alrededores y a la gran mayoría de los trabajadores de la central. Pero cincuenta operarios se quedaron intentando evitar o minimizar los daños. Más tarde se unieron a ellos otros operarios de la central, además de bomberos, policías y militares, que participaron en las tareas de desescombro, extinción de incendios, refrigeración del material radiactivo, inspección desde el aire, acordonamiento de la zona y evacuación de la población del área. El día 21 cinco de ellos recibirán el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia en Oviedo. Son el capitán de bomberos Toyohiko Tomioka, los superintendentes de policía Yoshitsugu Oigawa y Masami Watanabe, el coronel Shinji Iwakuma y el teniente coronel Kenji Kato, ambos de las fuerzas armadas.
El coronel Iwakuma es, además de un héroe, un verdadero superviviente de Fukushima. Su vida corrió grave peligro a causa de las explosiones de hidrógeno que se produjeron cuando participaba con sus hombres en las tareas de refrigeración del reactor número 3 de la central siniestrada. El coronel pertenece a una unidad especial de lucha contra armas biológicas y nucleares, y no esperaba que fuera el hidrógeno lo que pudiera causarle la muerte. “Los escombros estuvieron cayendo durante decenas de segundos, pero la sensación fue que aquello duró mucho tiempo”, explicó Iwakuma en junio.

Ningún trabajador de Tepco
No acudirá a recoger el premio ningún trabajador de la central. Ni de esos primeros “cincuenta de Fukushima” ni de los que los han ido relevando hasta hoy en turnos de cincuenta y con un límite de tres horas diarias. Tres de ellos han muerto ya, aunque Tepco, la compañía propietaria de la central, atribuye sus fallecimientos a causas distintas de la radiación.

El primer muerto fue un hombre de 60 años en mayo y la causa oficial del deceso un infarto de miocardio. El segundo tenía 40 años y falleció en agosto a causa de una leucemia fulminante. Trabajaba en las instalaciones de control de descontaminación por las que pasan los trabajadores y se sabe que el examen médico previo a su contratación no había detectado ningún problema de salud y que la autopsia no reveló dosis de radiactividad anormales. En cuanto al tercero, un hombre de 50 años fallecido en octubre, pasó 46 días en el exterior de la central instalando un tanque para tratar el agua contaminada. Por deseo de la familia, no se ha comunicado la causa de su muerte, pero según Tepco no fue ni la radiación ni un exceso de trabajo.
Además de estas tres víctimas mortales, la compañía ha reconocido que algunos de sus trabajadores han estado expuestos a dosis de radiación muy altas, pero no ha revelado qué efectos ha tenido sobre su salud. Tepco tiene un largo historial de mentiras y medias verdades, por lo que es difícil creer que no se conozcan ya consecuencias graves de la radiación sobre la salud de sus trabajadores.

Como una condena a muerte
Durante los días que siguieron al tsunami, las informaciones directas sobre la situación real de los “héroes de Fukushima” se limitaron prácticamente a un correo electrónico en que un trabajador de la central le agradecía desde dentro a un compañero de Tokio su apoyo y le decía: “solo quiero que se sepa que hay mucha gente luchando en la central bajo condiciones muy duras”.
Además, la televisión pública NHK desveló un correo mandado por la hija de un trabajador de la central que decía: “Mi padre trabaja en Fukushima Daiichi. Todavía está ahí, intentando con todas sus fuerzas controlar la situación. Finalmente, hemos podido confirmar que está bien. Pero creemos que están sufriendo mucho por falta de comida. Les dicen que se resignen, como si los hubieran condenado a muerte.”

Pocos rostros
De todas esas personas que tendrán que vivir con gran inquietud el resto de sus vidas, conocemos el rostro o los nombres de muy pocos. Uno de ellos es el capitán del cuerpo de bomberos de Tokio, Toyohiko Tomioka, uno de los “héroes” que estarán en Oviedo. Junto a sus compañeros Yasuo Sato y Yukio Takayama, Tomioka participó en las tareas de extinción dentro de la central durante la primera semana de crisis. Los tres ofrecieron una rueda de prensa el 19 de marzo, a su vuelta a la capital. En ella explicaron las duras condiciones en que tuvieron que trabajar, sobre todo por las altas temperaturas, las dificultades que suponen los trajes especiales que llevaban para protegerse y el hecho de estar afrontando una situación totalmente nueva para todos ellos.
“Vi que era algo muy distinto a lo que habíamos hecho en las prácticas, pero regresé con el convencimiento de que los hombres con que contaba podrían hacer algo. Lo más duro para mí fue decidir quiénes entraban. Todos eran muy conscientes de lo que suponía e hicieron cuanto pudieron. Pero yo tengo que pedir disculpas a sus familias”, dijo el capitán Tomioka emocionado.
Por su parte, el capitán Takayama explicó que la gran novedad para los bomberos fue tener que estar pendientes, sobretodo, de su propia seguridad: “Nuestra principal preocupación fue que cada hombre estuviera expuesto a la radiación el mínimo tiempo imprescindible. Miembros expertos en energía nuclear estaban en todo momento a nuestro lado indicándonos los niveles de radiación”.  

Salvar Japón
Takayama también contó que, antes de partir, se había despedido de su familia mandando un correo electrónico desde el cuartel de bomberos en el que decía: “He recibido una orden y me voy a la central nuclear de Fukushima. Estad tranquilos, porque regresaré”. Su mujer respondió con un escueto “Confiamos en ti y te esperamos”. Más directo, si cabe, fue el intercambio de correos entre el capitán Sato y su esposa. Ante el “Me voy a Fukushima” del jefe de bomberos, su mujer reaccionó con una petición que parece una sentencia: “Sé uno de los salvadores de Japón”.
Los tres capitanes hablaron ante los medios como representantes de sus hombres. Y con ello se convirtieron en tres de las escasas caras conocidas de los “héroes de Fukushima”. Ese protagonismo quizá se lo permitió estar bajo las órdenes del gobernador de Tokio, el populista Shintaro Ishihara, un político que no pierde oportunidad de ser foco de atención. Ishihara aprovechó el acto para dedicarles una declaración pública de agradecimiento. “Gracias de verdad. Habéis decidido el destino de este país. Como representante del pueblo, os muestro nuestra gratitud y os pido que sigáis ejerciendo esta profesión tan noble”, dijo el gobernador.

Un jornal diez veces más alto
Según el periodista y profesor de la universidad Nanzan de Nagoya, Arturo Escandón, la atención que han merecido en Japón los “héroes de Fukushima” ha sido más bien escasa. “Es posible que en España el tema siga vivo por el premio Príncipe de Asturias. Pero aquí, de los héroes, ya se habla poco. En los programas nocturnos de televisión se hizo algún reportaje con trabajadores anónimos. Al comienzo de la crisis, se habló sobre el estrés de esa gente, lo que comían, y cómo se las arreglaban para vivir. Pero ahora hay mucha menos información. Sí se dice que, aparte de los voluntarios, hay muchos que van a Fukushima porque el jornal es 10 veces más alto que el de un trabajador normal. Además, fuera de Japón quizás se les trate como a héroes, pero ya se sabe que aquí el sacrificio es gratuito”, explica Escandón.
En cualquier caso, tanto el jurado de los premios Príncipe de Asturias  como los medios nacionales e internacionales han coincidido en atribuir el carácter de heroico al colectivo, aunque el sacrificio lo hayan hecho individuos. Si comparamos este homenaje con los dispensados a los bomberos y policías muertos en Nueva York el 11-S, vemos claramente como en América se les pone rostros, nombres y apellidos, mientras en Japón permanecen casi todos en el anonimato. Es algo coherente con la gran importancia que le dan los japoneses a la pertenencia al grupo. Y también recuerda su alto sentido del honor y del deber. Lo que lleva a preguntarse hasta qué punto su heroicidad es una opción.
Mientras muchos japoneses siguen trabajando en Fukushima por heroismo, obligación o dinero, la preocupación es que, al hacerlo, siguen expuestos a la radiación que emiten los tres núcleos fundidos. Puede que no sea ya tan grande como en las primeras horas, pero sí suficiente para producir graves efectos sobre su salud. 





Consecuencias fatales

“La falta de información no deja más salida que prever lo que puede pasar con los trabajadores de Fukushima a partir de lo que sucedió en Chernóbil”, afirma el profesor Eduard Rodríguez Farré, investigador del CSIC y experto en los efectos de la radiación en los seres vivos. “Por ejemplo, sabemos que la mayoría de pilotos de helicóptero que participaron entonces en las operaciones desde el aire murió. Y la situación en Fukushima es muy similar. A unos les llamaron liquidadores y a otros les llaman héroes, pero tan héroes eran unos como los otros. Hay muchas similitudes entre Chernóbil y Fukushima, lo que pasa es que, como los soviéticos eran entonces los malos y los japoneses son buenos, la percepción es distinta”.  
El profesor no cree que las protecciones que llevaban los “héroes” de Fukushima les hayan sido muy útiles: “Los trajes y las máscaras solo sirven para evitar la exposición a partículas metálicas suspendidas en el aire, pero no para frenar la radiación que producen los rayos gamma. Contra estos no hay nada que hacer. Por supuesto, todo depende de la radiación a que alguien haya sido expuesto. Por ejemplo, lo pilotos de helicóptero recibieron grandes dosis de radiación”.
Rodríguez Farré advierte sobre lo que se puede prever que les pase ahora a los héroes: “Es de imaginar que se producirán a corto plazo casos de náuseas y pérdida de cabello, y una pérdida de las defensas inmunológicas; y que irá en aumento durante años el número de tumores y de casos de cáncer sobretodo de tiroides y leucemias. Lo que sí es cierto es que desde Chernóbil los tratamientos médicos han mejorado. Por eso es importante que se les haga un seguimiento continuado, como parece que se ha empezado a hacer con los niños del área de Fukushima”.



Heroicidad y tradición
El experto en religiones Tetsuo Yamaori publicó el 16 de abril un artículo en la revista AERA donde defiende que la visión que los japoneses tienen sobre la heroicidad de los Cincuenta de Fukushima muestra un cambio en su sistema de valores. Según la tradición, tan japonés sería el sacrificio de los héroes como la voluntad del pueblo de salvarlos y compartir su destino.
Ha sido la adopción del sistema de valores anglosajón lo que ha hecho que se espere el sacrificio de los “Cincuenta de Fukushima” para salvar a los demás: “Según la idea tradicional japonesa del carácter transitorio de la vida, en Japón podemos optar entre estas dos decisiones: dejamos que los Cincuenta de Fukushima se sacrifiquen y salven nuestro país, o los sacamos a todos de la central nuclear en el momento en que la situación se convierta en demasiado peligrosa y dejamos que la totalidad de la población afronte las consecuencias”.
La serenidad mostrada tras el terremoto se explica precisamente a partir de su tradicional aceptación de la transitoriedad: “Cuando la Madre Naturaleza arrasaba, los japoneses bajaban la cabeza y se agachaban, en lugar de luchar en su contra, y se ponían a pensar en cómo podían rehacer sus vidas”.